La Ley de Origen

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Por Rafael Gómez LLinas 

La “Ley de Origen” de las comunidades indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta es el compendio de su saber científico, técnico y consuetudinario, guardado celosamente a través de novecientas noventa y nueve generaciones  por  los Mamos,  líderes espirituales o Autoridades Tradicionales.

Este saber científico es integral, orgánico, pues sistematiza en una sola cultura de costumbres (Ley de Origen) la cosmovisión, la técnica para el uso y conservación del entorno natural y las normas de convivencia de la vida social, incluidas las relaciones entre las personas y la forma de comportarse cada día. No existe separación entre su teoría sobre la formación del universo y del mundo, su arquitectura, agricultura y normas de conducta de su vida familiar y extra familiar: ES UNA SOLA. Ella, Ley de Origen, Ciencias Tradicionales, llenan todo el mundo visible e invisible.

La Ley de Origen es sencilla, consuetudinaria e inmueble. De la misma forma como explica la creación del universo y la historia del mundo, de los animales, las plantas, las personas, las familias y los pueblos, determina la forma como deben ser construidas las viviendas, los centros ceremoniales, orienta la época de la siembra, la cosecha y el descanso, la ruta de las corrientes de agua, el camino de los hombres, la geografía de los lugares, los nombres de los recién nacidos, los colores y texturas del vestido, el tono de los instrumentos musicales, la candencia de los bailes, y hasta la conversación más intrascendente. Es Arte, Ciencia, Cultura, Religión, Historia, Técnica, Norma, Ley, Decreto, Lengua, Sonido y Pensamiento.

Siempre está presente. Cuando un indígena conoce (y conocer es aplicar y practicar) y  tiene frente a si, en cada momento, la mitología de sus creadores,  la historia de su pueblo, la ciencia de sus conocimientos, las técnicas a aplicar, las costumbres cotidianas a practicar, el legado de sus estirpes, la relación de los suyos con los animales, las plantas y las cosas, el día y las características de sus alimentos y la forma de practicar su espiritualidad, (Pagamento) para sostener no solo el mundo de su entorno cotidiano, si no también para la permanencia de la humanidad, y la existencia del planeta mismo.

Ella, la Ley de Origen y la vida misma, es sucesiva, eterna, creativa y creciente, entretejida durante millones de años, y sigue aspirando- expirando, en un creativo proceso de construcción de la vida y la sociedad, por los siglos de los siglos y los milenios de los milenios. El conocimiento y práctica de la ley de origen, permitió a millones de personas vivir en las faldas del Macizo Montañoso durante miles de años sin afectar la sostenibilidad natural y destruir el entorno, sino acrecentando, en la medida que crecía la población humana, la capacidad de carga de los ecosistemas.

Hoy, sería comparable a poseer un saber técnico, científico y cultural que permitiera colocar dos veces la población entera de la ciudad más  grande de los Bonachi en las laderas de la Sierra Nevada, sin que el entorno natural sufriera ninguna clase de deterioro, al contrario, aumentando su riqueza con la actividad humana.

Antes de la invasión, hace 529 años, era abiertamente practicada por las comunidades de la Civilización Indígena, sin restricciones de ninguna clase. Durante un siglo, los antepasados de los pueblos indígenas de la Sierra Nevada enfrentaron la guerra Material-Espiritual (aspirar – Exhalar), de la cruzada castellana, algunas veces abriéndose a la colaboración (aspirar), otras eludiendo la confrontación (Exhalar), a los invasores.

Los cronistas de indias son excesivamente prolijos, detallistas, en registrar la forma como el lado castellano del conflicto veía el proceso de exterminio  de estos pueblos. El fin de la “Guerra Tayrona” en 1598, significó, aparentemente, el paso de esta cultura a la noche de los tiempos.

Sin embargo, como el mundo de la Sierra Nevada estaba entretejido con la cultura  y tradición de los pueblos que la habitaban, las expediciones punitivas no tuvieron éxito total y los pueblos indígenas lograron sobrevivir. Sierra  adentro, donde no alcanzaban a llegar ni la espada, ni la cruz, la Madre Seinekun, la  Montaña Sagrada, cuidaba a sus hijos primogénitos.

¿Cómo lo hicieron?

Un viejo aforismo de los ancianos de la Sierra Nevada recomienda a los  jóvenes “aprender a subir y bajar la Sierra”, es decir, conocer sus caminos, integrarse a la naturaleza, ser lo menos notorios posible. Eso solo puede practicarse cuando se conoce el entorno, cuando la Ley de Origen está presente en la mente, en todo momento.

Aprendimos a “subir y bajar la Sierra”, en silencio, dicen los Mamos.  A partir de los últimos años del siglo XVI, al finalizar aquella que los Cronistas de indias denominan como la “última guerra Tayrona”, los pueblos indígenas de la Sierra Nevada desaparecen casi por completo de los registros históricos, limitándose a algunas referencias en los reportes de curas doctrineros, misiones capuchinas o estadísticas de bautizos y una que otra rebelión frustrada.

