Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza
Cada sociedad hoy debería conocer con propiedad cuál es la situación de su centro histórico, problemas, atractivos, demás aspectos inherentes, posibilidades para la población, investigar los procesos llevados a cabo en ellos por la administración y empresas privadas en dirección a su acondicionamiento, mejora y adaptación a la actualidad, así como ver la importancia de la geografía en el estudio y análisis de tales cuestiones, para que vuelvan a recuperar la importancia y calidad de su ayer, que en el presente han perdido.
Son ellos los lugares más simbólicos, apreciados y distintivos de las ciudades. Ámbitos que las dotan de un especial carácter y las hace únicas y diferentes de las otras urbes. Existen en ellos monumentos históricos, conjuntos arquitectónicos y edificaciones icónicas que provocan la diferenciación de la ciudad, por lo que deben ser un lugar para sentirnos orgullosos, Representan la memoria colectiva, trazas del urbanismo de diferentes épocas y arquitecturas de distintos estilos que muestran la historia viva del pasado, tienen valor educativo y atraen el interés de viajeros y turistas. La imagen colectiva de la ciudad se construye sobre los elementos paisajísticos heredados y encierran valores de convivencia para los pobladores. Calles y plazas son lugares de paseo, recreación, encuentro, lugares de diversidad y mezcla funcional que propician relaciones sociales; todo lo cual, hacen de ellos espacios sociales físicos de gran valía.
Hoy se ven afectados por procesos ajenos o propios de la ciudad, provocando que esos sitios, ayer zonas de contacto entre ciudadanos, con densidades de población más elevadas, localizaciones de comercio e industria, hayan empezado a perder importancia, que en muchas ocasiones lleva a su degradación, tanto de edificios como de la calidad de vida y de la seguridad. Esto ha generado que la opinión comunitaria sobre ellos se haya vuelto negativa y los procesos de degradación hacen que no sean más lugares atractivos para vivir, lo que lleva a que empiecen a poblarse por grupos no productivos, de rentas bajas y escaso poder económico como inmigrantes, población envejecida y gente de poca relevancia, que además necesitan atenciones sociales y equipamientos, como hogares de ancianos, comedores sociales y centros asistenciales que no pueden ser compensados por vía fiscal a partir de los recursos de estas zonas, ya que su generación por parte de los habitantes es baja.
Las relaciones sociales se debilitan, la vida urbana se empobrece y el centro se despersonaliza, se convierte en lugar de compras, de trabajo, de espectáculos y de ocio, deja de ser patrimonio de sus residentes para serlo de todos los habitantes, de la ciudad y, a diferencia de otras áreas urbanas, ni siquiera sus equipos son gestionados por sus propios vecinos.
Los centros históricos son pieza clave del paisaje urbano y su significado desborda ampliamente el papel que le correspondería en función de su superficie, entidad demográfica o actividad económica. Constituyen el espacio histórico por excelencia y, en gran medida, la memoria colectiva de la urbe. Son um producto histórico-social de carácter singular que contribuye a los rasgos excepcionales de un determinado paisaje urbano y a que la ciudad tenga sus propias señas de identidad. Funcionalmente, se definen por un marcado carácter multifuncional, ya que en ellos conviven funciones residenciales, comerciales, religiosas, administrativas, lúdicas y demás. Las muchas actividades suman una gran riqueza a la vida urbana que en ellos se da, pero se pierde en gran parte cuando el sector terciario penetra de forma desmedida o quedan convertidos en espacios museos carentes de vida urbana.
Son igualmente espacios sociales singularizados por su heterogeneidad. Los procesos terciarios, los de deterioro, atentan contra el carácter de ellos e introducen mecanismos que empobrecen vida urbana y relaciones sociales. También tienen un marcado carácter simbólico al que contribuyen historicidad, trama urbana, patrimonio edificado, monumentalidad, hitos urbanos, equipamientos culturales; y el reforzamiento de su dimensión cultural y simbólica está en la base de la formulación de las recientes políticas de protección, recuperación y rehabilitación. Atraviesan cambios profundos a nivel económico, social, cultural y morfológico, por lo que hay que ubicarlos en el marco general de los problemas urbanos y territoriales, creando desequilibrios intraurbanos.
Para aminorar sus procesos de abandono y empobrecimiento progresivo, las autoridades locales deben rehabilitarlos o renovarlos, para que vuelvan a tener su vitalidad funcional y su importancia dentro de la ciudad. No obstante, muchas veces estos procesos han resultado insuficientes, provocando que sigan teniendo muchos de los problemas que ya tenían, y que sus habitantes sigan viendo como su calidad de vida se empobrece, así como tener la sensación de abandono y exclusión respecto al resto de la ciudad, lo que debe frenarse con reivindicaciones ciertas, ya que son ellos la parte más histórica, diferente, original y cultural de las ciudades, y si se permite su degradación y abandono se origina la pérdida del patrimonio cultural e histórico que contienen, dando lugar esto a la existencia de ciudades iguales e impersonales que habrán perdido el lugar que las hacía diferentes de las demás, que las dotaba de personalidad propia, en lo que importa dar soluciones y propuestas tanto a las administraciones y a los promotores como a los propios vecinos de la ciudad mediante análisis, estudios e investigaciones de todo tipo para que utilicen correctamente los instrumentos de mejora, evitando así malas actuaciones que agraven todavía más los problemas existentes en el centro histórico. rubenceballos56@
