Trampas mortales

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Por Karla Campo Acosta

Tener un restaurante implica muchas responsabilidades. El compromiso principal es ofrecer comida y servicio excelente. Para algunos, estos dos factores son difíciles, cuando no imposibles, de cumplir.  Ahora, algunos son más pretenciosos o, quizás, arriesgados, al ofrecer algún servicio adicional, como los juegos para los niños.  Para mí, eso más que un atractivo, podría ser una distracción, que disipe la atención del servicio principal, ya que, para nadie es un secreto que algunos volvemos a ciertos lugares, porque representan recreación para los más pequeños y un rato de tranquilidad para sus padres. Sin embargo, estos juegos son un servicio adicional de alta responsabilidad, debido a que, de no cumplirse con las medidas de seguridad que exigen, son, en realidad, una trampa mortal.

Algunos se preguntarían qué es peor que una mujer paranoica y yo respondería que lo peor sería una paranoica con hijos…

Ser mamá cambia a la mujer, pero no la convierte en una persona con menos capacidades, por el contrario, se transforma en una persona más sensible, sensitiva, intuitiva, competente…multifuncional. En este punto diría que la mayoría de las mujeres desarrollan el séptimo sentido en esta etapa de la vida. Nos convertimos fácilmente en analistas de seguros: sin más preparación que nuestra intuición y razonamiento, descubrimos los riesgos de cada situación mucho antes de que alguien haya podido siquiera soñar con éstos.

Así, cuando una madre lleva a sus hijos a un lugar recreativo, sus alarmas se encuentran encendidas en un 1000% por encima del promedio de los seres vivientes.   Identificar trampolines en mal estado, con resortes oxidados, mallas de seguridad con huecos gigantescos, tubos de metal o madera sin forro protector de espuma o algún material que minimice el golpe, hace inmediatamente al lugar un sitio al que nunca volverá y al que le dirá a sus amigas, conocidas, desconocidas y enemigas, que jamás vayan con sus pequeños indefensos, porque un niño en peligro es algo que no se le desea ni a la moza del marido, ni a la suegra, ni a la exnovia del esposo.  En circunstancias como estas, mamá que se respete, es solidaria hasta con la más operada y buscona de las mujeres.

Señor comerciante, si usted piensa tener un atractivo adicional para su negocio y se le ocurre la maravillosa idea de que sean juegos para niños, por favor, garantice la seguridad en la utilización de estos. No permita que una paranoica como yo se de cuenta de que sus columpios de madera están partidos, que contienen estacas mortales; deshágase de sus sube y bajas hechos con madera podrida y hierro oxidado; no proteja sus jardines con cercas de madera y clavos sobresalientes, recuerde que no sólo podría poner en riesgo el fin de semana tranquilo de una familia que inocentemente sale a disfrutar, sino que tal vez no le alcanzará el dinero para cubrir los daños que pueda ocasionar; porque, que quede claro: para una mamá, el daño que se le cause a un hijo es irreparable.

No voy a decir nombres, pues la idea en este momento no es ahuyentar a las personas, sino que sean tomados los correctivos, como en el pasado lo han hecho muchos de los establecimientos de comercio a los cuales, de manera personal, les he señalado los riesgos de no contar con las medidas de seguridad o de tener vencidas las mismas por el deterioro. Yo creo en los emprendimientos, apoyo las buenas ideas, y soy capaz de olvidar una sopa desabrida, una carne fría y un jugo caliente, pero lo que no olvido son las trampas mortales, perdón los juegos infantiles en mal estado.

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