El fracaso de los avales políticos

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Por Hernando Fernández  de Castro

Los avales de los partidos políticos, nacieron a la vida jurídica con la Ley 130 de 1994 o Estatuto de los partidos políticos, desde la vigencia de dicha norma, el que quiera aspirar a ser elegido a un cargo público por el voto popular, lo debe hacer con el aval o el permisode un partido política, igual ocurre cuando la pretensión sea a nombre de un movimiento político que tengan personería jurídica.

Así mismo la ley 996 de 2005, reglamentó la inscripción de candidatos a la presidencia por movimientos sociales o grupos significativos de ciudadanos, con la condición que tuviesen un respaldo de firmas al menos del 3% de los votos alcanzados en el proceso eleccionario de presidente anterior. Ese mecanismo es lo que llamamos hoy candidatos por firmas.

Actualmente las candidaturas por firmas a la presidencia, han tomado fuerza, lo que en miconcepto, es el resultado del desprestigio de los partidos políticos colombianos, como consecuencia del manto de corrupción que cubre al Congreso y a la administración pública, carga de la cual algunos precandidatos quiere tomar distancia, creyendo que de esta forma pueden ser vistos como independientes, cuando el país sabe queen oportunidades anteriores han ocupado cargos públicos a nombre de algún partido político. Esto no me parece bueno para la democracia colombiana, no se puede negar el desprestigio de nuestras organizaciones políticas, pero el camino para corregir esto, no es tratando de engañar al electorado confalsas independencias.

Lo honesto, lo que deberían hacer estos precandidatos, es tratar de tomarse democráticamente las directivas de los partidos y enderezar la suerte de estos, convirtiéndolos en verdaderos centros de pensamiento político, de donde salgan propuestas sobre el manejo del Estado con relación a temas de economía política, de salud, de educación, de seguridad, sobre eltan cacareado proceso de paz, sobre infraestructura, sobre crecimiento sostenible,de donde partan ideas para mejorar el nivel de vida de los colombianos y fijen un rumbo que debería seguir el país en los diferentes sectores como el agro, la construcción, el sector financiero, o plantear cuales son las reformas constitucionales necesarias para nuestro país en temas de justicia, política, en temas electorales, control de la corrupción, empleo y muchos otros que requieren la atención de los partidos políticos, pues estos son los llamados a plantear soluciones a los problemas de nuestra sociedad.

Pero como la campaña hacia la presidencia se ha vuelto una aspiración unipersonal, lo mismo que los partidos políticos en el sentido que hoy son llamados el partido de Uribe, el partido de German Vargas, el de Santos, el de Petro, los candidatos prefieren acudir a la recolección de firmas, lo que en principio no les exiges presentar propuestas, sino contar con una logística aceitada para cumplir con la finalidad de la recolección de rubricas.

No se escuchan compromiso con la sociedad, no estamos frente a confrontación de ideas sino al cruce de agravios personales que van  vienen entre los diferentes candidatos y de los problemas que acosan a los colombiana nada.

Colombia necesita precandidatos o candidatos avezados en lo que es la administración pública, que le digan al país que quieren hacer por colombianos, como lo quieren hacer y cuando comenzaría a hacerlo.

Las ideologías de extremo no son sanas para ningún país del mundo, el absolutismo ideológico, así sea una seudodemocracia de fachada, conduce al absolutismo del mandatario, a su perpetuidad en el poder, a la dictadura, que es el peor modelo de gobierno que puede existir en el mundo.

Si los partidos no sirven, si sus dirigentes ya están gastados, están bien las coaliciones de candidatos, pero que estos, por lo menos se identifiquen ideológicamente en torno a las ideas centrales del manejo del Estado, pero aquella donde los que las conforman son una conjunción de distintas ideas, no son sanas, pues es claro que su objetivo, es puramente personal de cada uno de ellos.

Este es un momento crucial para nuestra democracia, está en juego el respeto por los derechos colectivos e individuales, a la libre empresa, al libre pensamiento y a la conservación de todas las libertades políticas y sociales.

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