La total falta de seriedad

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Por Jorge Enrique Robledo 

No son pocas las cosas que irritan en Colombia, empezando por la gran corrupción que se enseñorea en los gobiernos, la política y los grandes negocios privados. Indignan también el gran desempleo y la pobreza y el hambre que van con él, incluido que a cinco millones de compatriotas los obliguen a irse al extranjero a buscar trabajo. Molesta mucho que se siga presentando la “justicia por la propia mano” –es decir, la violencia ilegal con uno u otro pretexto– como la panacea para los problemas nacionales.

Pero más llamativo es el éxito de la falta de seriedad con las que se tratan tantas cosas en este país, incluidas las gravísimas mencionadas en el párrafo anterior, actitud de la que son campeones Iván Duque y los mismos con las mismas. Qué tal el ridículo de que Colombia “iba muy bien, pero que tan de malas el doctor Duque porque le llegó la pandemia”, cuando el virus agravó lo que ya estaba muy mal. Y tampoco es serio que Duque saque pecho por el simple rebote de la economía el año pasado, cuando si se promedia con el crecimiento de 2020 da muy bajo, como será el de todo su cuatrienio.

Tampoco fue seria la decisión de Duque de nombrar a Carrasquilla ministro de Hacienda, y menos aún atornillarlo en el cargo luego de demostrarse en el Congreso que promovió la corrupción entre 117 alcaldes de municipios pobres de Colombia, para embolsillarse jugosas comisiones. ¿Qué tiene de serio, y más luego del paro, además, nombrarlo en el Banco de la República?

Qué falta de seriedad –el oso incluso– del avionado de amigos de Duque a Glasgow a meternos el cuento de que era muy importante su presencia allí, paseo que alargó por una dictadura del Golfo Pérsico –dictadura que no deja de serlo porque la motejen de sangre azul– y que también terminó en el ridículo al saberse que en lo que andaba era haciéndole un mandado al Grupo Gilinski en su asalto al GEA.

Carece de toda seriedad que Alex Char –tan mediocre en sus ejecutorias– se presente con derecho a ser Presidente de Colombia. E igual pasa con Néstor Humberto Martínez en el rol de digno orientador moral y político de los colombianos, derecho que solo se explica por su extrema cercanía con el propietario del medio que le paga con ese espacio. Y a propósito, qué decir del autoelogio del actual Fiscal General por el caso del estilista asesinado, ditirambo calculado para tapar que su llegada al cargo y su gestión han sido todo menos serias.

El fuera de concurso de la falta de seriedad se presenta cada vez que los neoliberales echan el cuento de que Colombia, con la apertura y los TLC, exportará a manos llenas. Tan cómica ha sonado esta engañifa, que pude decir que cuando Cesar Gaviria anunció que invadiría al mundo con las exportaciones nacionales, hubo reuniones urgentes de los mandamases de EEUU, Alemania, Francia y Japón para ver cómo se defendían de los productos Made in Colombia. Y en el summum de la ninguna seriedad, el ministro de Comercio –sobre el que engañan al decir que también es el de industria, lo que tampoco es serio– no pierde micrófono para mentir sobre el falso éxito exportador.

A quienes por razones de nuestros oficios nos toca leer y oír a los analistas económicos y políticos de los grandes medios, nos impresiona la escasa seriedad. Porque ni intentan explicar cómo una clase política tan poco seria como la colombiana puede aprobar leyes económicas serias y elegir presidentes serios. La cuadratura del círculo. Tan lejanas de la realidad siguen sus cantinelas arrevesadas, que si sus dogmatismos neoliberales no les lucieron en los días en los que podían echar cualquier cuento y salir impunes, ahora están haciendo osos tan grandes como los prehistóricos, aunque los absuelva el nada serio comité de absoluciones mutuas que manda en Colombia.

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