Carta a Caicedo y alerta al Magdalena

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Por Rosember Rivadeneira Bermúdez

Señor Caicedo, nos engañaste al inducirnos a creer que reivindicarías al pueblo con el movimiento que creaste. El tiempo demostró que tu propósito nefasto es llenarte los bolsillos de dinero, por eso el progreso del Departamento y su capital te ha importado un bledo.

Por lustros has distraído y confundido al pueblo mientras señalas a otros con el dedo, y también te has vuelto experto en el degradante oficio del bembeo.

La maquinaria política naranja regional labora bajo el slogan de “roban, pero hacen”. Es la técnica tiránica para legitimar el peculado y hacer que el pueblo celebre que lo están tumbando.

Emplean el neuromarketing político como método para habituar a la población a normalizar los actos irregulares. De esta forma, nos alteran el pudor moral, haciendo que el bien parezca mal y entonces aplaudamos los actos de maldad.

Pero el peculado no discrimina de cantidades, por eso resulta igual que sea poco o que sea mucho, o si fue realizado por Carlos o por Lucho, pues en todo caso se apropiaron de la riqueza por la que el pueblo luchó.

Y me explico ante vulgo. Es como si en una parranda realizan lo que popularmente denominamos “la vaca”, contribución realizada por los parranderos, y que administran los gorreros, para comprar una botella de Buchanan`s 18; y el gorrero, que en este caso es el movimiento de Caicedo, retorna con una botella de Anisado. Entonces los de la parranda lo ovacionan al creer que estamos progresando, porque este, a diferencia de los gorreros del pasado, solo se apropia de una parte del erario.

Pero, en Santa Marta y el Magdalena, el pueblo yace embriagado por el show y el discurso, y no advierte que el gorrero les está dando un licor de calidad menor.

Triste saber que aportamos para saciar el hambre y la sed, y luego llega un tirano a decirnos: “tome pueblo lo que me da la gana y confórmese usted.” Y mucho más triste es que la inmensidad de fanáticos y borregos conteste diciéndole: “gracias su majestad”.

Luego, entonces, se pregunta el pueblo por qué sufre recibiendo botín, mientras los gorreros se alojan en las comodidades de Punta Betín.

Realizan intervenciones que insultan la inteligencia. En sus discursos simulan pasión, haciéndonos creer que sus palabras brotan del corazón, pero sabemos que todo es un show, por eso hasta los públicos regaños resultan ser un engaño.

Afirma el líder que no le agradan los aplausos, que él trabaja por su salario, pero invierte recursos en publicidad engañosa, para que el pueblo ignore que transita por la senda pedregosa.

Líderes de fuerza ciudadana, ustedes son pecadores, no redentores, y al ser motivo de desencanto, no obtendrán la gloria disfrazándose de santos.

Ignoran fanáticos y borregos que el falso líder es la suma de Saulo sin reformar y de Judas dispuesto a traicionar. Ciertamente las acusaciones del pasado revelan que a cualquiera es capaz de cortarle la cabeza para apropiarse de las monedas.

¡Impostor! la ciudadanía está cansada de la eternidad de tu campaña, pues en todas las esquinas dibujas tu cara, pero también en motos, casas, postes, camisas, pancartas y camionetas. Únicamente falta descubrir tu rostro acuñado en billetes y monedas.

El pueblo educado sabe que todo se reduce a publicidad de pantalla porque de resultados nada que nada.

Por ello, nuestro rostro se torna confundido cuando el mesías, para ocultar sus errores, a los de antes invoca, pero el sentido común se alerta, sugiriéndonos que el señor naranja es quien desde hace años se está llevando la tajada.

La burbuja creada por la farsa ciudadana genera en la ciudadanía la percepción de laboriosidad, pero en realidad están destruyendo sectores de la sociedad, y ocasionalmente realizan obras paliativas, destinadas a entretenerle el ojo a los incautos seguidores, o para silenciar a los detractores, pero conservan vivas las necesidades.

Incluso, desconocen los procesos de planificación, por eso improvisan y con ello obstaculizan los proyectos de sectores productivos.

Se ha vuelto costumbre destruir la ciudad en época de afluencia turística. Los atractivos del Distrito, que para millares de trabajadores informales son fuente de ingresos, en ruinas se encuentran reducidos.

Observen que en el Rodadero destruida se encuentra la playa, para que el turista llegue y se vaya. Otras, en cambio, afirma el populacho que se encuentran hasta el teque teque, para que el visitante llegue y el Covid se lo lleve.

La obra del camellón de la bahía yace detenida. No ha culminado, pues esperan que se aproxime la fecha de elecciones para simular un resultado que induzca al pueblo a votar idiotizado.

No se trata de las efímeras molestias que el progreso deja a su paso, sino de las huellas del egoísmo, la improvisación y el apetito voraz de agotar el presupuesto a todo lugar.

La perla no es ciudad para cubrirle las grietas. No advierten que, mientras reparan una placa, debilitan la vecina. Sin embargo, la malicia sugiere que provocan daños para justificar la contratación que se avecina.

El falso mesías declara que de la policía metropolitana se encuentra divorciado, pues luego de lo ocurrido con ESSMAR afirma sentirse traicionado. Como respuesta simula encontrarse ciego durante los episodios de atracos y demás actos de inseguridad, y entonces cínicamente sonríe al saber que la fuerza pública ha sido incapaz de arrebatar a la ciudad de las manos de la oscuridad.

El llanto que estremece, y que en todas las esquinas la delincuencia deja a su paso, revela que en Santa Marta no está seguro ni quien porta un revólver, por eso el sendero del Ziruma no lo pueden disfrutar ni los Youtuber.

El brillo de la hoja afilada del puñal o el fuerte golpe con la cacha de un arma en la cabeza, es el triste recuerdo que en el presente las autoridades de la perla ofrecen a raizales y visitantes.

¡Dios mío! permite que en las próximas elecciones a tiempo despierten los electores.

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