En el principio del Tiempo

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Por Rafael Gómez LLinas

Erase una vez, hace mucho, muchísimo tiempo. En un remoto lugar. En aquel lugar en donde nacen los sueños, los pensamientos. En ese gran espacio, no por lo grande sino por lo grandioso porque en él, ni el tamaño ni las distancias y por supuesto mucho menos el tiempo, tienen importancia ni cabida.

En esa misma esfera, en donde perviven por y para siempre toda la memoria y toda la existencia, una muy antigua leyenda no recordada, contaba y celebraba sobre el momento justo en el que todo un grande pensamiento estaba por ser creado. Recreaba la filigrana de acontecimientos y avatares que se trenzaron  con  anticipación y precisión en el destino, para hacerlo posible.

Créanlo. Como anticipándose a sí mismo, ese pensamiento, en el recuerdo de si, ya resonaba tenuemente allá en las regiones del principio del tiempo. Y sus efectos, que paradójicamente se perderían “sin perderse”, en la memoria después de salir a la luz en el mundo manifiesto, y que de seguro perdurarían más allá de él, eran presentidos por Radha, su creadora, al anunciarse con firmeza en actos plagados de sincronía, que eran sentidos como señales y avisos de alerta por ella..

Había objetos, sonidos, paisajes y personas, muchas personas, que cambiaban de sitio, de lugar y de circunstancias. Situaciones que se recomponían solo para avisarle con fuerza a Radha, (una verdadera viajera de las estrellas) de la proximidad de ese momento crucial en su destino.

Para asegurase, que lo que ya estaba escrito en los registros Akasicos, guardados con celo como memoria del universo en el oro regado como un tesoro de luz en el cosmos, y en Makuoro, no debía de ninguna manera ser desviado por una desarmonía o por un letargo de su mente. Era necesario que con el aviso de esas  señales un encuentro se diera, y con él, la decisión que a continuación, provocaría la confrontación de las dos muy poderosas fuerzas opuestas en carga, dinámica, gravedad y aliento, que le darían vida por eternidades, a ese nuevo pensamiento.

Y que en el espacio trascendente de ese generoso pensamiento, puesto en el tiempo del “No Tiempo”, en Aluna, un universo fuese creado por sí y en sí mismo,  en el momento justo cuando en un planeta impensado y aparentemente sin vida, en su Corazón, la Sierra Nevada de Santa Marta, más exactamente en el ámbito penumbroso de la Kankurua de Makuoro, ese espacio ceremonial y de reunión de los “custodios del corazón” de ese mundo, al hablar y hablar, como dueño de la palabra y del espacio de sus imágenes, y como siguiendo la estela de la estrella de la esperanza del cumplimiento de una promesa, de un pagamento, la potente voz de un anciano Mamo Tayrona, resonara para siempre con las ruedas del  tiempo en las que se expandiría por siempre ese mismo pensamiento.

Y  con  esa, con la fuerza de su palabra, allí mismo, en esa estancia penumbrosa,  se crearía un espacio que paradójicamente a su vez, albergaría ese pensamiento de Radha. Pensamiento que luego de vuelta y sin desviaciones, se acunara en  uno de los rincones mas recónditos de su mente y sólo en uno de los sueños de ella.

Se acunara en el espacio de un pensamiento en el que un universo distinto  fue pensado y luego creado por sí y en sí mismo, y en él,  una galaxia completa  se movería de manera distinta, más rápida y consciente, por lo que la vida florecería en planetas en donde antes no la había. Una galaxia espiral que entonces, viajaría serena y con un rumbo cambiado por los oscuros abismos del espacio de ese mismo Universo.

Y en ese cumulo estelar, un pequeño sistema planetario entre los millones que compondrían su enjambre luminoso, giraría armonioso alrededor de una estrella sol de mediana edad, y en ese sistema, a su vez, viajarían tranquilos y realmente rebosantes, muy rebosantes de vida, Marte el planeta del “amor”, y Seinekun el llamado “Mundo del Agua”. 

Y así, ni más ni menos, con la apertura de toda esa potente creación, los destinos de esas dos esferas planetarias llegarían a estar ligadas para siempre por el enorme sacrificio que por amor habrían de realizar siendo uno, dos, o tal vez varios al mismo tiempo, algunos habitantes de ambos planetas..

Sacrificio que serviría para que la salvación de ambas civilizaciones del enorme cataclismo al que estaban irremediablemente signados fuera posible, y sirviera a su vez para que ese universo con el paso de muchísimo tiempo, más bien con el alejamiento de más de 13.800 millones de años, de aquel punto en la nada de su  cegador nacimiento en aquella ya muy conocida colosal explosión, apareciera como consecuencia el ser humano en su historia, y ese mismo universo fuese observado con asombro por este, para auto referenciarse como su propio reflejo en ese infinito holograma- universo, con plena conciencia de sí mismo. Consciencia de su condición. De su misión.

Y que ya a salvo por ese sacrificio, en su segura y posterior condición de ser trascendido, supiera no solo de la procedencia de su propia existencia, sino del porqué y del destino de la misma.

Para que entonces encontrara las respuestas a aquellas muy conocidas, sencillas, pero trascendentales preguntas: ¿Quiénes somos?,..  ¿De dónde venimos?…  ¿Hacia dónde vamos?…  ¿Existe Dios?

 

 

 

Sharamatuna, A los primeros 220 días, del año del principio del final.

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