JÓVENES CON PRINCIPIOS Y FINALES

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Por Karla Campo Acosta

Todos alguna vez hemos sido víctimas de burlas y los burlones. En nuestra cultura costeña es “normal” que te pongan sobrenombres, que hagan comentarios sobre aspectos físicos o que prolonguen situaciones bochornosas como caídas o accidentes. Es posible que en un reencuentro recuerden que el peinado que te hacías o la ropa que usabas eran super chistosas o alguna locura o tontería en el colegio, como bailar en los actos cívicos, con la particularidad de carecer de ritmo o que botaras una sandalia al tratar de dar la espectacular patada de Shakira. Todo puede suceder.

Es satisfactorio saber que en mi generación, no recuerdo a nadie que se haya querido suicidar porque le dijeran “Piernas locas Gray” o “dientona” “cabezón”, “orejon”, o porque “la traga”, no le parara bolas. A uno le “jodían la vida” por cuenta propia y de otro, pero aquí estamos. De mi clase sólo falta una persona muy especial al que le apodamos “cachete de papa” (Oscar Yancy, q.e.p.d.) y no murió por causa de un suicidio, sino por cuenta de un infarto que lo sorprendió a él y a nosotros, poco después de graduarnos.

Nuestra juventud fue muy sana, que nos hicimos fuertes juntos, mientras nos burlábamos porque alguna amiga se había manchado en el colegio, por su bienvenida como mujer o porque un compañero botara la baba por una compañera y que todos lo supiéramos, menos ella.  Quélindo es recordar que nos graduamos sin consecuencias lamentables; que nuestro carácter nos permitió seguir adelante y que no se dejó viciar por lo que hacíamos todo el tiempo y como una práctica sana, para nuestras mentes jóvenes, sin dañar a nadie.

Me causa tristeza que los jóvenes piensen que colgarse del cuello, con una sábana atada a una viga en sus habitaciones, tirarse de un puente o tomarse un tarro de pastillas, es la solución a sus “problemas”. Yo nunca hubiera sabido cómo atar una sábana o una cuerda al techo.  No tengo la certeza de si alguno de mis compañeros lo pensó. no imagino que lo hubieran hecho. Tengo la certeza de que nadie lo intentó.

Me da miedo imaginarme este mundo de mentes débiles y me pregunto qué es lo que estamos haciendo mal los padres, los medios de comunicación, los profesores, los gobernantes.  Por qué ese mensaje equivocado. Ahora todo lo podemos averiguar por Google o por You tube, así que no debe ser tan difícil conocer los “tips para suicidarse” y como no sabemos qué es lo que piensan las nuevas generaciones, cualquier motivo es suficiente. Concluyo, sin tapujos, que son personas egoístas que nunca han pensado cómo se sentirán sus seres queridos al encontrarse un cuerpo colgado, o intoxicado, o como sea, de todas formas, sin vida.

Reconozco que la depresión es una enfermedad, que sepuede padecer a cualquier edad y que hay adultos que se suicidan, pero lo que no logro comprender es lo que está sucediendo para que cada día sean más quienes decidenquitarse la vida.

¿De verdad ellos son tan egoístas o lo somos los demás, que vivimos tan metidos en nuestros propios asuntos, sin notar que alguien necesita ayuda? ¿Nos hemos vuelto tan poco solidarios o faltos de sentido común, crueles e inhumanos?¿Por qué nos está causando tanto inconveniente convivir? ¿por qué somos tan intolerantes?

¡Sí, intolerantes! Porque en la vida te encontrarás con alguien que se burle de ti o que sea cruel y debemos ser tolerantes.  A mí se me hace más fácil eso, que buscar un arma y disparar en un salón lleno de niños o contra .

Yo recuerdo que, al contar las situaciones de burlas en el colegio, no como el super suceso, sino como la normalidad, la respuesta fácil de mi familia era “no les pares bolas” o “ponle un sobrenombre también a ellos”, en mi caso, fueron los consejos correctos. A veces me reí con mis compañeros de un apodo mío o uno de ellos y no pasaba nada. A uno le mamaban gallo hasta porque le estuvieran creciendo los senos y, por lo menos a mí, no me causó complejos.  Fui la frentona de mi clase, junto a varias frentonas más, y eso no definía mi vida ni la de ellas; a nosotras no nos llevaron al psicólogo y estoy segura de que no tenemos ninguna consecuencia adversa, todas somos muy centradas, decididas, comprometidas y responsables, madres amorosas.

Pero también sé que mi generación debía esperar un episodio diario o semanal de la serie o de las caricaturas que nos gustaban, ser pacientes y tolerantes. Nosotros no tuvimos una carta de películas a nuestro alcance, ni un tv en cada espacio de la casa o celular con pantalla nítida y acceso al mundo con un clip, NO, mi generación compartía el televisor por turnos, jugaba en la esquina, practicábamos algún deporte o arte, comíamos como el resto de la familia, no había una opción para cada quién.

Hoy hay muchos avances, pero el manejo que le damos nos somete a un retroceso físico y mental que impide que nos desarrollemos como personas, que disfrutemos una conversación personal, que valoremos los paseos familiares, los juegos de mesa, compartir. Quizás eso nos ha vuelto egoístas e intolerantes, porque creemos que todo se puede editar, aplicarle filtro o eliminar.

Rechazo el bullyin o acoso escolar definido como toda forma de maltrato físico, verbal o psicológico que se produce entre escolares, de forma reiterada y a lo largo del tiempo.Me da pesar el maltrato que existe en los colegios, en las redes sociales, en las canciones. Considero que todos son mensajes subliminales que ocasionan conductas violentas, tristeza, rabia y desconcierto de personas en desarrollo que necesitan orientación responsable, que les permita tomar buenas decisiones, para convertirse en adultos de bien.

Hoy comprendo que mi joven mente nunca asimiló que con las burlas (inocentes) mis compañeros quisieran denigrarme, ni pretendí hacerlo yo con ellos. No fui víctima efectiva de acoso escolar. Fui educada con valores, con principios, con creencias y prácticas religiosas, con fe y con sentido común. Me enseñaron y acompañaron a percibir el mundo y a saber que no es sólo rosa, sino con muchos colores y matices. Soy una persona feliz de reconocerme pueblerina (de Pivijay-Magdalena) y me siento identificada con los que han comido boli y mango afuera del colegio y con aquellos que se reunían en la casa de un compañero a hacer la cartelera paralas caminatas con faroles por aniversario del colegio o por las fiestas patronales (San Fernando Rey). El sentido de pertenencia, el orgullo por mi tierra, por sus costumbres, su gastronomía, sus historias felices y sus tristezas (violencia de antaño), me acompañan y me hicieron una persona consciente. Tengo plena convicción de que gracias a todosoy capaz de afrontar las adversidades sin considerar acabar con mi vida y del mismo modo estoy acompañando a crecer a mi hija, así, con principios y finales, porque no podemos escoger cómo iniciamos nuestro camino, pero sí cómo lo terminamos.

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