El Tiempo. 2ª parte

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Por Rafael Gómez Llinas

El Tiempo, según la teoría de la relatividad, “no es sino una coordenada, un punto, un instante”, tal como lo expresó Heidegger. El resto es un constructo ilusorio de muestra mente. De tal manera que no existiría auto referencia humana, si el tiempo no fluyera continuo sobre el manto de la consciencia. “Y sin tiempo tampoco existiría el YO y sin este, careceríamos de identidad. El YO es una parte de la consciencia que asegura en ella, la continuidad de la experiencia vital”. En ese orden, podríamos decir entonces, como lo dijera Gabriel García Márquez, que “la realidad, es como la recordamos, no como es”…

Y, siguiendo ese mismo hilo, en esta región mágica  del “Corazón del Mundo”, en donde esa realidad que recordamos, muchas veces supera de lejos a la más temeraria de las fantasías, trataremos de ver esa ductilidad y esa relatividad del Tiempo, a través de los ojos de unos sucesos, unas vivencias más alla de lo concebible, vividos por Radha(1)  y Ankimako, tal vez un par de personajes de la vida real…  Solo tal vez.

… Ese mismo día, Radha hizo que salieran con rumbo a Mendihuaca. Su apuro era evidente. Repetía sin cesar que no había Tiempo que perder. Que cada minuto que pasara estaría en su contra, y que sus vidas correrían peligro. Llegaron entonces, casi en la noche al hotel y durmieron hasta el medio día. Los sucesos y la travesía marítima habían sido agotadores. ¡Nos vamos! dijo Radha apenas despertó. Salieron al borde de las tres y cinco de la tarde con rumbo a Santa Marta, en un recorrido que duraría cuarenta y cinco minutos. Varias veces lo habían hecho y ya conocían su tiempo de duración.

Apenas había transcurrido un minuto de viaje y Ankimako hablaba sobre lo que les había acontecido en la Isla de la Aguja. De repente, Radha se llevó su mano derecha hasta su oído y le dijo: ¡Cállate por favor! Con su mano puesta a manera de cuenco en su oído derecho, permaneció en silencio. Luego tomó a Ankimako por el brazo y le dijo: ¡Detente! ¡Oríllate por favor! Ankimako acostumbrado a sus reacciones inesperadas, lo hizo con precaución. Radha se bajó de la camioneta y comenzó a hacer unos movimientos muy extraños, unas especies de Runas y a pronunciar unas extrañas palabras. Algo así como unos mantras indescifrables; unas secuencias de sonidos muy agudos y prolongados. Finalmente volvió a la camioneta y al embarcarse, le dijo a Ankimako: ¡Ya está! ¡Ya podemos seguir!.

¿Que hacías? Le preguntó Ankimako. Lo siento por hacerte detener. Era necesario. Escúchame: Percibí con mis sentidos internos, que íbamos a tener un accidente fatal en el que probablemente perderíamos la vida. Y yo solo he desviado esa posibilidad. ¡Ya verás! Le dijo Radha. ¿Pero como? Le dijo Ankimako. No me preguntes más y maneja. Íbamos a ser estrellados de frente por un vehículo pesado y de seguro moriríamos. Cuando lleguemos Santa Marta te lo explico. Le dijo Radha.

Cuando reiniciaron el viaje Ankimako miró la hora: Eran las tres y diez minutos de la tarde. Todavía faltaban cuarenta minutos de viaje, y fue viendo como pasaban uno a uno todos los lugares reconocibles a lo largo de la vía, mientras Radha no hacia sino pronunciar de vez en cuando esos mismos extraños sonidos, hasta que llegaron a la entrada de la ciudad.

¡Llegamos le dijo a Radha!, e instintivamente miró su reloj: ¿Las tres y quince? Se debe haber dañado, pensó. Entonces constató la hora en su celular y era la misma. ¡Que raro! Mas adelante divisó un tablero digital que mostraba la hora: ¡Tres y quince! ¡No puede ser! reiniciamos el viaje a las tres y diez y claramente hemos hecho un recorrido de unos cuarenta minutos desde que reiniciamos la marcha ¡pero en todos los relojes apenas han pasado cinco minutos! ¡No se pueden haber dañado todos al mismo tiempo!

No se han dañado. Esa es la hora le dijo Radha. Lo que ha pasado es que provoqué un salto temporal para desviar un accidente que nos debía ocurrir exactamente a los quince minutos de viaje, en la secuencia de tiempo normal. O sea, que si tu reloj apenas marca diez minutos de diferencia desde que salimos de Mendihuaca, eso quiere decir que iría a ocurrir exactamente dentro de cinco minutos, en el sitio de la carretera en donde debíamos estar a esos quince minutos normales de recorrido. Pero resulta que ya nosotros llegamos a Santa Marta, que está a cuarenta y cinco minutos de allá. Me explico mejor: El continuo del tiempo a seguido corriendo sin alteración para todos menos para nosotros. Por eso los relojes marcan todos esa hora. Funcionan bien y esa es la hora. Nosotros fuimos los que nos adelantamos en el tiempo, y mientras que para todos lo demás, apenas han pasado esos cinco minutos, para nosotros realmente han transcurrido cuarenta y cinco.

