“Las distancias no existen cuando haces lo que amas”

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A nivel mundial todos reconocemos la labor del talento humano en salud, aún más cuando debieron enfrentarse a un virus desconocido que cobraba vidas de ciudadanos e, incluso, de sus colegas. Un esfuerzo sin precedentes que todavía sigue, pero con una luz de esperanza para ellos y nosotros: la vacunación.

Hoy buscamos honrar la labor que siguen ejecutando nuestros vacunadores en todas las latitudes y longitudes de nuestra nación. Incuestionablemente, es un trabajo que aparte de una vocación certera, requiere de mucha tenacidad, paciencia y amor para que con una de estas dosis contra el covid-19 se sigan salvando las vidas de las poblaciones más vulnerables.

En el departamento de Amazonas, Alex Moreno Olaya cumple con esta loable labor. Desde 2002 hace parte del Programa Ampliado de Inmunización departamental y, ahora, después de años de una encomiable labor protegiendo a su población contra las múltiples amenazas infecciosas que aún hacen presencia en el territorio, nunca concibió que tendría una carrera contrarreloj para enfrentar el covid-19.

A sus 51 años no se imagina en otro lugar ni en otra misión. Supone que el destino ya le tenía deparado una historia definida.

Su aptitud, como la de muchos, también corre en sus venas e impulsada por la adhesión a su gente y su región. Sus padres dedicaron sus vidas también al sector salud y ahora él continúa con este reto de salvarlas a través de las vacunas.

Alex, al que identifican los pobladores de la zona como “El Gato”, por el potente y brillante verde que decora sus ojos, ya conoce su departamento completamente. Esta labor lo ha llevado por los dos municipios y nueve corregimientos que componen el Amazonas colombiano.

“Estoy muy contento con lo que hago. Amo mi trabajo. La gente me trata muy bien por mi vocación para hacer las cosas. Soy muy cercano a las comunidades, ya me conocen y me distinguen”, dijo.

La diversidad geográfica del Amazonas implica, indiscutiblemente, un esfuerzo robusto. Es el departamento con mayor extensión del país, sumado a las espesas y densas selvas que la acobijan y su potente sistema fluvial, que tiene entre sus nervios uno de los ríos más caudalosos del mundo.

“He viajado y llevado esperanza desde el 2003. Cumplí 19 años en este trabajo y he atravesado ríos como el Apaporis o el Caquetá. He pasado caídas de agua, soportar lluvias torrenciales y viajado por casi 15 días para cumplir con la inmunización de las comunidades de cada uno de los corregimientos”, recordó.

Para la inmunización del esquema regular del PAI, sus viajes a cada una de las zonas del departamento eran anuales. Ahora, en medio del ritmo acelerado que el Plan Nacional de Vacunación contra el covid-19 trajo, su trabajo se ha duplicado y sus viajes se han acentuado.

“Este es un trabajo de lunes a lunes. Desde las 7:00 a. m. me dispongo para recibir las dosis, alistar los equipos y cumplimos jornadas hasta las 5:00 p. m. Cuando viajamos a las partes más alejadas, usualmente con el apoyo del gobierno local, nos dirigimos en avión. De ahí cogemos una moto o lancha y son casi dos días para llegar a las vías y así caminar por nueve horas con termos en las manos y un morral de 70 kilos en la espalda”, relató.

No hay día que no le agradezca a Dios por haberle permitido esta labor tan preciosa. Este orgulloso leticiano no para de pregonar su algarabía por hacer parte de este momento histórico en el mundo, y que en sus manos y en sus hombros tenga la responsabilidad de recorrer kilómetros para llevar estas dosis de esperanza y sobretodo, según él, que no existan las distancias cuando se hace lo que se ama.

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