Un populismo que amenaza la democracia

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Por José David Name

De cara a las próximas elecciones presidenciales los distintos actores políticos no podemos guardar silencio y mucho menos apartar la mirada del debate que se está suscitando en torno al futuro de nuestro país. Estudiar la historia y los fenómenos que la rodean sirve para entender las coyunturas actuales y prevenir problemas futuros. El debate electoral no puede ni debe seguir siendo de derecha, izquierda, o de extrema alguna, pues son corrientes políticas excluyentes. Nuestro compromiso debe ser con la democracia y los colombianos; los cuestionables ejemplos de naciones como Venezuela y ahora Argentina nos dejan claro los riesgos que acarrea el injerto de modelos políticos y económicos experimentales.

Tenemos la penosa necesidad de mirar hacia el caso más reciente de crisis populista en nuestra región: Argentina. Es cierto que las cuarentenas establecidas en la mayoría de los países en el mundo fracturaron los sistemas políticos, económicos y sociales, y esto, inevitablemente, impactó la vida de todos, pero la forma en cómo se ha afectado el país gaucho ha sido estrepitosa y preocupante. Nuestros aguerridos vecinos latinoamericanos que venían mitigando una deuda externa de un total de 323.000 millones de dólares (unos 1.238 billones de pesos colombianos), llegaron a enfrentar en 2020 una tasa de desempleo del 10,4%, con una inflación que se estima actualmente en un 51,4%, lo que sigue erosionando el valor de su moneda local. Los medios de comunicación internacional mencionan que los datos oficiales marcan una contracción de la economía del 10%, y la consideran como la más grave del continente junto con la de Perú, dejando al margen la catástrofe venezolana.

Trayendo estos ejemplos al terreno nacional, nos lleva a pensar que el debate no debe girar en torno a si los candidatos presidenciales aspiran en listas independientes, por partidos tradicionales o por alianzas. El gran reto consiste en descifrar el fortalecimiento de la democracia, así como afrontar el desempleo, aumentar la inversión extranjera, mejorar los servicios públicos de salud, educación, transporte, entre otros. Colombia ha cambiado, no somos aquella nación del siglo XIX que se vio envuelta en una guerra civil partidista de mil días. Este Estado va avanzando poco a poco hacia la realización de sus fines sociales, económicos y políticos, así quedó demostrado en la pasada emergencia sanitaria y en los estados de excepción a los que hubo lugar.

Importar teorías y modelos económicos ajenos a nuestro desarrollo nacional es esquivar la crisis que enfrenta el mundo y que cada estado debe resolver, no con el intervencionismo crudo de países como Argentina, Perú, México o Venezuela, sino con el apoyo a los empresarios, los subsidios a la población desprotegida, el incentivo a los diferentes sectores, la creación de nuevas alianzas con la comunidad extranjera, entre otras acciones.

Conviene traer a colación al filósofo, jurista y politólogo italiano, Norberto Bobbio, quien vivió en carne propia la transición de varios gobiernos con sistemas distintos y al ser crítico y conocedor del tema, no guardó silencio sino que abrió debates históricos con sus compañeros de partido y sus contradictores. Sus opiniones no perseguían un breve reconocimiento en la prensa, sino que buscaban despertar la doxa, la crítica de consensos y que los electores no se dejaran confundir con la teorización populista del socialismo. Es fácil decir que tenemos la fórmula para resolver todos los problemas, podemos escribirla y explicarla como un teorema, pero la realidad es que quien diga eso es un irresponsable populista que solo busca votos y amenaza con destruir la democracia.

El debate debe centrarse en nuestra realidad con propuestas claras acerca de cómo sostener los subsidios a las nóminas para asegurar empleos, o los recursos para la matrícula cero, la devolución del IVA y los distintos programas que han surgido para mitigar el impacto de la crisis económica mundial sobre las familias más vulnerables. La democracia está siendo amenazada por el populismo y como dijo el profesor Giovanni Sartori: “la democracia electoral no decide las cuestiones, sino que decide quién resolverá las cuestiones”.

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