El éxtasis de los violentos y la reculada del gobierno

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Por Hernando Fernández de Castro

La protesta y el paro de esta semana, nos deja unas lecciones que debemos comentar. Primero debo decir que respeto y defiendo profundamente los derechos constitucionales individuales y colectivos, por eso, acepto la protesta pacífica como un medio de expresión de los descontentos de la sociedad.

Lo que no comparto, en ninguna circunstancia, es el uso de la violencia, como medio de manifestar un inconformismo, y mucho menos cuando los violentos tienen como objetivo la destrucción de bienes públicos, que le pertenecen a la sociedad colombiana, que han sido construidos con dineros públicos y que benefician a los mas necesitados, como los  distintos medios de transporte masivos.

Esta incongruencia, o sea destruir para construir, solo cabe en la cabeza de personas anarquistas, sociópatas o psicópatas partidarios de la teoría del caos político, que actúan creando destrucción, violencia y terror para generar un caos social, económico y político para pescar en rio revuelto.

Creemos con fe, que los organizadores de la protesta, no la convocaron con esta finalidad, pero no es necesario ser ni mago o adivino, para prever que  una justa manifestación de inconformismo, podía o iba a ser aprovechada por personas anárquicas, para imponer sus actos vandálicos por encima de la protesta legítima del inconformismo de una sociedad.

Es importante que todos los colombianos reflexionemos sobre lo que deseamos para el futuro de nuestra sociedad, si deseamos parecernos a países vecinos donde no hay democracia, ni respeto a los derechos individuales, o si, decidimos construir y mejorar las condiciones económicas, sociales y políticas de nuestra comunidad, dentro de los canales constitucionales y legales.

Por otro lado, parece que la miopía política del actual gobierno, su desconexión con los colombianos y el empoderamiento de sus miembros, le impidió vislumbrar el rechazo de casi todos los estamentos sociales, que causaría la tan cacareada reforma tributaria.

No discuto que el manejo de la Hacienda Pública requiera de técnicos en la materia, pero esto no significa que estos personajes, crean que esta condición, los habilita para estar desconectados de la comunidad, porque ellos gobiernan para todos, tiene la responsabilidad de optimizar los recursos financieros públicos y direccionarlos para que el Estado cumpla con la finalidad que le impone el artículo dos de nuestra constitución.

La finalidad del Estado es crear condiciones generales que garanticen el desarrollo, la convivencia pacífica y el desarrollo de toda la sociedad. Los servidores públicos, están al servicio de la sociedad, manejan recursos públicos, se deben a la comunidad en general, por lo tanto, su obligación es gobernar para todos implementando políticas públicas que busquen el bienestar común.

El servidor público, que no entienda esto y que solo se sienta técnico, y crea que por ello está por encima del pueblo, no debe estar al servicio del Estado.

La falta de olfato político, en el mejor sentido de la palabra, ha llevado al gobierno a la reculada con el proyecto de reforma, menos mal, nunca es tarde para corregir el rumbo, y creo que el consenso de todos los actores de nuestra sociedad, políticos de todas las tendencias, los gremios, los sindicatos y todas las organizaciones que crean pueden aportar ideas para mejorar el proyecto de esta reforma, deberían hacer sus aportes bien intencionados para sacar adelante una ley que beneficie a la sociedad y a los menos favorecidos, pero sin golpear a ningún sector de la sociedad colombiana.

La política, es la ciencia que estudia el comportamiento del ser humano dentro de la sociedad, para lograr mejores formas de gobierno, que beneficien los intereses comunes a todos los miembros de la comunidad. Nunca se debe confundir lo que es la Política como ciencia, con la politiquería o la política electoral, son dos cosas totalmente diferentes. La primera es la gestora del pensamiento político y la otra es solo el mecanismo que distingue la democracia de las dictaduras.

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