Investigadores rastrearon la identidad genética del bovino criollo

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El ganado bovino no existió en América hasta el siglo XV, cuando se introdujeron los primeros animales domésticos, después de la colonización europea. Rápidamente se extendió por todo el continente y se adaptó a las diferentes condiciones climáticas: desde las grandes llanuras de América del Norte hasta las regiones tropicales del Caribe y las montañas, el área semiárida del noreste de Brasil y los glaciares de la Patagonia.

A lo largo de este proceso, que lleva más de cinco siglos, los bovinos criollos han desempeñado un papel crucial en la economía como mano de obra, fuente de alimentos y por sus pieles, y han demostrado una gran capacidad de adaptación y supervivencia, que exhorta a promover su conservación. En ese sentido, un grupo de investigadores de diferentes países estudió la diversidad, identidad y estructura genética del ganado criollo en todo el continente.

 

El estudio “La ascendencia genética del ganado criollo americano inferido de marcadores genéticos uniparentales y autosómicos”, publicado recientemente, partió de la colaboración de los miembros del consorcio Biobovis –que se dedica al análisis de los bovinos domésticos, integrado por 20 países de América, Europa y África y más de 50 investigadores–, que proporcionaron las muestras para la investigación. En total, se analizaron 4.658 muestras de animales pertenecientes a 114 razas bovinas: “1.480 muestras de animales criollos de 40 razas, 1.930 muestras de 39 razas de la península ibérica, 271 muestras de 18 razas de África, 271 muestras de seis razas de Reino Unido, 229 muestras de seis razas de Europa continental y 192 muestras de cinco razas de ganado del tipo índico”.

 

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