Comerciantes protestaron con cacerolazos en contra de medidas y el encierro

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Los comerciantes del centro histórico de Santa Marta realizaron un ‘cacerolazo’ la noche del sábado para exigir a las autoridades del Distrito que les dejen laborar.

Con la peculiar protesta bulliciosa, los propietarios y empleados de restaurantes, heladerías, establecimientos de comidas rápidas lanzaron un S.O.S. a la Alcaldía Distrital para que sus negocios no se quiebren ante las últimas medidas impuestas tales como el confinamiento total de la ciudad durante los días domingos, miércoles y viernes; la Ley Seca a partir de las 6:00 de la tarde y el toque de queda a partir de las 8:00 de la tarde.

Durante el ‘cacerolazo’ que se prolongó por casi una hora, los protagonistas del mismo lanzaron arengas de rechazo a las disposiciones que empezaron a regir en la ciudad, mientras algunos portaban carteles y pancartas con mensajes como “Nos mataron el destino naturalmente mágico”, “Con la temporada podía pagar la Universidad”, “Gobernación, Alcaldía, Asamblea y Concejo Distrital: ¡Nos quebraron! No más restricciones”.

La protesta del comercio formal inició en el ‘Callejón del Correo’ o carrera tercera entre las calles 16 (Santo Domingo) y la calle 19 (Tumbacuatro) del centro histórico a donde llegaron los uniformados de la Policía Metropolitana para evitar que se registraran desórdenes o alteraciones al orden público, que no sucedieron porque hubo respeto y una muy buena organización.

A la protesta se sumaron también algunos tenderos del sector y dueños de los establecimientos nocturnos, estos últimos que hacen parte de la Asociación de Discotecas y Bares de Santa Marta (Asodibasa) que preside Vanessa Alvarado, quien recordó que desde el inicio de la pandemia en 2020 ya se han cerrado más de 60 establecimientos dejando cesante a muchos meseros, barman, dj’s, picoteros y personal de oficios varios.

Transcurridas una hora y media después, volvió la calma a los alrededores del Parque de Los Novios que se constituyó en el punto de concentración de los manifestantes cuyos establecimientos cerraron sus actividades. La ciudad desde entonces empezó a volverse un ‘pueblo fantasma’ sin personas transitando y donde solo se oía el ruido de los grillos.

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