La Isla de Sharamatuna

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Por Rafael Gómez Llinas

Hace 65 millones de años, en un mundo todavía insipiente y virginal, lo que hoy conocemos como la Sierra Nevada de Santa Marta era una enorme isla.  Se podría decir, como ya aquí lo hemos dicho, que era una isla continente.

Y la costa meridional más cercana, quedaba a casi seiscientas millas náuticas de distancia desde lo que por esos tiempos, era el extremo de la cordillera central de lo que hoy es Colombia.  Ayudada por el forcejeo incesante de las fuerzas telúricas en esas edades tempranas de la Tierra, esa serranía extendida, apenas emergía avanzando lentamente en el océano hacia el norte, a la altura de lo que hoy es conocido como el altiplano Cundiboyacense.

Y esa isla, era la isla continente de Sharamatuna.

De esa enigmática isla, se dice en las más borrosas historias ancestrales de los “Hermanos Mayores”, que despuntó sobre un océano turbulento y macizo, antes, mucho antes, de que la masa continental que ocupaba lo que hoy es la inmensa oquedad el golfo de México, se hundiera pulverizada por el devastador impacto de un enorme cuerpo celeste que ensombreció a la tierra entera, al final de su meteórico recorrido desde el principio del tiempo, después de surcar la oscuridad sideral agrandándose a su paso durante 13.800 millones de años, llevándose además por delante hasta su extinción, a muchas de las grandes especies y ecosistemas muy expuestos, y a otros todavía en formación, en esa insipiente y convulsionada composición de la Biosfera de Gaia.

El mundo ya no seria igual después de eso. Y cuando se separaran los cielos, y cesara la oscuridad cenicienta que le regaló el colosal impacto de ese monstruo del espacio, la vida en la Tierra siguió siendo más parecida a como ahora la conocemos. Pero asi como las grandes especies de animales desaparecieran, la isla de Sharamatuna en y por su aislamiento, no conoció al interior de sus linderos, la tropelía sabanera ni los rugiros de esos gigantes de la evolución animal, ni mucho menos la correspondencia y el reflejo en la composición de la biosfera, de una respuesta vegetal para su subsistencia que completara la arquitectura de esa colosal escalera temprana de la evolución de las especies.

La isla de Sharamatuna por esa razón era, todavía hoy es, y lo será por siempre,  diferente. Y ese rastro de distinción del resto del planeta, aunque es muchas veces imperceptible, aún se conserva intacto.

Mientras el Homo Sapiens veía el amanecer de la vida en las riberas del sur  de las ricas aguas maternas del rio Zambeze al Noroeste de Zambia en la África Austral, y desde allí se irrigara su descendencia junto con sus correntias sobre planicies y selvas inacabadas, y en su trashumancia extendiera su simiente hacia las  tierras de cuatro continentes desde las distancias oscuras de 290 mil años atrás, la isla de Sharamatuna escribiría muy por aparte de todo eso, su propia historia de humanos, y tal vez lo hiciera desde muchísimo antes.

Una historia que se habria de cruzar con la de esa otra corriente de humanos originarios, solo desde aquel aciago día en que desembarcaran para siempre la tropelía de conquistadores y depredadores de estas tierras, y que todavía hoy aún no terminan de hacerlo.

Pero, mientras todo eso llegara a suceder, habria un inmenso abismo de tiempo entre una y otra cultura, entre una y otra expresión humana. Un abismo que la paleontología y el rastro de peregrinación dejado en las pinturas rupestres, tratarían de explicar con la teoría de una muy probable migración desde las tierras del Norte de América, como terminación de un brinco continental por la parte alta del globo terráqueo en donde se unieran Asia con América, por esa ruta congelada del estrecho de Bering.

Y, aunque en Papúa, Nueva Guinea, la isla  más septentrional de Oceanía, se encontrara recientemente en el linaje de sus aborígenes, un rastro genético que los haría descendientes directos de aquellos moradores primigenios de las costas occidentales de la América del Sur continental, muy a pesar de tener una separación oceánica de más de 10.000 millas náuticas, en un hecho que sugeriría su gran condición de navegantes de mares altura, al revés, los humanos originarios que surgieran en África, nunca brincarían hacia el occidente por encima de un embravecido océano Atlántico hasta recalar por aquí, simplemente porque nunca fueron navegantes. Eran caminantes, y como tales, le darían entonces, casi una vuelta completa al globo terráqueo hasta arribar a estas nuevas tierras, después de una larga, larguísima e interminable travesía terrestre por sus anchuras más altas.

Entonces, las piezas en el tiempo de ese rompecabezas formado por migraciones, trashumancias, siembras genéticas que dejaran un marcado rastro en razas, civilizaciones e historias humanas a su paso por muchas latitudes, tendrían un encaje exacto en ese recorrido por un amplísimo arco terrestre de miles de kilómetros,  que comenzaría en las vegas africanas del rio Zambeze y que en un lapso que abarcaría miles de años, recorrería cuatro continentes hasta estar casi de vuelta a sus orígenes, a la vista de esa huella de heredad encontrada en las islas de Nueva Guinea, si no fuera porque el registro de carbono de esa similitud mitocondrial con los nativos de esta parte de América del Sur, mostrara algo realmente muy inquietante: ¡Ese registro de correspondencia genética era muy anterior en el tiempo al de los rastros de los migrantes provenientes del norte, y aún antes, de los que surgieran en los momentos tempranos de la evolución del sapiens humano en las llanuras del cuerno Africano!

