Que Dios perdone a la Corte

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Por Jorge Noguera Bolaño

Ese domingo de un 17 de abril de 2016, transcurría el quinto día de estar mi esposa hospitalizada en una clínica de la ciudad de Santa Marta, la mantenían con las piernas alzada para que no siguiera derramando el líquido amniótico, producto de haberse roto la bolsa donde se encontraba nuestro bebé.

Ese día cumplía CINCO MES y 3 días de embarazo.

Durante la estancia en la clínica fue atendida por varios especialista, pero ese día el especialista de turno le manifestó: “tienes 5 días de estar hospitalizada con las piernas alzada, más sin embargo el líquido amniótico sigue derramándose y presenta 26%” indicando que no era favorable para la criatura.

Con la historia clínica en la mano, se volteó hacia la cabecera y le dijo a mi esposa, “hoy tenemos que desembarazarte, corre peligro tu vida, la parte interna donde está el bebé con el útero se comunican lo que puede provocar una infección que no va haber antibiótico que la pueda controlar, tenemos que provocar el aborto” y sacrificar la vida del nasciturus.”
Seguidamente se dirigió a mí, manifestándome tomen la decisión rápido, la criatura o nasciturus, no siempre tienen el tiempo, peso y estatura que arroja el resultado de la ecografía, es posible que esté menos desarrollado. Eso me lo decía como tratando de convencerme que tomara la decisión urgente; pero mi esposa no dejaba de decir, que ella sentía moviéndose el bebé en el vientre y que no quería someterse a ese procedimiento.

Salí a toda prisa de la habitación, hablé por teléfono y visité algunos amigos especialista en la materia y me confirmaron lo mismo que decía el médico, que científicamente esa criatura no nacería viva por su edad, me dijeron tácitamente, sálvale la vida a tu esposa, después podrán tener otro hijo.

Regresé a la clínica y junto con mi hija mayor hablamos con mi esposa hasta que la convencimos.
En horas de la tarde la bajaron e iniciaron el procedimiento y ella llorando aún me decía que sentía su bebé moverse.

Momentos después que tuvo los dolores la metieron al quirófano, yo me quede en la puerta con el oído pegado a la misma y orándole al Señor que todo saliera bien y según su voluntad.

A los 30 minutos escuché un llanto y junto con ese llanto también lloré en la puerta, a los cinco minutos salió corriendo una enfermera con un bebé en brazos, le pregunté pero no me contestó, después a los días, nos enteramos por una enfermera que la bebe no la podían sacar porque venía con el cordón umbilical con 2 vuelta enrollada en su cuello con lo que les tocó llamar al mismo especialista que dijo que la bebe no nacía viva, que si nacía solo podría respirar un instante y después dejaría de respirar, para que atendiera el parto; que por esa razón les había dicho que él no asistiría al procedimiento debido a que el nasciturus nacía muerto y si nacía vivo, dejaría de respirar a los cinco minutos.

Pero Dios escribe recto en renglones torcidos y el médico reconoció que la vida va más allá de la ciencia y que no estuvo en poder de él.

A los 10 días de nacida, la doctora nos informa que la niña tenía una herida en el craneo evaluándola grado 3, de donde si seguía subiendo podría sufrir macrocefalia o microcefalia, que por su edad no podían operarla ni hacerle nada, que oráramos lo único que podíamos hacer. Efectivamente todos los días a las 10:00 AM, llegaba con mi esposa y ella metía la mano de un lado y yo del otro lado en la incubadora y la orábamos.

En la UCI, casi todos los días que llegábamos faltaba un bebe, cuando preguntábamos nos decía que había fallecido. Una mañana estábamos vistiéndonos para ir a la clínica y a mi esposa le entró una llamada de la doctora encargada de la UCI, nos miramos, nos pasó por la mente lo malo, pero ella nos dijo que no viniéramos a la UCI, que a la niña le iban hacer una radiografía, que fuéramos allá.

En la tarde la doctora nos citó para darnos los resultado e íbamos en el carro callados, pero cada quien orando mentalmente. Entramos, miramos la doctora y ella nos informó, que no sabía cómo pero que la niña le había cicatrizado la herida y que no tenía nada.

Hoy mi hija Dianalucia Milagros, tiene 5 años, no sufre de nada, es más pilosa que sus demás hermanos y estudia en los Estados Unidos, donde sus maestras se están sorprendida de su aprendizaje.

Es un milagro, la vida de mi hija no dependía sino de Dios.

Me atrevo a contar este testimonio primero para darle Gloria a Dios y a su infinita misericordia y decirles que estoy más convencido que Él es el dueño de la vida.

Que estoy en contra del aborto como millones de personas no solo en Colombia sino en todo el mundo lo están y que ni la madre, ni el padre, ni los médicos, ni 9 Magistrados, ni mucho menos la Ley podrá quitarle ese poder a Dios de decidir sobre la vida de una persona, muchos menos de un bebé indefenso que a los escasos 5 meses ya está formado y no hay que esperar que nazca y respire para considerarlo como una persona como erróneamente lo considera la ley hoy en día.

Cada día qué pasa valoramos menos la vida, con el afán de darnos reconocimientos ante los seres humanos, pero en contra de la voluntad de Dios.

Por último, si hay que colocar en el escritorio la decisión del aborto en Colombia, por qué el Estado no consulta a través de un plebiscito una decisión tan importante, abrogándoselo esa decisión un grupo muy reducido de personas que se pueden contar con la mano de los dedos. A contrario sensu, el Estado se gasta en las consultas de los partidos políticos miles de millones de pesos, por qué no consulta el tema del aborto al constituyente primario.

Que Dios perdone a la Corte, que se subroga el poder decidir sobre la vida de un ser vivo.

 

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