Deborah Samuel, las vidas que importan una mierda

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Por Marcial Muñoz 

En muchos lugares del planeta, la vida de los seres humanos vale una mierda. África es uno de ellos. Y si la víctima es un cristiano, doble ración. Lamentablemente, también pasa en algunas ciudades de Latinoamérica, aunque por motivos muy distintos. Esta semana, los asiduos a las redes sociales nos sobrecogíamos con las espeluznantes imágenes del asesinato cruel de Deborah Samuel, una estudiante universitaria de 20 años en Sokoto (norte de Nigeria). La dureza y crueldad de los videos hacía tiempo que no se veían en las redes, seguro pasa más habitualmente de lo que nos enteramos, pero no siempre se vuelve viral.

Una turba de salvajes, sus propios compañeros de clase y de universidad, la sacaron del aula, la llevaron a una zona de campo de las instalaciones y una docena de cobardes la asesinaron a pedradas. Cientos de piedras cayeron sobre su cuerpo y acabaron con su vida en pocos segundos. No contentos, después la quemaron con gasolina… Encima se reían y lo celebraban como un triunfo los muy hijosdeputa. ¿Cuál fue el delito de la joven estudiante? Supuestamente una burla sobre Mahoma en un grupo de WhatsApp de los alumnos de la universidad. Si esas cosas pasan en la considerada mejor institución académica de esa ciudad, ¿Qué no pasará en otras regiones menos avanzadas del continente africano? Puñañada al hígado: silencio de las agrupaciones feministas subvencionadas en el primer mundo.

Lea otra opinión del autor: La política del engaño

Primera reflexión: no todos somos iguales. Ya está bien del sentimiento paternalista en Occidente, y de justificar casi todo desde el poder por el pasado oscuro que se tuvo en épocas lejanas. Ya está bien de ponerse la venda en los ojos e intentar tapar, o al menos quitar trascendencia, a los hechos en función de quienes sean los que cometan el delito.

Combate de frente

En el mundo hay decenas de credos y religiones, pero sólo el integrismo islamista mata en nombre de un Dios. Bien harían las comunidades islámicas, en no sólo señalar, sino perseguir, expulsar y marginar a los violentos, a los asesinos. A los mensajeros de la muerte que en muchos casos tienen al interior de sus mezquitas. Sólo así quedarán libres de toda sospecha. Hay mucho cómplice desde dentro. Y esto pasa en todos los países del mundo y todos los días. Bien harían el resto de religiones y políticos en confrontar esta situación no sólo con palabrería barata en los funerales de los inocentes. Porque una religión que acepta lapidar a otro por sus ideas hay que combatirla y prohibir su expansión en los territorios donde la vida sí tiene un valor.

Segunda reflexión: conciencia de la sociedad. Muy probablemente usted no se enteró de esta noticia. En mi personal encuesta a una decena de amigos, ninguno sabía. Sorprendentemente, los medios masivos más importantes y las agencias de noticias internacionales no le prestaron mucha atención al hecho. Pasaron de puntillas por la noticia. Cuesta buscar información del suceso entre los grandes medios de Europa o América. Si no es por el escándalo en Twitter nadie se hubiera enterado.

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¿Acaso este silencio informativo es porque la turba era de integristas islámicos? Me temo que sí, no vaya a ser que se genere islamofobia en algunos países y les estropeen el discurso en política migratoria y cultural a los irresponsables políticos que ‘malgobiernan’ occidente.

Los medios de comunicación cada día tienen menos crédito. Los periodistas hemos de reflexionar. Y los políticos, en Europa y EE.UU. especialmente, bien harían en afrontar esta amenaza global con madurez, seriedad y firmeza antes de que sea tarde. La estrategia del avestruz no funciona. Y estas cosas ya han pasado en Londres, París, Madrid, Múnich o Bruselas, no sólo en Sokoto.

Feminismo de moqueta

Tercer apunte: bien les vendría a las ‘profetas de la igualdad’, #MeToo y colectivos de neofeministas radicalizadas, que malgastan miles de millones de dólares, empezar por hacer campañas que intenten evitar estas cosas en países donde las mujeres sí sufren discriminación y violencia de todo tipo. Es muy fácil (cínico) hacer política de igualdad de género desde España, Estados Unidos, Francia o  Alemania, eso sí, con un despacho enmoquetado, con chofer, escoltas, sueldos millonarios y niñeras para sus hijos 24 horas. Todo bien pagado a costa de los impuestos. Inmoralidad elevada a la enésima potencia.

Piel de cordero y mediocridad en la política

Los movimientos neofeministas, que lamentablemente tienen mucha fuerza mediática y dinero a pesar de que sólo representan a una inmensa minoría de mujeres, lejos de mirar por los derechos de éstas, las estigmatizan y victimizan socialmente. Requiebros dialécticos de batallas ya superadas que las condenan a la pobreza económica. A los que mataron a Deborah les importa poco el ‘ella, él o elle’ o si la mujer deja de ser mujer para denominarse “persona menstruante”. Eso no son victorias de la igualdad, son idioteces para distraer al pueblo con retóricas trasnochadas e insustanciales. Estos grupos son la nueva inquisición de la moral contemporánea. Y no hay nada más antiguo, a la vez que patético.

Me consuela al menos saber que estas feminazis de salón cada vez engañan a menos gente. Se les ve el plumero de muy lejos, creando problemáticas sociales donde no existen, en países que tienen superados esos traumas de igualdad desde hace décadas. Idos a luchar por los derechos donde las mujeres sí os necesitan, por ejemplo a Sokoto. O simplemente váyanse. Vuestra inmoralidad, vuestra ineficacia, vuestra desvergüenza, vuestro desfalco de los presupuestos públicos alcanza unas cotas de indecencia ya difíciles de soportar.

Las democracias occidentales, y el mundo libre en general, tienen dos problemas serios desde la ideología: la woke y el yihadismo. Ambas detestan la libertad, ambas se alimentan de resentimiento, y lo más grave, ambas saben llegar y atraer muy bien a cierto segmento de gente joven, inmadura e ignorante y violenta. Jóvenes desencantados con el estilo de vida que les vendieron, que sienten que no tienen mucho que perder y buscan cambios radicales. En la práctica se vuelven los tontos-útiles de los poderosos de la ideología, que les manipulan porque son sus peones para hacer crecer el movimiento germinando semillas de odio social.

Esta semana asesinaron a Deborah, lamentablemente habrá muchas más ‘Deborahs’ en el futuro mientras estas sinvergüenzas se hacen millonarias engañando a la gente.

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