Entonces, siendo esto asi, las piezas de ese enorme rompecabezas evolutivo volarían por los aires desordenadas por ese insalvable desencaje de tiempo y espacio. ¿Cómo podría ser eso posible? ¿Cuál podría ser su explicación?

La respuesta a este acertijo, podríamos tal vez encontrarla en la tradición oral de la Ley de origen de los hermanos mayores. Veamos:

Dicen los Mamos, que hace mucho, muchísimo tiempo, habitaban ellos en un vasto territorio, como parte de una luminosa y floreciente civilización, para la que el Universo y la leyes que lo regían,  no guardarían  ningún secreto.

En algún momento de su historia pudieron ellos visionar, un enorme cataclismo, una catástrofe que la devastaría, y para salvarse, se alejarían navegando hacia el sur, en la búsqueda de una exuberante isla de la que ya tenían noticias por las historias contadas por algunos osados aventureros que se habrian atrevido a explorar hasta esas lejanías.

Dice esa misma leyenda que cuando navegaban hacia allá, vieron y sintieron a sus espaldas un colosal resplandor que se alzaría encendido sobre el horizonte, y que oirían además un ensordecedor trueno, tal vez el golpe final de un gigantesco cuerpo celeste que hundiera en el océano toda esa tierra para siempre.

Si  esa leyenda fuese cierta, como pareciera serlo,  eso explicaría el desfase de tiempos y espacios entre el origen de aquellos “sapiens caminantes” Africanos, y esos “navegantes” Americanos que avanzaran dejando su rastro de descendencia en Nueva Guinea, los mismos que después de huir de la total devastación de su tierra llegaran navegando para salvarse, a aquella enigmática isla.   La Isla continente de Sharamatuna.

Estaríamos presenciando entonces, un abismo de tiempo de más de sesenta millones de años entre una especie humana y otra, lo cual sugiere que los orígenes de los pobladores de Sharamatuna, se remontarían a una civilización muy anterior a todas las conocidas, y de la que no quedaría ningún registro más allá de historias y leyendas, como aquellas que describían a la Atlántida, aquel continente perdido que portaba a una luminosa y avanzada civilización que desapareciera para siempre consumida en un colosal cataclismo antes de la quinta extinción de las especies, y cuyo único remante que le sobreviviera, pareciesen ser los pobladores  actuales de la Sierra Nevada de Santa Marta,  los que tal vez, por  ese, su remoto origen, se hiciesen llamar, “Hermanos mayores”

Pero definitivamente lo que nos haría creer de que todo esto pudiese ser real, que todo eso fuese posible, seria el hecho incontrovertible, de un conocimiento  superior más alla de toda comprensión, que tendrían desde tiempos remotos, los llamados enigmáticamente,  “Hermanos Mayores”.

Mientras la civilización Eurocéntrica, los descendientes directos en esa línea sin sobresaltos de aquellos primigenios ¨Sapiens Africanos”,  solo desatarían el nudo del entendimiento del universo y sus leyes, cuando descubrieran la  teoría de la Relatividad y el principio de incertidumbre de la mecánica cuántica  haría menos de cien años, los Hermanos Mayores no solamente describirían con asombrosa similitud el entendimiento del cosmos y la vida  con ese mismo mapa de la realidad desde miles de años antes, sino que  además  tambien lo vivieran con la aplicación en su cotidianidad, de los conceptos consignados en su bella y profunda ¨Ley de Origen, desde haría esos mismos miles de años.

Asi, para los hermanos mayores el “Campo Unificado” de la Física, lo describirían bajo el bello concepto de “Aluna”; las “Ondas Gravitacionales” como el “Circulo de Pensamiento”; la “Energía y Materia Oscura  Fría” del universo, bajo el concepto de la madre o la energía de Seukukui; Los “Agujeros Negros” y sus horizontes de sucesos, con el concepto de “Tikun”; la “Composición Binaria” del Universo, como “Serankua y Seukukui”; La “Materia y Antimateria” y la correspondencia entre la vida y la muerte, como las “Nueve Kankuruas” hacia el mundo de la existencia y las “Nueve Kankuruas” invertidas hacia los mundos de la no existencia; los “Campos Cerrados” de energía, en el concepto de “La Línea Negra” y la aplicación de las aseguranzas; la preeminencia del numero “Nueve” en todas las actividades de su vida, asimilable a la constante numérica consignada en el cuadrado de la velocidad de la luz, en la formula Einsteniana del universo; El “Tejido  de Energía” que curva y define el espacio tiempo de todo el universo, con la malla y los cruces de las líneas de energía que sostienen y le dan vida a la Sierra Nevada, el “Corazón del Mundo, solo como algunos ejemplos.

Y así, si enumerásemos  uno a uno todos los conceptos de la física teórica,  con seguridad serian sobrepasados por ese vasto conocimiento de los Hermanos Mayores de la Sierra Nevada de Santa Marta, con muchos otros a los que todavía ni siquiera a llegado la Física Cuántica y la Cosmología de la ciencia eurocéntrica, simplemente porque estos llegaron primero. Antes, mucho antes, a la observancia y conocimiento del Universo…  ¡Llegaron primero a la vida!.

Todo esto explicaría  la razón del porqué, los Mamos de la Sierra Nevada de Santa Marta, serian sin ninguna clase de dudas ni equívocos, nuestros “Hermanos Mayores”

 

Como lo dijeran los Romanos; “primeros en el tiempo, primeros en el derecho”

 

Sharamatuna, A los primeros 185 días, del año del principio del final.

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