El Cierre del Tiempo. 3ª parte

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Por Rafael Gómez LLinas

¡Ya son las seis!… ¡Ya casi es la hora!… ¡La reunión!, le dijo Gladys.  ¡Acuérdate de la reunión!  Repitió Gladys dando como siempre, un paso hacia delante y otro hacia atrás. Con esas palabras, que al principio las oyó lejanas como un confuso rumor y sin saber todavía donde se encontraba, se despertó  Alfred D’Saint Chezcott. Se estiro, bostezó, y se percató de inmediato que todo lo vivido parecía haber sido un sueño. Trató de recordarlo y no pudo. Solo le quedó un fuerte y extraño sabor y la sensación de haber estado dando vueltas en círculos sobre un mismo sitio.

Mientras tanto a lo lejos, el sonido sordo, grave, profundo, de la sirena de un  inmenso buque bananero de la United Fruit Company que se veía entrando lentamente a la bahía por la ventana de su alcoba, lo desvió de sus   pensamientos…

Miró entonces a su lado desprevenido, y vio sobre su mesita de noche unas hojas desprendidas al lado de un libro desojado y maltratado, con una datación que se remontaba a los albores de los primeros veintisiete  años  del siglo XVI,  y que a lo mejor, no lo recordaba, habría estado ojeando la noche anterior. Un  libro enorme, extenso, forrado como con el cuero de algún animal extinto; escrito a mano con una caligrafía preciosista y muy antigua; con un rastro permanente de olor a humo de leña, e impregnado de barro seco; retorcido por el agua o los aguaceros, y con un título muy sugestivo: El Sonido del Último Pensamiento, (o La Última Palabra).

Era un libro muy viejo, muy raro y con unas hojas arrugadas y desteñidas. Patinadas de humo y de incomprensiones. Adornadas con dibujos de esferas concéntricas confinadas por unas líneas reteñidas con lápiz negro y unas pequeñas inscripciones en su interior que decían cosas como: CORAZÓN DEL  MUNDO… MERIDIANO CERO… TRESCIENTOS SESENTA MERIDIANOS… LÍNEA NEGRA… CIRCULO DE PENSAMIENTO Y DE PAGAMENTOS… TIERRA SAGRADA… ASEGURANZAS… LEVÓGIROS… CAMPO DE ACELERACIÓN DE PARTÍCULAS… CAMPO UNIFICADO, ¿O ALUNA?…

 

En ese extraño libro, vería varias veces también los interrogantes: ¿ESPACIO-TIEMPO, O PENSAMIENTO?… ¿RUEDAS DEL TIEMPO U ONDAS GRAVITACIONALES?.. y también otros círculos que se enlazaban en formas geométricas y  armoniosas como si fuera una tarea de dibujos escolares. Y con ellos, casi encima de ellos, garrapateada, la formula Einsteniana del universo, y la del símbolo de la conciencia: El Macro y el Microcosmos.

 

También la de la estrella Macrocosmica de cinco puntas: El Pentáculo Esotérico. El símbolo de Venus. De la Diosa Madre. Rodeado, por la palabra Tetragrámmaton… y seguida de ella y entre paréntesis un pequeño letrero que decía: Tetra- Granma- Ton, que traduciría: Cuatro – Letras – Unidas. Y más abajo, otro mas enigmático en el que se leía:

 

TETRAGRANMATÓN: O cuatro letras unidas, que tal vez signifiquen la unión de  los cuatro aminoácidos  principales y esenciales  de  la vida… ¡El arquetipo simbólico del genoma humano!… ¡El origen de la vida misma!

