Por Hernando Fernández de Castro
La pandemia ha traído enfermedades muy graves causado la muerte a muchas personas, y ha generado traumas mentales en muchas familias, sobre todo en los niños, que se han visto afectados al no poder asistir a los salones de clases y compartir con sus compañeros y compañeritas, igual ocurre con la juventud, que va camino a perder el significado de socializar con sus congéneres contemporáneos en las aulas de los colegios y universidades.
Las razones son: el encierro, la incomunicación y falta de interacción cara a cara, el futuro es incierto, pues si esto sigue igual, tendremos una sociedad insolidaria, sin costumbres sociales, encerrada en sí misma, lo que la llevaría al caos y a un aislamiento improductivo, donde el egoísmo crecerá y traerá una sociedad compuesta por personas solas, taciturnas e incapaces de entender que el ser humano es sociable por naturaleza y que la virtualidad debe ser la excepción y no lo normal.
La misma pandemia nos ha generado una crisis económica sin precedentes, la producción industrial bajó, el comercio disminuyó, el consumo decreció, el sector agropecuario se mantuvo estable, y solo creció el sector de las comunicaciones y la tecnología, ligada al aislamiento impuesto y voluntario, lo que nos deja con un panorama poco halagador hacia el futuro, por ello es importante que tomemos conciencia que debemos salir a trabajar, a producir, a estudiar pero manteniendo los cuidados que todos conocemos para evitar contagios,
La educación en Colombia no ha escapado a la crisis, las clases remotas no han tenido buenos resultados académico, y la asistencia a clases ha sido pobre. Lo impredecible de la crisis, sorprendió a todos por igual, al gobierno, colegios, universidades, estudiantes y docentes. No contamos con un cubrimiento de las comunicaciones suficiente para atender todas las regiones del vasto territorio nacional. Ni nuestra sociedad tiene en su mayoría recursos económicos con que comprar los elementos necesarios para recibir una educación remota.
Así tenemos que el Coronavirus ha generado problemas de carácter económicos, sociales, de salud y políticos en Colombia, aquí los dirigentes de oposición al gobierno creen que la política electoral se debe hacer en base al cuestionamiento permanente a las decisiones gubernamentales, con el objeto de destruir al gobernante de turno y de paso llevarse en los cachos a la sociedad. La pandemia les brindó una oportunidad propicia para sus objetivos, las críticas han llovido procedentes desde los excandidatos a la presidencia que perdieron con Duque, pasando por gobernadores, alcaldes, congresistas, diputados y concejales de esos partidos. Incluso algunas organizaciones políticas que adhirieron a Duque, pensando más en la mermelada que en el bien del país y que han visto frustradas sus aspiraciones burocráticas, no pierden oportunidad para despotricar del gobierno.
Esto se completa con el afán electoral de la mayoría de los políticos, sin distingo de ideología, quieren montar desde ya, una campaña para reemplazar al presidente Duque, como si a este se le terminara su periodo mañana.
Parecer que pretendieran crear en Colombia una especie de coctel molotov, para entorpecer la labor del presidente Duque, que si no se maneja con cuidado por todos los actores de la sociedad, incluidos los medios de comunicación, puede llegar estallar en movimientos sociales anárquicos, que podrían poner en riesgo nuestra democracia si no impera la sindéresis, la honestidad y la tranquilidad al tratar los problemas de nuestra comunidad y hacer planteamientos que busquen sus soluciones alejadas del sectarismo político.
