El abuso sexual de Fuerza Ciudadana

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Por Rosember Rivadeneira Bermúdez

El movimiento político denominado fuerza ciudadana, liderado por Carlos Caicedo Omar, actual Gobernador del Magdalena, tocó fondo en el pantano de la degradación.

A los escándalos por supuestos homicidios, hechos de corrupción, malversación de recursos públicos, persecuciones políticas, obras inconclusas, entre otros, se suma el actual vejamen de la agresión sexual en contra de la mujer.

El Magdalena padece un cáncer social, ocasionado por un liderazgo de maldad, protagonizado por expertos que romantizan sus discursos con palabras fantasiosas, pero inspiradas por almas abusadoras que ante la justicia son acusadas de violadoras.

Perdimos a los líderes de antaño y sufrimos al ser representados por una asociación de enfermos y ex convictos.

Ha de enterarse Colombia y la comunidad internacional que, en el Magdalena, poseer un prontuario sexual, pareciera ser la carta de presentación de los líderes del movimiento, mientras las mujeres sufren en silencio el acoso y el tormento.

Quienes comparten copas de licor con esos enfermos, afirman que se les hace agua la boca cada vez que inicia el periodo de contrataciones, mientras en la clandestinidad se prepara el galardón para premiar a los depredadores. Y cierto parece, porque aquí se premia con mejores posiciones a quien comete monstruosidades.

Pareciera no tener fin el clímax de maldad que experimenta el movimiento, y tampoco se divisan barreras humanas e institucionales que contengan el degeneramiento.

¡Qué mal hemos hecho! grita adolorida la mujer magdalenense, ante la omisión de un Estado que olvidó los postulados del derecho, pues la justicia y el Gobernador sepultaron durante largo tiempo el abuso, colocando en manos de las víctimas una flor que simboliza un silencio perturbador. Parece que en nada contribuirá la autoridad para que la mujer magdalenense quiebre las cadenas de la cosificación y levante dignamente la frente.

De nada le ha valido a la mujer poseer un título profesional, porque la horda política infernal de fuerza ciudadana las trata como un objeto recreacional. Para los líderes del movimiento, una dama no es más que un instrumento de placer sexual, tratada como rata de laboratorio a la que sumergen en un estado de indefensión, mediante el suministro de medicamentos psiquiátricos para luego poseerla a discreción.

Otras, en cambio, temerosas de ser despojadas de la “oportunidad” laboral, ceden y se entregan como víctimas del holocausto sexual propiciado por los superiores. Algunas valientes se defienden y ante las autoridades comparecen, pero, como ha quedado escrito, las investigaciones se adormecen, y entonces huyen para hallar refugio en el exilio.

El pueblo Cienaguero también habrá de revelarse y marchar ante la dirigencia departamental, levantando la voz de protesta en pro del respeto y la dignidad, porque una de sus hijas también ha sido abuzada. Mujer, abandona las sombras y el llanto en el anonimato y súmate a la denuncia pública.

Los encuentros sociales, originados en el seno de la institucionalidad naranja magdalenense, constituyen un escenario de degradación moral para la mujer, y en ellos se irrespeta por igual a la soltera, la comprometida y hasta a la casada, y aunque Zuleta lo dijera de un colega, confiarle una mujer al supremo, es como dejarle un saco de yuca a un cerdo para que lo cuide. He ahí la razón del porqué fue profanada la Casa Magdalena en la ciudad de Bogotá, mediante el mal uso que se hizo de los baños.

En el lienzo de barbaridades del verdugo, la destrucción de un nuevo hogar ha quedado dibujado. No se trata de Miguel Ángel sino del pintor de la desgracia.

Las oficinas y pasillos del Palacio Tayrona son testigos silenciosos de un caudal de aberraciones. El poder de la revelación reposa al interior de las víctimas, pero temen mover los labios para evitar la represión del agresor y la condena social a perpetuidad con la que irónicamente se revictimiza a las personas abusadas.

¡Mujeres todas! y padres de familia, cuyas preciadas hijas corren riesgo en manos del movimiento, el dinero y la posición social carecen valor cuando son el resultado del quebrantamiento de la dignidad. La cosificación sexual no es un instrumento de superación y tampoco la recompensa para una mujer profesional.

El poderío de los hechos revela que Fuerza Ciudadana ha convertido al Magdalena en la Gomorra del presente. Urge, por tanto, la aparición de un líder, enviado por Dios, para que derrote en las urnas a ese movimiento infernal y convierta a sus dirigentes en estatuas de sal.

¿Con qué utópica promesa e irrealizable proyecto social silenciarán la actual calamidad? ¿Dónde colocarán la nueva valla publicitaria?

Para sofocar la indignación y el llanto del Magdalena, no basta con la renuncia de un peón, el pueblo reclama la sanción social y la muerte política de quien ocupa la posición mayor. ¡Renuncie señor gobernador!

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