Sueños de un samario en el exilio

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Por Carlos Flores

Mientras los samarios no conozcamos lo nuestro, no podremos amarlo ni tener sentido de pertenencia por ello y, así, todos los proyectos de ciudad fracasarán. Seguiremos deforestando el territorio, usando el Manzanares y el Gaira como cloacas, apropiándonos de playas y rondas hidráulicas para uso privado, echándole más arena que cemento al concreto para las calles, rompiendo el amueblamiento urbano, o votando equivocadamente en las elecciones.

Por eso, uno de los sueños más recurrentes que tengo es aquel en el que nuestro sentido de pertenencia por Santa Marta crece cada día más y más. Sueño que en cada escuela pública y privada del Distrito se implante la Cátedra de la Samariedad. Que desde temprana edad nuestros niños conozcan la historia de la ciudad: La grandeza y perfección de la arquitectura Tayrona; la relación ancestral de los Taganga con el mar; el amparo maternal ofrecido a la agonía del más grande de la América; el proceso de llegada de la rueda Pelton junto al aroma de café al valle del Manzanares; y hasta los aportes del Liceo Celedón al desarrollo del país.

Sueño que siguiendo la Cátedra de la Samariedad los jóvenes conocerán y aprenderán a valorar, respetar y cuidar nuestro entorno natural: La laguna de Chengue y su pradera de pastos marinos; la diversidad e importancia del bosque seco tropical espinoso de nuestros cerros; la Palma de Tagua, el Macurutú, las orquídeas del Gaira, el Tucán Caribeño, el colibrí de Minca y otras especies endémicas de fauna y flora de la Sierra Nevada.

A través de la Cátedra los pelaos también descubrirán la importancia de personajes samarios en el campo de la cultura, como los pianistas Darío Hernández Díaz Granados y Honorio Alarcón, así como sus estudiantes Andrés Linero Branly, otrora pianista principal de la Orquesta Sinfónica de Colombia, y Karol Bermúdez, premiado en música de cámara y piano por el conservatorio de París; o el guitarrista Julio Bovea interprete y promotor del vallenato. O en el campo del deporte, aprendiendo sobre la genealogía del fútbol colombiano y su relación con la exportación del banano. Y también en el campo de las ciencias, conociendo los aportes de los profesores Germán Bula Meyer, sobre las profundidades marinas; Eduino Carbonó De La Hoz, sobre la flora de los bosques a nuestro alrededor; o el grupo de médicos Pinto, Vengoechea y Ujueta que, con abnegación, atendió la gran epidemia de viruela que disminuyó la población a sus 2/3 partes en 1.864.

Y aprenderán también cosas tan sencillas pero tan fundamentales para entender quiénes son y de dónde vienen.  Por ejemplo, no volverán a decir “eso queda por la calle de San Andresito”, sino “en la calle San Francisco”; tampoco nombrarán cabo tortuga a Punta Gaira; y mucho menos llamarán mote de guineo al guineo machaca’o o Cayeye.

Este sueño lo llevo aún más lejos: Los estudiantes con mejor rendimiento en la Cátedra de la Samariedad serán premiados con un cupo en los “campos de verano” para la profundización en los temas de la Cátedra. Los campamentos se organizarán en una playa del Parque Tayrona, en Ciudad Perdida, en las sabanas de Bonda, en los jardines de la Quinta de San Pedro Alejandrino, en Punta de Betín, o en Cerro Kennedy. Un aspecto muy importante de estos “campamentos de verano” es la integración de jóvenes de todos los estratos y clases sociales: ricos, pobres; indígenas, blancos, negros; y hasta los hijos de los antes y de los de ahora. Todos juntos se conocerán y reconocerán como samarios, con un mismo interés: ¡El bienestar de la ciudad! El reto será crear sentimientos de respeto y solidaridad entre ellos, y sentido de pertenencia por lo nuestro.

Ya para terminar, sueño que los personajes samarios de hoy, sin color político; encabezados por los Carlos – Valderrama y Vives- , y acompañados por Alberto Gamero, Alberto Linero, Mary Mendez, la Toya Montoya, Alejandro Palacio, Pierine Peñaranda, Fabiola “La Gorda” Posada, Kerstink Sarmiento, Taliana Vargas, Guillermo Vives, Inés María Zabaraín, y todos los que se me pasen en este momento, se apropien de este sueño que, estoy seguro, no es sólo mío.

¡Qué formen un frente común por la ciudad! Y que, junto a las autoridades de la educación, los maestros, los colegios, y los empresarios; y con su participación activa en los “campos de verano”, motiven a los jóvenes, den ejemplo de amor por la Tierra del Olvido, y se pregunten cada día: ¿Qué hice hoy por Santa Marta? Muchos los seguiremos.

Si alguien conoce o tiene contacto con alguno de nuestros personajes samarios de hoy, por favor, háganle llegar este sueño.

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