Los hemos vivido y hemos tenido una noción clara de su transcurrir. En otras palabras, un tractocamión nos ha de estrellar justo cuando tu reloj esté marcando las tres y veinte de la tarde. En ese preciso momento pierde su dirección y ha de invadir el carril contrario, pero nosotros ya no estaremos allí, precisamente porque hicimos este salto en el tiempo y estamos ya, en donde debíamos estar después de cuarenta y cinco minutos de viaje. Si hubiésemos seguido la secuencia de la flecha del tiempo normal, habríamos sido impactados en ese preciso momento y  estaríamos muertos.

¿Pero y por qué tengo la sensación y la certeza de que realmente han transcurrido cuarenta y cinco minutos? Le preguntó Ankimako. ¡Si han transcurrido!  ¡Pero solo para nosotros!  O sea, se abrió un intersticio de tiempo dentro de otro tiempo, un fractal espacio temporal solo para nosotros; un Universo dentro de otro Universo; o algo así como un sueño, en donde vidas enteras podemos vivir en un solo instante; o como si viviéramos un sueño dentro de otro sueño. Le dijo Radha… O como una realidad dentro de otra, le respondió Ankimako. ¡Exactamente!  le contestó Radha.

 

O como si fuesen unas “Ruedas del Tiempo”; esferas que girasen unas dentro de otras a diferentes velocidades, en donde los tiempos de los  que viajasen dentro de una y otra rueda fuesen iguales, pero por estar en diferentes espacios, dependerían de sus posiciones de observadores dentro de una rueda u otra, y se distanciarían en el Tiempo, por efecto de  la relatividad de sus velocidades diferenciales: Para algunos sería más corto, para otros mas largo, y su ubicación espacial seria totalmente diferente.

En este preciso momento a las tres y veinte ¡ya mismo!, ese tractocamión siguió derecho por el carril contrario en la carretera, pero nuestra percepción del tiempo, siendo mas rápida por la altura a la que se alzó nuestra conciencia, trajo a la realidad un espacio diferente: Trajo a nuestra realidad, en cinco minutos, el sitio al que debíamos llegar en cuarenta y cinco minutos de recorrido, como en efecto sucedió. Y como no estábamos nosotros ya ahí, el chofer pudo frenar, y no ocurrió mayor cosa. Si hubiésemos estado, todos habríamos muerto. Con esa curiosa explicación concluyó Radha.

Luego lo miró de reojo y le dijo: Cuando nos mantenemos alertas y ponemos atención a los detalles del entorno, cuando permanecemos “despiertos” y en recuerdo de SI, aparecen señales de los sucesos por venir. De alguna manera vislumbramos el futuro. ¡Pero esto que hicimos es mucho más que eso!  Adelantarnos en el tiempo, para desviar el destino, nos hizo romper con el ciclo recurrente de nuestras vidas. Con este salto cualitativo en el tiempo, tensionamos los hilos de nuestra realidad hacia una muy diferente, y no solamente logramos mas espacio vital, sino que entramos en esa otra realidad temporal. Y lo hicimos antes de su propia causa, y libres de muchos de sus efectos. Es como si estuviésemos situados en una escala más arriba de la clarividencia. O sea, no solo “viéndolos”, sino además viviendo en el ahora, los acontecimientos que habrían de venir… ¡Ankimako: Nos estamos moviendo ya en otra dimensión del espacio tiempo!.

En ese momento, sonó el celular de Ankimako. Era el Mamo Menjabin. Era una curiosa coincidencia que lo llamara justo después de esos extraños sucesos. Ankimako lo puso en alta voz para que Radha lo escuchara, y Menjabin con una voz casi metálica que se confundía con la atmosfera irreal de esos hechos, le dijo: ¿Dónde estabas perdido? Ven a nuestro JARDÍN BUSINTANA, ya que tienes tanto apetito de saber. Ven para que aprendas… Y tu mujer de las estrellas, ven conmigo también. Ven para que sepas como son realmente las Ruedas del Tiempo. Vengan juntos para contarles como son…

 

Aquí les explico cómo es el calendario de nosotros, y les enseño cuándo comienzan los tiempos. Y luego dijo: Radha, en tu mundo, ¿las estrellas tienen nombre? ¿Caminan los animales por el firmamento? ¿Qué sabes de tus demás cuerpos? ¿Dónde estabas perdida hermanita mía? ¿Y, cómo supiste a donde venir?

 .

Radha apenas sonrió. Tú me trajiste, le respondió. ¡Yo no te he traído!. Tu misma has venido otra vez, en una de las tantas vueltas de esas “Ruedas del Tiempo”. Y yo desde siempre, solo te he de esperar. ¡Vengan y les cuento cuándo comienzan realmente los Tiempos! Concluyó  Menjabin. 

 

Se los dijo, porque tal vez tenia la plena certeza, de que aunque la realidad aparentemente no fuese sino la suma de los pedazos del tiempo, quizás, ni siquiera sería como la recordásemos. Simplemente, porque no es cierta.  ¡Es una ilusión!… Es, un simple reflejo de algo mayor. De algo realmente más grande… !Nada más!

¿Un reflejo de que?…. ¿O mejor; de quien?.

 

Sharamatuna, a los primeros 73 días del año del principio del final…

(1).- Radha: Una mujer visitante de las estrellas.

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