País narcotizado…

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Por Cristina Plazas

En el ámbito político, se han realizado numerosos análisis sobre los planes futuros del presidente Petro, que abarcan desde la formación de milicias campesinas hasta los cambios constitucionales que quiere hacer, su estado de salud y los incumplimientos de la agenda.

Sin embargo, es alarmante cómo se presta poca atención a lo que representa el mayor peligro para nuestra sociedad: el narcotráfico y el lavado de activos. Aunque el presidente Petro se enorgullece en sus redes sociales exhibiendo las fotos con las incautaciones de droga, la realidad es que estas acciones a menudo son más un espectáculo que una solución efectiva. Incluso el Ministerio de Defensa informó que, durante el primer semestre de 2023, la erradicación manual de cultivos de coca disminuyó significativamente en comparación con el mismo período en 2022, con una reducción del 87%. Además, las incautaciones de cocaína y heroína también experimentaron descensos del 18% y 45%, respectivamente, en el mismo período de tiempo.

El problema no son solo estas cifras alarmantes sino también la aparente falta de acción del gobierno contra el lavado de activos.

En esta columna me centraré en lo que se observa en las calles: una creciente tendencia al lavado de activos y la percepción de falta de voluntad, o incluso apoyo pasivo, por parte del gobierno a este pernicioso negocio.

Resulta desalentador ver a jóvenes adquiriendo automóviles de lujo como si fueran golosinas, marcas como Ferrari y Lamborghini, especialmente en ciudades como Medellín. La pregunta inevitable es: ¿De dónde proviene este dinero? Es evidente que tiene vínculos con el narcotráfico.

Es preocupante observar cómo el gobierno parece ignorar el auge del lavado de activos. ¿Sabían que Colombia se encuentra entre los 10 países que más negocian en plataformas tecnológicas y criptomonedas?

Las plataformas tecnológicas, conocidas como APIs, a través de las cuales se realizan transacciones con criptomonedas, no dejan un rastro claro del origen de los recursos y su titular, lo que facilita su conversión en moneda local, como el peso, que luego se puede retirar en cajeros automáticos de bancos locales. Un ejemplo común es cómo un colombiano con una empresa registrada en el exterior puede adquirir criptomonedas a través de estas plataformas para luego monetizarlas y transferir los pesos lavados a otras plataformas como Nequi o Daviplata, desde donde se pueden retirar miles de millones de pesos en efectivo, incluso en algunos casos para financiar grupos al margen de la ley.

Es muy común ver una proliferación de colombianos creando compañías de exportación de servicios, lo cual dificulta la verificación de sus operaciones. Esta es otra de las modalidades más utilizadas en el lavado de dinero en la actualidad, ya que es más complejo verificar una exportación de servicios tecnológicos que una exportación de productos tangibles.

Posiblemente, la prueba más sólida de que nuestra economía está afectada por el narcotráfico, además de las cifras de crecimiento de los cultivos de coca, que alcanzan las 230,000 hectáreas, es el comportamiento de nuestra moneda.

El peso colombiano, hasta la fecha, se ha convertido en la moneda más revaluada del mundo. ¿Hemos desarrollado una economía más sólida? Claramente no. Nuestra economía muestra signos de fuerte desaceleración: el consumo se bajó, las ventas de viviendas están paralizadas, el desempleo persiste, la inflación es alta y la inversión es escasa. Además, el ambiente político está marcado por la incertidumbre; Petro sigue hablando de reformas que asustan a los inversionistas, el orden público es precario y carecemos de confianza inversionista.

En una situación como esta, resulta absurdo afirmar que, a día de hoy, el peso colombiano sea la moneda más revaluada del mundo. Puede haber ciertos factores que influyan en una recuperación del peso, como las altas tasas de interés locales o el hecho de que se había devaluado en exceso, pero el lavado de activos y el auge del narcotráfico son sin duda factores que nos sitúan el primer lugar como la moneda más revaluada del planeta.

Es una situación alarmante que, sin duda, está fortaleciendo a grupos al margen de la ley, políticos y contratistas corruptos, y tendrá un impacto en las próximas elecciones.

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