“La secta ruidosa”

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Mensaje al director:

 

“El cambio” es lo más parecido que puede haber a una secta llena de fanáticos dogmáticos.

 

El líder de la Secta es un tipo que repite sin cansancio que es de orígenes populares y con visión alternativa; lo que olvida mencionar es que es el fundador de una nueva oligarquía, y que en el transcurso de fundar y estructurar esa oligarquía se ha hecho rico, tanto que le ha alcanzado la plata para comprar varios inmuebles, para aspirar a la presidencia, para patrocinar el “sí” en épocas de plebiscito de acuerdos de paz, y también para aspirar a la gobernación teniendo una avanzada de más de 15 carros llenos de publicidad y un bus lleno de jóvenes a los que había que pagarles comida, hospedaje y por su puesto un “auxilio”. Cómo todo mal líder busca dependencia de sus subordinados. Nada, absolutamente nada se hace en “El cambio” sin la aprobación de la deidad caicediana.

 

Los feligreses son de varios tipos. Hay unos que son fanáticos enceguecidos, tanto que recurrentemente usan frases como: “roban pero hacen” o “todo es culpa de los de antes”. Otro tipo de feligreses que tiene esa secta es el de los subordinados; estos no tienen una fe genuina, pero si se ven obligados a compartir en sus redes sociales personales cualquier gestión de su contratante, ese que deriva de esa nueva oligarquía que mencioné atrás.

Por último están los feligreses resignados, esos que víctimas del discurso vacío de lucha de clases y lucha de clanes, prefieren el color naranja solo porque sí. La secta no es mala pero se, lo que si es negativo, y mucho, es que hoy está en el gobierno, y utiliza recursos públicos para hacer difusión de sus himnos, para alimentar el ego de la deidad caicediana y para señalar de malo a quien no comulga con su panfleto de ideas. Santa Marta y el Magdalena merecen más, y máxime si esta afirmación nace en medio de un estado laico. La secta naranja ha sido capaz de traer el infierno a la tierra, y también de perfumar con esencia de deidad a un tipo que es igual o peor que a quienes critica en sus discursos 20 julieros.

La secta del cambio es imparable, o por lo menos así seguirá siéndolo hasta que la ciudadanía reflexione y dejé de creer en redentores populistas. Que Dios se apiade de Santa Marta, del Magdalena y del tipo aquel que con ínfulas de deidad ha persuadido a muchos incautos. Es necesario fomentar un ateísmo que desmantele la farsa del cambio y de la fe caicediana.

 

Sergio Torres Alvarado

 

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