Quien para el paro y la pandemia

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Por Hernando Fernández de Castro

 

Colombia ha sido un país atormentado por las divisiones, incluso, en alguna época se habló que éramos una nación fracturada, expresión en desuso hoy en día, pero que en mi concepto, toma vigencia, no solo porque somo un país de regiones, donde tenemos diferentes costumbres culturales, que pasan por las clases de alimentos que ingerimos, la forma de vestirnos, de hablar y de actuar en sociedad, pero nos unían los sentimientos por la defensa del buen nombre de Colombia, por las buenas costumbres y por siempre querer el bienestar de toda la sociedad colombiana.

Problemas había y muchos, corrupción igual siempre ha existido, pero la sociedad se unía alrededor de los partidos y los gobiernos para tratar de sacar adelante el país.

Hoy no es así. Los intereses personales, se ponen por encima de los de la comunidad, se utiliza la destrucción con el falso argumento que quieren construir un mejor país. Instrumentalizan a unos jóvenes que, con derecho, reclaman oportunidades dentro de la sociedad para paralizar el aparato productivo, causando desabastecimiento, hambre, destrucción y encarecimiento de la vida de la gran mayoría de nuestro pueblo.

Estos seudo dirigentes, agrupados por autodenominación, sin legitimidad política ni social ninguna, convocan a protestar por mejores condiciones sociales, a sabiendas que estas legitimas protestas terminarán en vandalismo contra los bienes públicos y privados, porque siempre ha sido así y así continuará siendo, pero, este vandalaje les permite presentar al gobierno de turno, cuando usa la fuerza pública para proteger a los ciudadanos y sus bienes, como un Estado perseguidor, donde impera la dictadura y falta de libertades.

Porque este es el objetivo final de la convocatoria a la protesta, no la protesta pacífica, sino el desorden y la destrucción de nuestra economía, para generar el caos y el desorden y presentar, a Colombia ante el mundo como una democracia que no funciona, pero que ellos utilizan para  tratar de realizar sus anhelos y darle rienda suelta al odio que han sembrado desde hace tiempo y desde distintos sitios de nuestra patria, incluso cuando han actuado desde la ilegalidad.

La protesta es un derecho constitucional y el que lo quiera ejercer, lo puede hacer en forma libre, pero ese derecho no lo hablita para atropellar los derechos de la gran mayoría de los colombianos, que son los que no salen a la calle, tal vez por decidía, o de pronto, porque no quieren propiciar desordenes y vandalismo.

Creo que el relamo de los jóvenes a tener la oportunidad de una educación gratuita, es legal y valedera, ya lo lograron, pero quieren más, no todo se puede lograr de un solo tajo. El reclamo contra la reforma tributaria era entendible, la retiraron y aún siguen esgrimiéndola como argumento para las protestas, después pedían que la reforma a la salud la retiraran e igualmente se cayó en el congreso, pero siguen con el sainete de esta. Las protestas animadas y convocadas por unos personajes que buscan figuración y que tienen intenciones políticas, pero que no se atreven a platearlas de frente son utilizadas para tratar de llegar a la presidencia o al congreso, alcaldías o gobernaciones,  arropándose con las necesidades de una sociedad ya castigada por las afugias, pero que a la vez es víctima de atropellos y bloqueos de vía urbanas y carreteras, que impiden el derecho a la libre circulación y locomoción de la gran mayoría de colombianos.

Divide y reinaras, ese parece ser la finalidad de los organizadores del paro y de ciertos candidatos presidenciales, que agazapados impulsan y vitorean la protesta legal y se relamen en la oscuridad, por el caos que están causando los vándalos que atropellan a la ciudadanía y a las autoridades legalmente constituidas.

Los colombianos mayores, sabemos lo que es el caos ocasionado, por los que hoy gozan de los privilegios concedidos en el proceso de paz, nacimos con el miedo en el cordón umbilical, con la angustia pegada en nuestra sangre, crecimos en medio del secuestro, los ataques y bombardeos, bajo el imperio del estado de sitio, que llevó, en muchos casos, a que los miembros de los cuerpos armados del estado cometieran atropellos y abusos, por eso nos aterra ver a colombianos tratando de sembrar odio, y pedir castigo como venganza o para satisfacer sus frustraciones en pleno siglo XXI. Así no se hace política electoral y mucho menos se pueden imponer ideas para construir un mejor país.

Unámonos, dialoguemos, zanjemos nuestra diferencia civilizadamente y defendamos nuestra tranquilidad, que es la tranquilidad del futuro de Colombia, de esa juventud que hoy clama por sus derechos y que mañana serán los dirigentes del país. La violencia solo conduce a más violencia y esta al caos y la destrucción, Reflexionemos y seamos civilizados en las diferencias.

Mientras tanto la pandemia crece y los muertos igual, quienes los sufre son los que saben lo que duele perder a un ser querido mientras cunde el desorden. Paremos el paro y sus actividades ilegales y muy seguramente pararemos este pico que está causando tantas muertes.

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