Con todo fervor revolucionario: ¡bella Ciao!

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Por Luis David Duque García 

Debo reconocer que fui uno de los muchos que en reuniones manifestaba mi indignación por la tal reforma y creía válido protestar. No puedo negar que el medicamento, resultó peor que la enfermedad.

Todo empezó mal. El solo hecho que el gobierno haya querido llamarle “Ley de Solidaridad Sostenible” a una reforma fiscal que gravaba con IVA los productos de la canasta básica y los servicios públicos, que golpeaba a los pensionados, a la clase media le imponía un pago por renta y donde el recaudo vendría en un 73% de las personas naturales y el resto de las empresas, demuestra que por más maquillaje que le hubiesen querido poner en su bautizo, Duque y Carrasquilla lo que lograron fue echarle combustible a las calles, que aunque estaban en cuarentena por pandemia, en noviembre del 2019, ya ardían.

A esto, se le sumaron dos enfermedades graves: la otitis aguda del gobierno nacional y la incontinencia verbal de las redes sociales. La oposición como es su costumbre, se opuso. Los liberales en cabeza de Gaviria gritaron a su estilo, un no rotundo. Vargas y Cambio Radical, le dieron un coscorrón certero. La U y los conservadores, aunque tibios en tiempo, también le retiraron su apoyo. Y, por si fuera poco, Uribe y su partido le suplicaban por todos los medios que no la presentaran. Pareciera que la respuesta del gobierno era: ¿De qué me hablas viejo? A lo que una gran mayoría, salió a responder en redes sociales: “La reforma se cae y Duque ciao, Duque ciao, Duque ciao, ciao, ciao”.

Y como el gobierno no quiso escuchar a sus aliados, ni a las redes sociales y mucho menos a sus opositores, la calle habló. El problema es que la calle de día es pacifica, pero de noche es catastrófica. A las horas más oscuras, las iluminan llamas ardiendo. La horrible noche nos muestra diariamente a la mayoría de los colombianos que hay unos pocos desadaptados que andan con todo fervor revolucionario, pescando en rio revuelto y que tenemos un presidente que prefiere las mismas altas horas de la noche para no ser vilipendiado por su incumplimiento de campaña de “no volvernos una Venezuela”.

En medio de esas revueltas revolucionarias, al país le tocó nuevamente, vestirse de luto y desgraciadamente caímos en la tentación de ponerle valor a nuestros muertos. Ahí la cosa se jodió, porque calificar a Lucas Villa o al Capitán Jesús Alberto Solano, a la bebé de la ambulancia o a Alison Meléndez, de muertos buenos o muertos malos, demuestra que el problema no era la “Ley de Solidaridad Sostenible”, el problema realmente es estructural.

La solución no es taponando vías, lanzando piedras o disparando armas. Tampoco destruyendo los monumentos de Belalcázar, Jiménez de Quesada, Santander o Bolívar. La solución no es agredir física o verbalmente a la policía o a los estudiantes. Y mucho menos parar o destruir la vida productiva del país, donde lo único que esto deja es más desempleo y mayor pobreza.

Los daños causados, no se los hicieron al presidente Duque, ni a ningún otro político. Los daños nos los hicieron a todos los colombianos. Y esos daños los pagarán los impuestos de todos los colombianos, sin distinción de izquierda o de derecha.

Sé que el palo no está para hacer cucharas, pero pensar que el país debe detenerse totalmente es un suicidio colectivo. Es contradictorio ver a los mismos que piden respeto por los muertos y solidaridad con el paro, exigiendo la suspensión de unos partidos de fútbol o impidiendo que lleguen los insumos para los que si quieren trabajar lo hagan y al mismo tiempo, ellos, los mismos protestantes, haciendo fiestas electrónicas en los lugares que ilegalmente se tomaron o jugando fútbol en las vías que impiden llegar con el oxígeno que escasea a un sistema nacional de salud que está en alerta roja.

La solución es mucho más compleja y como si fuese un castigo divino, esa reforma que no fue capaz el gobierno de lograr, se convirtió en diez grandes reformas que el país necesita para poder solucionar realmente su problema: la reforma laboral, la reforma fiscal, la reforma financiera, la reforma política, la reforma agraria, la reforma de justicia, la reforma de salud, la reforma a las fuerzas del orden, la reforma a la educación y la reforma ambiental. Pero el silencio de los actores políticos nacionales retumba con desesperanza. Nadie dice nada. Nadie se atreve. Pareciera que igual que el avestruz, guardaron su cabeza debajo de la tierra, pero les recuerdo que dejaron su trasero por fuera.

No me cabe duda de que este paro tiene intereses políticos muy fuertes. Los anteriores llevaron a sus líderes a lograr escaños en el congreso y a varias alcaldías en el país. Este no será la excepción. Aquí lo que está en juego es qué modelo ideológico gobernará el país los próximos años. Así que amigo marchante, como se lo recomendó Jaime Garzón a los primíparos de la Universidad Nacional en el año 1996 hablándoles de las manifestaciones violentas, “no vayan a poner el pecho, hay algunos profesionales aquí que toda la vida han vivido de eso, se encapuchan, se suben, pintan paredes y están haciendo trigésimo cuarto semestre de algo. No se metan allá, que por lo general, el que cala es el que no tiene experiencia”. En esta pelea los están usando para incendiar el país y así buscar la presidencia de la República para unos tipos, que ni siquiera van a las marchas…

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