Mal empezamos

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Por Jaime Polanco

Millones de ciudadanos amanecieron esperanzados el día 20 de junio. Por fin el presidente y el peor gobierno de la historia reciente tenían reemplazo.

Los que trabajaron para que la paz fuera una realidad comenzaron la jornada viendo el vaso medio lleno en vez de medio vacío. Los que desde las organizaciones sociales en regiones apartadas del país dedicaron sus vidas para disminuir las desigualdades, vieron posible implementar esas políticas que antes quedaban en el olvido. Los más necesitados se pellizcaban al imaginar que eso del cambio era verdad, y que sus vidas iban a mejorar así fuera un poquito.

Han pasado dos meses de esa elección y menos de quince días del inicio formal del Gobierno. Claro, todos los nuevos mandatos en el mundo tienen la licencia tácita de 100 días para exponer sus nuevas maneras de trabajar e implementar las propuestas que se han “vendido” durante la campaña. Sin embargo, esa regla de cortesía podría no cumplirse. Tanto la oposición política, como los medios de comunicación no están dispuestos a esperar tanto. Algunos primeros gestos del nuevo gobierno permiten comenzar a quemar los montes.

Las  primeras decisiones de nueva administración petrista son desconcertantes. Es sabido que vendrá una particular manera de implementar esas promesas de cambio que tanta ilusión crean entre la ciudadanía colombiana, pero eso no descarta que estén suscitando serias preocupaciones.

Mal empezamos si volvemos a pactar con todos los grupos políticos con la excusa de formar un grupo parlamentario suficiente. Quienes han estado esquilmando por años las arcas del Estado y además han jugado con la credibilidad de las instituciones en el trapicheo de nombramientos y contratos amañados, en beneficio de unos pocos, vuelven a ser los mismos.

Mal empezamos si los ministerios y las entidades públicas ya tienen a diferentes familias de liberales y conservadores al frente de sus puestos de confianza, como si ellos hubieran apoyado firmemente “el cambio” durante el proceso electoral.

Muy mal empezamos si, por motivos demagógicos, se hacen relevos a la ligera en las Fuerzas Militares pasando por alto años de experiencia y voluntad de adaptación al cambio de más de medio centenar de generales, cuyas carreras profesionales se han visto truncadas por lo que parecen caprichosos nombramientos dentro de la institución.

Mal empezaremos en el vaivén de nombramientos dentro del ansiado cuerpo diplomático, si vuelven a primar los amiguetes vs los profesionales de carrera y además algunos de ellos con problemas judiciales que podrían reversar esos designios con el consiguiente coste de imagen en la seriedad del país.

¿Qué pensarán los que realmente votaron para perder de vista en las instituciones a los mismos de siempre? ¿Cuánto tiempo van a tardar en sentirse defraudados ante sus expectativas?

Coherencia y acción

Las cosas van mal cuando la transparencia desde el comienzo brilla por su ausencia. No basta con tener voluntad de cambio, hay que hacer que las cosas cambien. Los proyectos de reformas tienen que ser coherentes y acompañar la realidad del país dentro y fuera de nuestras fronteras.

Colombia no puede perder la ilusión. No hay precio que compense una decepción de esta promesa de cambio. La figura de Gustavo Petro no sirvió sólo para ganar unas elecciones y dejar por el camino a unos perdedores, ganar en este caso, tiene un profundo significado y acarrea una gran responsabilidad. Es por esto que hay que prender alarmas tempranas porque las transformaciones no se logran con acciones demagógicas.

Las grandes reformas requieren disciplina y argumentación para que lleguen a buen puerto y no deben ser parte de una subasta que remata un martillero de turno al mejor postor.

Colombia no es el ombligo del mundo. Tiene un entorno político y económico del que no puede huir. Tiene unas necesidades medioambientales y energéticas con las que no se puede jugar en estos momentos de volatilidad en el mundo occidental en el que estamos enmarcados.

Todas las sociedades tienen derecho a prosperar lideradas por los dirigentes que han escogido libremente. Demasiados años han pasado en los que la gran mayoría de los colombianos se han sentido olvidados por los depredadores políticos que han hecho primar el beneficio de unos pocos en detrimento del interés general. Repensemos si el comienzo ha sido el adecuado y hagamos que la esperanza del cambio sea una realidad.

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