Colombia atollada en su propio lodazal político

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Por Hernando Fernández de Castro

Los colombianos somos felices recordando los hechos, situaciones y episodios malos o graves de nuestra historia, parece que nunca quisiéramos salir de nuestro propio barro en que hemos permanecido por mucho tiempo, sin encontrar el camino de olvidar lo malo de nuestro país,  mirando siempre hacia adelante con la frente en alto y tratando de conseguir un futuro mejor para nuestras generaciones venideras.

El último episodio de estos odios y malquerencias de nuestros dirigentes, es el que han protagonizado los expresidentes Pastrana y Samper, que nada nuevo han dicho, ni del uno, ni del otro que, no sepa Colombia desde hace mucho tiempo, pero que de vez en cuando traen a colación para refrescar odios personales que en nada benefician a nuestra sociedad.

Colombia fue víctima del narcotráfico, posiblemente no hubo en su momento, ninguna actividad de nuestra sociedad que no hubiese sido afectada por el proceder y el dinero de los narcotraficantes, el comercio lo penetraron, el sector financiero lo utilizaron, el futbol fue el deporte más tomado por esta actividad ilícita, los medios de comunicación en alguna forma, se lucraron mediante la publicidad de muchas de sus empresas y haciendas, recordemos el restaurante Las Margaritas o la Hacienda Nápoles, que publicitaban sus eventos en muchos medios de comunicación, los clubes sociales y el gremios de los músicos y cantantes, también fueron tocados por el narcotráfico.

Esa época de funestos recuerdos, nadie la quiere repetir, no podemos olvidar la toma del congreso por medio de elecciones espurias o la malhadada toma del palacio de justicia, pero lo que no podemos permitirnos, es vivir para el recuerdo de estos episodios, tenemos que sentarnos en el presente de frente al futuro y romper el retrovisor que tanto daño nos está causando.

Por lo tanto, era imposible que la política electoral, permaneciera en su momento, ajena a la influencia de los dineros procedentes de esta acción ilícita, más cuando es tradicional en Colombia, la injerencia del capital en los procesos electorales, ya sea mediante la compra de voto o la utilización de los pesos para incrementar la participación de los votantes mediante otros medios que igualmente requieren de mucha plata y que no son leales en los procesos electorales.

Igual, no podemos dejar por fuera la influencia de la actividad delincuencial de las guerrillas colombianas, en las elecciones del país, para nadie es un secreto, que los grupos guerrilleros intervenían en favor o en contra de ciertos candidatos en las regiones donde ejercían de alguna manera cierto poder, por medio del secuestro la extorción o las amenazas.

Todo esto es verdad y los colombianos lo sabemos, por ello, creo yo, no es necesario estarnos “sobando los chichones” a cada rato con lo mismo, para recordar el lodazal de nuestra historia, que también está llena de hecho y episodios colectivos e individuales hermosos y que nos llenan de orgullo de ser colombianos, pero que nadie hace mención a ellos porque esas noticia no venden, ni son del interés general. Tenemos grandes exponentes en la literatura, el arte, la música, las ciencias y en el deporte de los cuales debemos tomar ejemplo para mirar  y hacia delante con orgullo y esperanza.

Aquí se han montado y se montan candidaturas y partidos político, en base al odio de clase, soportados en discursos en contra de nuestra historia, denigrando de todo lo pasado, de tachar a los de antes como los responsables de todo lo malo, aun cuando también han participado en el tiempo con ellos de las mieles del poder y llevan más de veinte años en la actividad política electoral o en cargo públicos.

Y lo peor de todo, es que los electores comen de esos cuentos y caen en la trampa de la distorsión  de la historia como arma electoral, para después terminar arrepentidos de su candidez política y por haber permitido el ser utilizados como instrumentos para acceder al poder y hacer lo mismo que hicieron los de antes.

Colombia y los colombianos tenemos que ser optimistas, tenemos que entre todos, hacer  lo posible por convertir a nuestra patria, a sus regiones y municipios en tierra de oportunidades, donde los jóvenes encuentren un camino hacia la prosperidad y miren con ilusiones su futuro, que les permita construir nuevas familias educadas, con trabajo y capaces de enderezar el curso de nuestra historia, sin mirar atrás, sin odios, sin resentimientos.

Solo así podremos llegar a ser felices y salir de ese lodazal histórico que nos atormenta y nos recuerda los que no quieren que Colombia sea un Estado que  cumpla con la obligación que le imponen la Constitución y las leyes.

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