Gaia

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Por Rafael Gómez Llinas

 

Gaia, tal como lo definió el científico y visionario James Lovelock, “es una metáfora de la Tierra viva. Y la diosa griega de la cual procede, podría sentirse orgullosa del nuevo sentido que ha adquirido su nombre”

 

Durante miles de años, la humanidad ha saqueado los frutos y las entrañas de la Tierra para su bienestar, sin tener en cuenta las consecuencias. El siglo veinte se erigió en el tiempo de la vida de la civilización, como el cursor parcializado hacia esa destrucción, en la disyuntiva entre el llamado desarrollo de la era industrial concebida para el avance de la humanidad, a costas de la deforestación, la depredación de las especies, la extracción del petróleo y del carbón y su transformación en la energía necesaria para mover la pesada maquinaria  de esa revolución industrial, o en sentido contrario y  sensato, la de la preservación  de la Tierra.

 

El ser humano eurocéntrico, mucho más avanzado por las condiciones climáticas de su territorio y la facilidad de la consecución de esos recursos naturales, prefirió la primera, pensando que los riquezas de la tierra eran inacabables y que el curso de una vida mas fácil, cómoda, eficiente, globalizada y así colmada de riqueza, era el mejor de sus logros en millones de años de evolución. Cuan equivocado estaba. Su connatural sentido de supremacía sobre sus otros congéneres y  las otras especies,  desembocaría en la  inconciencia de una  ambición desenfrenada y desmedida, que no le permitiría ver la verdad y el fatal desenlace de todo eso.

 

Ahora que el calentamiento global y el cambio climático son evidentes para cualquier observador imparcial, la Tierra comienza a vengarse tal como lo predijo con una anticipación de varias décadas James Lovelock. La humanidad no solo está a punto de autodestruirse, sino que todas las soluciones propuestas o aplicadas hasta ahora, o sea, la de la reforestación, la biomasa, la energía solar, la energía eólica etc. no tienen la capacidad de resolver el problema..

 

Quién es Gaia? ¿Qué es?, se preguntaba James Lovelock y así se repondría: “El “Qué” es la delgada capa esférica de tierra y agua que existe entre el interior incandescente de la Tierra y la atmósfera superior que la rodea. El “Quién” es el tejido interactivo de organismos vivos que la ha habitado durante más de cuatro mil millones de años. La combinación de ese “Qué” y ese “Quién” y el modo en que uno afecta continuamente al otro, es lo que se ha bautizado con el nombre de “Gaia”…

 

Por otro lado una nueva teoría científica desarrollada por eminentes físicos teóricos y matemáticos como Sean Tull y Kleiner, trataría de averiguar a través de un complejo algoritmo, si la consciencia es un elemento fundamental en la conformación del Universo y si sus sistemas animados o no, poseen dicha consciencia.

 

Asi mismo, el neurocientifico Gilio Tononi autor de esa “Teoría de la Información Integrada”, uno de los principales modelos de la consciencia, considera que esa teoría podría ser el puerto de partida hacia una ruta segura que la descifre.

 

Esa Teoría de la Información Integrada, sugiere que la consciencia está en todas partes. Inmersa a lo largo y ancho de todo el universo y se acumula en los lugares en los que es necesaria para unir diferentes sistemas. Una acumulación nacida de la necesidad, lo cual implicaría necesariamente una clara intención que la precede. Y eso no podría ser otra cosa que el resultado de un acto consciente.

 

Siendo asi las cosas, la consciencia es inmanente a todos los seres vivos y no vivos y está en todas partes. Es omnipresente. Se encuentra en un momento sin tiempo, a lo largo y ancho de todo el universo y determina su derrotero y destino. Es la inteligencia de la creación. Y es sin duda una clara convalidación de ese bello concepto de “qué” y “quién”,  es Gaia.

 

Sería tambien como el deseo o intención puestos en el espacio en la “nada” y trascendente de la creación, que describen los hermanos mayores en su concepto de Aluna; o el Om primordial, ese sonido del que surge y se amplia la creación según la cultura védica; o como aquel enigmático Bosón de Higgs, la llamada partícula de Dios formulada y comprobada por la Física teórica de partículas, que aparece en el momento justo del Big Bang, aquella explosión primigenia de la creación, y que luego, un instante después, desaparece para siempre, no obstante que todo el Universo no hace otra cosa que seguir con exactitud sus ordenes dejadas en el denominado “Campo de Higgs”, un memorial de mandato que permea y permanece para siempre en la creación durante el ciclo de toda su vida, y del que sospechamos, pervive aún después de ella.

 

Como una persona que llega de repente a una fiesta, la recorre totalmente y enseguida se va, pero deja por escrito todas las canciones que deben bailar y exactamente todo lo que deben tomar y hacer los demás invitados aun en su ausencia, y estos a su vez, aún cuando se organizan a si mismos, lo hacen pero siguiendo con exactitud todas esas ordenes.

 

La biología por ejemplo, se organiza a sí misma de acuerdo a la estructura y dinámica subyacente en el espacio a todas las escalas. Los patrones geométricos aparecen cuando entidades biológicas relativamente grandes, como las  aves y los peces, se mueven todos juntos, actuando como si de un único organismo biológico se tratara…  Algo que es conocido como “murmuro”.

 

Asi, se pueden observar bellas estructuras de doble Toroide en algunos de los movimientos de esas estructuras vivas, y la armonía reina…  Y Gaia, se reafirma.

 

 

 

Es la hora entonces, que los humanos aprendamos de los pájaros, y de otras especies, a crear un “murmuro de consciencia” colectivo, para así, volar todos juntos hacia la coherencia, hacia la resonancia…Hacia la armonía que da la paz…

 

O mejor, hacia la paz que da la armonía. Una armonía que cada día que pasa sería más necesaria entre nosotros mismos, y de nosotros con Gaia, la madre Tierra. Para cuidarla, y que así mismo ella nos cuide y preserve en la vida como raza humana, hasta el final de los tiempos.

 

¡Ojalá, todavía haya suficiente tiempo para eso!…

 

 

 

 

Sharamatuna, A los primeros 213 días, del año del principio del final.

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