Impuestos, falacias y subdesarrollo

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Por Jorge Enrique Robledo

Mal empezó el trámite de la reforma tributaria, la tercera de este gobierno en tres años. Porque no satisfechos con engañar llamándola “Ley de solidaridad sostenible”, el propio Iván Duque afirmó: “Lo primero, es que aquí esto no se trata de una reforma tributaria”, falsedad que además conlleva la idea corruptora y desmoralizante de que mentir sí paga.

La otra falacia oficial es que el recaudo será de 25,4 billones de pesos, cuando es muy superior, según las cifras conocidas. Ante los gremios, incluida la parte que disimuló, el gobierno reconoció 30,3 billones: 10,5 de IVA, 16,8 de personas naturales y 3,0 de personas jurídicas. Pero Aurelio Suárez encontró otros cuatro billones tras el rótulo de “redistribución de externalidades ambientales”, es decir, pintados de “verdes” pero también regresivos: una sobretasa al consumo de electricidad –entre 1,2 y 1,8 billones–, un impuesto a todo tipo de vehículos, incluidas las motos –2,14 billones–, y 100 mil millones a los plaguicidas, para un gran total de 34 billones de pesos, 33 por ciento más de lo publicitado. Y lo regresivo de la reforma no permite dudas: porque casi toda la pagan los pobres y las clases medias.

Tampoco es cierto que esta reforma tributaria se origine solo en los costos fiscales de la pandemia. Porque busca tapar el hueco de la de 2019, que les disminuyó los impuestos a las súper trasnacionales y se los aumentó a pobres y clases medias, disminuyendo el recaudo en 9,4 billones de pesos en 2021 y en 10,7 billones en 2022. Y este gobierno derrochón malbaratará 14 billones en aviones de guerra internacional que Colombia no necesita.

Debatir en serio sobre impuestos en Colombia –e igual pasa con lo demás– es cada vez más difícil. Porque aumentan las fake news, las mentiras descaradas. Suelen afirmar que mil empresas pagan todos los impuestos de Colombia. Pero la verdad es que el IVA y los demás impuestos indirectos, incluidos los llamados “verdes” también contra las gentes del común, aportan el 53,17% del total del recaudo nacional, en tanto el aporte del impuesto de renta se reparte así: grandes contribuyentes: 28,56%, otras empresas: 7,56% y personas naturales: 9,03%, incluidas las asalariadas (Dian).

Los impuestos indirectos no son solo regresivos porque gravan igual a quien tiene mucho y al que no tiene nada o poco, quitándoles el pan de la boca, sino porque, al reducir la capacidad de compra de la población, también estrangulan la capacidad de venta y de generar empleo y riqueza de la economía. El duquismo hace entonces demagogia posando de gran defensor de la economía de mercado, a la par que debilita el mercado que agricultores, industriales y los demás necesitan para vender. Capitalismo próspero sin compradores es una burla cruel. Y es regresivo que las empresas mayores paguen la misma tasa de renta que las menores, ilegalidad que demandamos ante la Corte Constitucional y que entraba el progreso del país.

Analizar con seriedad los impuestos en Colombia presenta otra gran dificultad. Porque sobre las tasas de renta de las empresas y las personas –exceptuando las de retención en la fuente que son pagos que no tienen voladero– no hay cifras iguales para ser usadas por todos, dado que las nominales y las reales son diferentes y el que quiera puede inventarse la suya. Inclusive, se presentan como impuestos los aportes a las pensiones, que son costos laborales, y se suman los de los prediales con los de renta y el 4 por mil, revoltijos que entorpecen los análisis. Es tan diseñado para confundir el sistema tributario, que se clasifican como de igual calidad, como impuesto de renta, los pagos originados en las ganancias y los sueldos y los de las personas naturales y las jurídicas.

Si a este país lo gobernaran con seriedad, el Estado, con la supervisión de especialistas de todos los sectores, publicaría un cuadro que desglosara la verdad tributaria para que, todos con las mismas cifras, pudiéramos debatir con rigor qué impuesto sube y cuál baja, dependiendo del interés nacional. Porque el desarrollo del país requiere de un Estado lo mejor financiado posible, capaz de respaldar el progreso –educación, salud, infraestructura y la propia actividad económica–, sin lo cual no pueden crecer las economías y el empleo de todos los tipos. Y los impuestos no deben ser tan altos que estrangulen los negocios o la capacidad de compra de las personas. Otro tema para incluir en el gran pacto nacional.

Una buena estructura tributaria y de gasto público debe incluir además que no se roben la plata del Estado, incluidos los impuestos que ordena la ley y que en mucho se evaden por la alcahuetería de la Dian. Y es determinante crear más trabajo y riqueza. Porque nunca será igual lo que puede recaudar una tasa impositiva sobre los 30 mil y más dólares por habitante de los países desarrollados, que sobre los escasos seis mil del capitalismo subdesarrollado de Colombia, otra verdad que los mismos con las mismas han ocultado.

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