La judicialización de la política y la politización de la justicia

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Por Hernando Fernández de Castro

Se está haciendo costumbre en Colombia, la judicialización de la política, que se presenta cuando algunos políticos no pueden derrotar electoralmente a sus émulos. como debe ser en democracia, y por esto acuden ante la justicia, para tratar de acabarlos políticamente, utilizando toda clase de medios para sustentar sus acusaciones ante los jueces, a fin de que estos hagan lo que ellos no pudieron en las urnas, o sea sacar de la arena política, mediante condenas o procesos penales a los que triunfaron en el debate electoral.

No voy a incurrir aquí en el error de muchos, al tratar de condenar o absolver a ningún político, pero el llamado caso Álvaro Uribe, me ha hecho reflexionar sobre el tema, no terminábamos de escuchar la solicitud de convocatoria a una audiencia de sobreseimiento hecha por señor Fiscal que adelanta las investigaciones contra el expresidente Uribe, cuando ya estaban en los medios los contradictores políticos del ex mandatario criticándola, condenándola y lanzando improperios contra el señor Fiscal, es más, al parecer algunos ya tenían comunicados redactados, que fueron leídos, donde le anuncian al doctor Uribe, como si fueran futurólogos, próximos desastres judiciales y políticos que ellos en el fondo de su alma le desean.

Cuando un honorable ex magistrado, habló en Colombia que comenzaba el gobierno de los jueces, no creo lo hubiese hecho con la intención de fomentar la intervención de la Rama Judicial en la decisiones electorales de nuestro de país, él tal vez, lo hizo siguiendo la tendencia mundial del momento, que era la de que en los países donde no se implantaran y se defendieran los derechos humanos, los jueces deberían encargarse de hacerlo,  pero lo que el país está viviendo, es la controversia verbal ofensiva y llena de odio de unos contra otros, que la han llevado ante los jueces para que estos diriman estos enfrentamientos, tal vez sin percatarse de ello y así, determinar de una manera u otra, el destino electoral de futuros  congresistas, o el presidente o gobernadores o alcaldes, porque esta aberrante costumbre se está llevando a todos los niveles del poder en el país.

Por tondo esto, estamos presenciando que muchos congresistas, gobernadores y alcaldes, llegan a desempeñar sus funciones para acusar y acusar aplicando el retrovisor, en vez de dedicarse a legislar o administrar los entes territoriales, desgastando el tiempo que le pagamos todos los colombianos con los dineros de nuestra contribución a esculcar, denunciar, plantear controversias estériles con sus antecesores, solo para satisfacer sus odios sin importarles el bienestar común y asumiendo funciones de organismos de control que no les compete y que lo único que le deja a la comunidad es zozobra, incertidumbre, desasosiego y desconfianza hacia todo lo que se refieraal ejercicio de la política electoral. Y lo peor, terminan haciendo lo mismo que los que los antecedieron en el poder.

La democracia es el ejercicio de las ideas, es la controversia filosófica sobre el manejo del Estado en busca de la satisfacción de las necesidades de la sociedad, pero en Colombia muchos han creído y utilizado este ejercicio para satisfacer sus odios personales y sus insatisfacciones espirituales.

Así como es criticable el tratar de usar a los jueces por parte de los políticos para atacar y destruir a sus rivales electorales, es aún más reprochable que se presenten algunos casos, donde los jueces se dejan llevar por sus creencia política o religiosas o por sus pasiones, para tomar decisiones que deben ser el producto del análisis serio, ponderado y ecuánime de las pruebas dentro de cualquier proceso.

Colombia atraviesa, como muchas naciones, una situación complicada desde el punto de vista económico, social y político, no son solo los efectos de la pandemia, hoy el narcotráfico está vivo, la delincuencia  callejera es pan de cada día, las protestas mal llamadas sociales, comienzan a asomarse en las grandes ciudades, hay muchos actores de la política que tiene como arma fundamental de su proselitismo la creación del caos, para capturar opinión en base a la destrucción de todo lo que ha significa y representa nuestra sociedad y nuestra democracia, que todavía se encuentra en construcción.

No me gusta predecir catástrofes sociales, pero una nación donde los políticos utilizan a los jueces y los jueces hacen política con sus providencias, es un país que va camino a la destrucción de sus instituciones.

Contrario a lo que muchos creen, el sostenimiento y pilar de las democracias es el funcionamiento imparcial, justo, pronto y eficaz de la justicia, si esto se deja destruir por intereses políticos de cualquier tendencia es el principio del fin de la democracia.

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