Que nos dejó el paro

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Por Hernando Fernández de Castro 

Después de casi cincuenta días de haberse iniciado el llamado paro nacional, es bueno intentar un balance de las consecuencias de este movimiento, que comenzó como la expresión de una protesta constitucional y legal, contra las necesidades insatisfecha de muchos sectores de nuestra sociedad y que tuvo como excusa perfecta la triste y fallida reforma tributaria.

Se demostró la inexperiencia y desubicación del gobierno nacional, frente a la realidad de nuestra sociedad, fueron muchas las voces que le advirtieron que no era el momento oportuno para presentar un proyecto que modificara el estatuto tributario, que si bien, se sabía que era necesario ante la precariedad de las finanzas públicas, como consecuencia de la pandemia, era totalmente impopular tratar este tema en medio de una pandemia que tenía y tiene destrozada la economía de los colombianos.

Queda probado que el manejo del Estado, debe recaer en manos de personas que entiendan la política, como la ciencia que estudia el comportamiento del ser humano dentro de un núcleo social, para determinar sus necesidades y las soluciones de las mismas, sin perder de vista la oportunidad para adoptarlas y midiendo sus posibles consecuencias sociales, económica y políticas.

No puede un gobernante olvidar nunca, que toda decisión política tiene consecuencias o efectos económicos y que cualquier medida económica surte efectos políticos. El ejemplo del paro es el más fehaciente y reciente ejemplo de esto, lo presentaron como una reacción a una medida gubernamental, por eso, no deben los miembros de este gobierno, ni los futuros gobernantes, este axioma.

Así mismo, podemos decir, que Colombia demostró, por un lado, que es una sociedad emocional, que se deja manipular por personas que sin tener ninguna legitimidad política, saben explotar para sus propios beneficios políticos electorales, las afujías, las molestias sociales y hasta los odios que ha venido sembrando en una juventud con ansias de mejoramiento económico, participación política y escalamiento social, e igualmente explotando al mismo tiempo el padecimiento que sufren los más vulnerables de nuestra sociedad.

Alguna vez alguien se atrevió a decir que Colombia era un país violento por naturaleza, eso, en los momentos en que vivíamos un desasosiego diario producto del accionar de los grupos armados ilegales, fuesen guerrillas, paramilitares o delincuentes comunes. Muchos pensaron que con el famoso proceso de paz con las FARC, esto estaba resuelto, pero los hechos son tozudos, los actos delictivos en contra de bienes públicos y privados, las muertes causadas entre los manifestantes y  de los policías, parecen demostrar que estamos aún lejos de entender que el dialogo civilizado, es la herramienta más efectiva para solucionar los problemas, la asertividad, la proactividad y el respeto por lo que  piensan los demás, son importantes en la interacción social, podemos ser diferentes en nuestras ideas, pero esto, no justifica que nos matemos entre nosotros y que pensemos que la destrucción, es la solución.

A pesar que el gobierno atendió algunos reclamos, como la matricula sin costo alguno para los estratos 1, 2, y 3 que debe ser establecida como política estatal y otras decisiones tomadas en beneficio de los colombiano, no creo que el paro y mucho menos el vandalismo hayan dejado, nada positivo para el país. Se puede seguir protestando, pero entendiendo que para exigir un derecho, no se puede pasar por encima del derecho de los demás.

El respeto a la institucionalidad es fundamental en una sociedad civilizada, la democracia, aunque imperfecta, es el mejor sistema político que existe, pues permite que la expresión del pueblo se materialice en la elección de sus gobernantes, o sea, la soberanía del pueblo se impone dentro de este sistema. Lo demás son dictaduras. sean de izquierda o de derecha, que recortan e impiden la expresión popular, entre ellas las protestas.

En mi sentir, el paro, no trajo grandes conquistas sociales, antes por el contrario, casi acaba con la economía nacional. Los colombianos todos, entre ellos los jóvenes, que exigen oportunidades de empleo, deben entender que destruyendo la economía, no es el camino para encontrar empleo, que si no existen los empresarios y las empresas, la economía no será capaz de absorber la oferta de empleo del mercado.

La capacitación, unida al emprendimiento o al empleo justamente remunerado, debe ser una meta de los jóvenes como futuro de Colombia, pero para que puedan alcanzar estas justas aspiraciones, requerimos vivir en armonía entre todos y aprender a zanjar nuestra diferencia por las vía democráticas, participando masivamente en los procesos electorales en forma independiente y votando racional y no emocionalmente.

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