Todo esto estaba inscrito dentro de una perfecta flor de círculos excéntricos y triángulos equiláteros acompañados de círculos que tenían su centro en sus vértices, y que convergían en un punto central formando un perfecto loto, y  allí, destacada, escrita la palabra “CORAZÓN”…

Líneas tangentes y ángulos todos múltiplos de “NUEVE”. Códices y secuencias matemáticas interminables que concluían siempre en esos  círculos o  en rotundos ceros, y debajo de ellas, sesgada en una esquina, y como saliéndose de ella por  una Línea Tangente, una  pequeña  frase escrita debajo del dibujo de un ser humano, similar al hombre de Vitrubio, con brazos y piernas extendidas  que  decía: “LA FORMULA INCOMPLETA DE DIOS”…

Y más abajo, otro dibujo en donde aparecía la imagen de un hombre y una mujer, muy unidos, entrelazados en la posición de Sajamaituna, con una inscripción que rezaba: “LA FORMULA COMPLETA DE DIOS”.

Y mucho más abajo, otra frase conocida de algún autor desconocido, que rezaba: “La geometría euclidiana, la de dos dimensiones, sirve para expresar en imágenes y para entender mejor, conceptos multidimensionales y matemáticos de alta complejidad, los cuales se expresan también en símbolos y figuras bidimensionales”… “Sirve, para entender conceptos que van más allá de la cuarta dimensión del espacio tiempo, y que la geometría y la concepción espacial de tres dimensiones no alcanzarían a describir y a comprender, y mucho menos, nuestra mente de igual alcance tridimensional e incompleta”.

Y al final, en unas letras muy, muy pequeñas, otra frase mucho más enigmática que decía:

El Universo, no es sino un reflejo. Es, como uno de los puntos de un enorme e interminable holograma. Como una de esas imágenes holográficas que formulan en dos dimensiones una información que abarca tres, cuatro, cinco, once, o de pronto hasta más dimensiones. Como aquel Mapa Trenzado de los hermanos mayores, los Mamos de la Sierra Nevada de Santa Marta, en el  que cualquiera  de  sus  imágenes  por muy  pequeñas  que  sean  siempre será igual y contendrá toda la información de la más grande.

 

Y que cuando la información de una de ellas cambia, o varía aunque sea  levemente, también, sin que se pierdan las anteriores, esa información cambiaría y variaría en todas ellas. Y que la más grande imaginable de ellas, será la más pequeña de las imágenes de una todavía más grande que a su vez, será la más pequeña de una mucho mayor, y así sucesivamente, relacionándose holísticamente hasta el momento en el umbral de la nada, en Aluna, de la extraña, o mejor, de la “intencionada” torsión del espacio tiempo, que en su anulación, hace siempre juntar al  principio con el final, tal y como lo hacen cuando se tocan la vida y la muerte,  y se hacen infinitas en un solo y único tiempo.

 

O lo que es mejor, por su anulación, en ningún tiempo. Y que después, en otra dimensión o en otro “Momento”, en uno antes del inicio del tiempo, siempre, siempre, esa misma torsión, con esa intención, hará unir también a las dos por siempre, poderosas cargas de energías contrarias con toda su valiosa información: La de todos los avatares de infinitas vidas y universos, contenidas en sí mismas en ese campo de la nada, desatando así, la explosión del nacimiento de algún otro Universo. O en otra rueda del tiempo del mismo Universo… O lo que es lo mismo, de una nueva vida… O mejor, de la misma vida…

Estas ultimas frases tampoco las entendió. Solo se las quedó mirando un buen rato en un vacío de incomprensión, sin recordar siquiera de donde había salido ese extraño libro, que se veía escrito en un tiempo muy lejano y que más parecía la saga neblinosa, incompleta, o codificada, de los seres de una civilización imaginaria y mágica, por no decir inverosímil.

Lo hizo, hasta cuando sintió sobre su piel la brisa suave y salobre que entraba por su ventana proveniente del océano. Y mientras miraba sin mirar por la ventana la reverberación que flotaba a esas horas de la tarde sobre el horizonte marino, tuvo Chezcott la sensación de que algún día no muy lejano, podría comprender el sentido de todos esos extraños dibujos palabras y frases. Y que en ellos, estaría el secreto de todo.

Algún día, en cualquier vida..

 

Sharamatuna, a los primeros 129 días del año del principio del final.

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