Colombia un Estado inerme e indefenso

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La figura del Estado nace en el momento en que el ser humano se organiza en sociedad, creando primero las ciudades o pueblos y después la reunión de estos, generó la necesidad de una organización que llamaron lo filósofos y politólogos de la época Estado, que ha tenido a través de los años, diferentes formas, pero que en esencia, su finalidad siempre ha sido el bien común e imponer la legalidad.

Para Max Weber el Estado moderno es una “asociación de dominación con carácter institucional que ha tratado, con éxito, de monopolizar dentro de un territorio el monopolio de la violencia legítima como medio de dominación…..”

Kelse definió el Estado como “un ordenamiento jurídico vigente y válido en un determinado territorio, lo cual equivale a decir: un sistema de supuestos de conducta humana normados que forman el contenido de un ordenamiento normativo.”

Podemos observar claramente, que la definición de Estado implica tácitamente la existencia de instituciones como las fuerzas armadas, una burocracia administrativa, los jueces o magistrados, la policía todo dentro de un territorio donde se asienta una población, que por su propia voluntad decide someterse a la legalidad.

Colombia antes de la constituyente del 91, era una nación sometida a la legalidad, pero asediada por el narcotráfico, las guerrillas y la delincuencia, lo que llevó al presidente Gaviria a  la convocatoria de una Asamblea Constituyente que adoptara un nuevo ordenamiento constitucional que mejorara la calidad de vida de los colombianos y se acentuara la autoridad del Estado.

Esta Asamblea, tenía como finalidad reformar la Constitución y no expedir una nueva, pero los constituyentes, que fueron elegidos con menos votos que los parlamentarios de ese momento, decidieron revocar al Congreso y construir una nueva Constitución para Colombia.

Fueron muchas  las figuras nuevas creadas por la constitución del 91, entre otras el reconocimiento expreso a los Derechos Fundamentales, la creación de la Corte Constitucional como protectora de la  Constitución, la Acción de tutela para garantizar el cumplimiento de los derechos humanos y otras que por espacio no cito.

En su momento el país creyó que con la expedición de una Constitución se acababan los problemas de nuestra sociedad, nada más lejos de la realidad, pues en 30 años de existencia, esta ha sufrido 56 reformas, lo que en esencia significa un fracaso de este ordenamiento constitucional, que supuestamente se expidió para conseguir la paz entre nosotros.

El despelote legal y constitucional actual, es producto del abuso de los derechos humanos, una cosa, es gozar de ellos y otra abusar de los mismos, para satisfacer odios, aspiraciones políticas y crear caos.

La Rama judicial, desgraciadamente ha caído en un desprestigio, nunca antes visto, no solo por motivos de corrupción sino porque la constitución le puso funciones de  carácter administrativo tales como la elección de algunos funcionarios.

El Congreso, cada día está más desprestigiado, ha sido presa fácil de la corrupción y la  calidad de sus miembros, en vez de mejorar, es cada día más decadente y producen grima y desespero escucharlos hablar sobre los problemas de nuestra sociedad.

Las entidades territoriales,  departamentos y municipios han sido presa fácil de los llamados trenes de la contratación, que imponen a su antojo, gobernadores y alcaldes para después disfrutar del presupuesto oficial.

El pueblo colombiano cree que solo tiene derechos y no responsabilidades para con la sociedad y para con ellos mismo, por ello, algunos siguen votando por los mismo o por el contrario, escogen a sujetos que explotan sus necesidad insatisfechas, para guiarlos por el sendero del odio de clases y enfrentarlos a otros compatriotas, buscando solamente su propio beneficio político, económico y social.

El gobierno nacional, no ha sido el más acertado en la escogencia de su equipo y por lo tanto, son pocos sus aciertos, afortunadamente el plan de vacunación si ha resultado eficiente.

Los más necesitados, claman cada día  más ayuda del Estado y los más ricos, solo piensan en como  engrosar sus arcas con el beneplácito del Estado.

Lo anterior ha llevado a que nuestro Estado, hoy no pueda imponer el orden, pues carece de las herramientas constitucionales y legales para hacerlo, se ha convertido en un Estado preso de los desórdenes,  de los medios de comunicación, de movimientos que se esconden con supuestas banderas cívicas, pero que el fondo no son más, sino políticos de izquierda pescando en ríos revuelto.

Colombia necesita cambiar este panorama, pero dentro de la legalidad, requerimos de un  Estado fuerte, con una constitución y leyes que respalden a las autoridades y que estas tengan límites claros en el ejercicio de sus funciones.

El próximo año, son la elecciones de Congreso y Presidente, ahí está la oportunidad para que los colombianos empecemos a tener responsabilidad para con nosotros mismo y para con los demás, decidiendo nuestro propio destino con la razón y no con las emociones, eligiendo a las personas más idóneas para cada uno de los cargos que por elección popular debemos escoger. Si esto no resulta, el único camino que nos queda es otra constituyente.

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