 La espada y la cruz parecían haber vencido a las orgullosas naciones de la Sierra Nevada, sus ciudades líticas abandonadas, sus ancianos dispersos o exterminados, la tradición perdida, los nombres cambiados, los valores  trastocados, la historia acomodada, en un etnocidio cultural, ligado a un genocidio físico, que buscaba la asimilación y sometimiento de estos pueblos por la vía de su integración a los valores, símbolos, cultura, estructura económica y de poder de la invasión Castellana y la posterior dominación  Republicana.

Los pueblos de la  Sierra Nevada parecían haber pasado a la silenciosa noche de los tiempos, sin dejar más testimonios ni huellas que las crónicas sesgadas de curas y doctrineros asustadizos que veían al “demonio”, el anti paradigma de la cultura Castellana y Republicana, en cada manifestación de identidad cultural indígena, de autonomía personal y de libre albedrío individual.

No obstante eso, bajo la superficie, el mundo de la Civilización Indígena se encontraba en plena ebullición. La Ley de Origen y las Ciencias Tradicionales se ocultaron bajo la tradición oral de los ancianos y Mamos. Los centros ceremoniales y las prácticas tradicionales continuaron aplicándose, practicándose y transmitiéndose de generación en generación. Los vestidos y técnicas tradicionales de agricultura, arquitectura, botánica e hidráulica fueron perseguidos, hostigados y casi exterminados de la memoria de estas naciones, pero toda la fuerza de las normas y el poder de la Espada y la  Cruz no  fue capaz de desarraigar de la memoria de sus pueblos los códigos secretos de su cultura, su tradición y ciencia ancestral.

Obligados a colocarse nombres y apellidos castellanos, continuaron conservando sus nombres ocultos en una poética sabiduría, con los cuales honraban a sus héroes, lideres, ancestros y valores. Perseguidos por las enfermedades que importaron los castellanos, siguieron curándose con sus remedios tradicionales. Hostilizados por el ojo vigilante del misionero o el castigo de las autoridades “Bonachi” (No indígenas),  las claves  de la Ley de Origen y las Ciencias  Tradicionales  seguirían vivas y a la vista de todos, en el gorro de lana (Tutusoma), en el tejido de las mochilas (Tutu Ika), en los colores de las indumentarias tradicionales, en la forma como organizaban la agricultura o la técnica de construcción y orientación de las viviendas.

Ningún pueblo de la historia humana. Ni siquiera la India unida de Gandhi-Ji, conoció un proceso tan largo y tan fuerte de resistencia cultural cotidiana a la imposición de las costumbres y las leyes del conquistador. Hace casi un siglo, en los albores del siglo XX, los Mamos y todos los pueblos de la Sierra regresaron súbitamente a los registros históricos, con las epopeyas de la resistencia IKA a los adoctrinamientos de la Misión Capuchina en Nabusimake, por los lados de las tierras del Cesar. Resistencia que duro casi un siglo hasta cuando, recuperaron el control convirtiéndola en un Centro de Educación donde se impartiría su  cultura y ciencia tradicional, en la lengua propia.

Ese proceso se inicio con la primera Asamblea de Mamos de Saberes de 1893 en Bongá, ladera norte, y dio origen a un renacimiento cultural, recuperación de valores y territorios que se prolongó durante cien años, en medio de enfrentamientos, retrocesos, agresiones contra  los pueblos, incomprensión de las autoridades no indígenas, procesos de despojo, desarraigo y destrucción de valores. Proceso este en el cual  esta venciendo, obviamente, el más antiguo: El de los hermanos Mayores o pueblos indígenas de la Sierra.

 A fuerza de enfrentar la agresión e invasión con una sola arma: el orgullo cultural, logrando conquistas importantes de reconocimiento de territorio, educación en lengua propia, afirmación de la primicia de justicia tradicional y consuetudinaria, reconocimiento constitucional de sus  territorios; derecho este en el cual los pueblos de la Sierra  fueron pioneros, y que continua aún hoy, en el reconocimiento de los territorios sagrados, la ampliación del territorio histórico, y sobre todo, la intangibilidad de la cultura y ciencia tradicional, de su herencia de sangre y pensamiento de su memoria genética.

Sin embargo, al abrirse el tercer milenio, se inició un proceso diferente, en esencia el mismo, pero con otras características, a partir de una segunda Asamblea de Mamos realizada en el centro de la  Sierra, en el Jardín botánico de Busintana, en Arumuke, hacia los lares de las lagunas y cerros sagrados, en el año nuevo de los pueblos de la Sierra y a mediados del año Occidental de 2003, casi quinientos años después de las primeras navegaciones de los Europeos en las costas de la “Montaña Sagrada”.

Y aún hoy, ese proceso continua. Y continua aún con más fuerza porque Seinekun, la madre Tierra, ante tanta agresión y destrucción del hermanito menor, les ha dado la razón.

 

 

Sharamatuna, A los primeros 199 días, del año del principio del final.

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