Colombia volvió a gritar victoria, una más, la tercera de la Copa América femenina. Esta vez tuvo que sacar una dosis extra de su ímpetu para disimular que el gol sigue siendo un problemita, pero hizo dos, y con esos dos tesoros le ganó a Ecuador 2-1, para gritar que ya son 9 puntos de 9 jugados, y para soñar con la semifinal, que la tiene muy cerca.
El partido era una prueba de fuego, y quizá por eso la pelota llevaba candela. Les quemaba a todas, a las colombianas y a las ecuatorianas. Una pelota revoltosa, sin control. En un partido de regalos permanentes.
Colombia ejerció autoridad, la que le correspondía por estar en casa, tuvo dominio, pero careció casi todo el partido de precisión. Su ímpetu se confundió con el vértigo. Su técnica se refundió en un frenético ataque. Mucho correr, mucho meter, pero poco llegar realmente a posición de gol.
La euforia de victoria, sin embargo, duró muy poco. Colombia se nubló en su festejo, quizá se confió porque ese rival no complicaba, pero le dio por complicar. En su primera aproximación, aprovechando una mala salida de Liana Salazar, que dormía con la pelota en sus pies, le quedó el balón a Charcopa, que pateó sin mucha convicción y sin embargo la pelota fue adentro, para el 1-1 Iban 33 minutos y el partido otra vez empatado.
En ese duelo errático hacía falta que apareciera Linda Caicedo, con su clase, con su técnica, una como ella para darle armonía a la Selección. Tanto había corrido Linda en el partido, de derecha a izquierda, que al fin encontró su lugar ideal en este partido, allí donde no falla, recibió un pase precedido por un aparente fuera de juego de Mayra, pero Linda solo tenía el arco en su mirada de goleadora, acomodó la pelota con frialdad a un palo, para el 2-1.
Fue un alivio. Las jugadoras de Colombia se fueron al descanso con una ventaja mínima, pero ventaja al fin y al cabo. Necesaria, sufrida y por sobre todo, merecida.
