Sembrar odio en política no es buen consejero

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Por Hernando Fernández de Castro 

Lo sucedido con el precandidato Sergio Fajardo en la Universidad  Tecnológica de Pereira, donde unos encapuchados lo sacaron a la fuerza del recinto universitario y con el ataque a la caravana de vehículos de unos activistas del candidato David Barguil en el Municipio de Cerete, nos demuestra, una vez mas, que la política del odio, del señalamiento, de los ataques familiares, tratar de poner en la picota pública al contendor exponiéndolo al escarnio público en las redes, le está haciendo daño a una campaña que debería girar alrededor de las ideas, de la controversia civilizada.

Parece que no se buscara escuchar las distintas posiciones de los candidatos frente a los problemas nacionales, sino de impulsar la animadversión contra el o los candidatos que no son del agrado de quien habla, escribe o presenta. Basta con ver los famosos debates que se han realizado en la televisión, en los cuales parecen que los candidatos fueran los coordinadores o coordinadoras o directores del debate, porque son ellos o ellas las que quieren sobresalir por encima de los postulantes a gobernar, que deberían ser los protagonistas.

No entiende el país, como dicen muchos periodistas, que se abrogan la representación nacional, sin tener ninguna legitimidad política, cual es el interés que mueve esta clase de debates, cuando el país espera escuchar preguntas y respuestas, sobre que quieren para la Colombia del futuro en materia de desarrollo social, en base a la educación, al conocimiento, a la investigación y la ciencia, pero estos coordinadores se empecinan en indagar lo que piensa el uno del otro, o sobre por quien votaría en caso de no pasar a segunda vuelta, peo son escasos los interrogantes, sobre la escogencia de un debate político para decidir quien podría ser el mejor o la mejor candidata.

La política electoral en Colombia ha perdido su verdadero rumbo y su esencia, como lo es el ejercicio de proponer ideas para resolver los problemas de la sociedad en base a los planteamientos de las diferentes tendencias ideológicas en temas sociales y económicos en busca de satisfacer las necesidades de nuestra sociedad y lograr la felicidad de todos, enmarcadas dentro de las posibilidades y oportunidades que se generan como producto del esfuerzo y el trabajo de todos y todas.

Muchas veces he afirmado que los votantes debemos saber para qué votamos, por qué votamos y así, sabremos por quien votamos. Y estos interrogantes solo se resuelven cuando conocemos las funciones y los objetivos y finalidades del órgano o de la entidad para la cual vamos a elegir a la persona que nos pide el voto.

Es necesario que los colombianos adquieran el hábito de votar a conciencia y no se dejen manipular por ninguna clase de propuestas populistas y mucho menos por los sentimientos de odios que muchos le transmiten a sus lectores u oyentes o televidentes.

Tampoco es hora de escuchar cantos de sirena de reparto de pobreza o igualdad por lo bajo, debemos pensar siempre en  buscar la igualdad desde el punto de vista de las oportunidades del estudio, el trabajo, la generación de empleo y el bienestar común.

Los únicos que podemos y tenemos la obligación de engrandecer el ejercicio de la política electoral somos los mismos colombianos, que con el voto tenemos la facultad y la oportunidad de escoger a un buen gobernante, a unos buenos congresista que antepongan el interés general ante el particular.

Si votamos bien, por los mejores, por los que nos demuestren solvencia moral y que no tengan antecedentes que manchen su nombre, seguramente Colombia será capaz de brindarle a los jóvenes y a las próximas generaciones un futuro mejor, donde no impere el odio, en la que no haya masacres, donde se respete la vida, los bienes y la honra de todos.

 

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