De ayer a hoy

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Por Rubén Darío Ceballos Mendoza

Puestos con el necesario rigor en las líneas de la historia, repasando sucesos, aconteceres, logros, realizaciones y demás otros alcances y conquistas de otrora, encontramos dirigiendo los destinos de nuestra ciudad capital y el departamento en todos sus escenarios, públicos y privados -sin que ello indique que todo tiempo pasado fue mejor-, personas notables, señores en el más amplio sentido del vocablo, académicos e intelectuales con luz propia, profesionales de primera condición, ciudadanos mostrados y demostrados, en lejana diferencia lamentablemente con los que hoy nos orientan; o mejor, mal orientan, como por doquier se escucha. Era una constante que se acudiera a los mejores hijos de la tierra, individuos de mucha talla, grandes resultados, hoja de vida, real prestigio, relaciones, compromiso ciudadano y definido sentido de pertenencia, para que ocuparan los cargos más relevantes, lo que era motivo de sano orgullo ante propios y extraños, al tiempo que se constituían en referentes de lo bueno, mejor y superior; para lo bueno, mejor y superior.

Por eso cuán importante fuera que ciudadanía y comunidad, especialmente la más joven, se interesara de manera consciente por saber el porqué de la debacle actual, para que por fin entiendan que una de las razones de la mediocridad que se nos endilga desde diversos medios de difusión y tribunas muchas de opinión, tiene que ver con la ignorancia supina y manifiesta irrelevancia de quienes, por capricho, que no por demostraciones de desempeño ni eficacia, ocupan cargos de preminencia, clave lo cual en todo proceso administrativo. Individuos que dan pena ajena, que desconocen en verdad hasta de los temas propios de los cargos que ostentan, lo que se agrava si le adicionamos a ello los descalabros y acciones deshonestas en los que muchos incurren.

Muchas personas de valía, a diferencia de lo reciente, han pasado por dichos cargos dejando recordadas improntas de decencia, eficiencia, buen hacer y quehacer administrativo público, lo que bien puede ser comprobado en cualquiera mínima investigación que se haga, y que seguro arrojará sin duda en los más cercanos servidores en esas mismas instancias administrativas, impresionantes resultados prontuariales, dignos de confinamientos, cadalsos y mazmorras a perpetuidad, especialmente cuando asaltan los recursos que sagrados tienen que ser, de la salud, alimentación y educación.

Tenemos que convenir que el primer acto de honestidad de una persona cuando se le llama para ocupar cargo alguno, es, de no ser apto para el mismo, no aceptarlo. Pero no. Asumen los mismos sin saber, conocer ni tener formación académica, ni experticia operacional en la asignatura a manejar. Son profesionales sin competencias, y lo que es peor, sin siquiera conocer el territorio donde habrán de ejercer su encargo, como hace poco nos sucedió. De la nada prácticamente nos los convierten en sabios, de ahí en gran parte semejante como tamaña mediocridad y gigantes desaciertos.

Las consecuencias están a la vista. Negación. Atraso. Pobreza, pobrería y miseria. Desnutrición. Hambre. Inseguridad. Delincuencia. Violación permanente de los derechos humanos. Indigencia. Bajos índices productivos y competitivos. Nulo crecimiento económico. lastimoso desarrollo social y humano. Movilidad a debe, y así mil y más falencias. Nadamos en océano de incertidumbres, prácticamente obligados a aceptar las sinrazones, cohonestar con lo irracional y casi que permitir los abusos a mares que se suceden en nuestras administraciones. 

Entendamos que nos es necesario ordenar y reordenar lo que falta haga, en el propósito cierto de erigirnos como un departamento que merece en todo y para todos destinos mejores y superiores. No podemos continuar como estamos. Reconstrucción y restauración en todos los sentidos es lo que necesitamos. rubenceballos56@gmail.com  tw: @CeballosRuben56 –Ing: @rubenceballos2021*Jurista

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