“De la calle de la Piedras a la Masacre de las Bananeras”

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Por Rafael Gomez LLinas

Hoy 6 de diciembre de este año del 2020, se cumplen 92 años de la masacre de las bananeras. Y como en estas tierras del olvido, la realidad siempre supera a la fantasía y a la más demente imaginación, con un cambio de tercio en mis crónicas de la “Montaña Sagrada”, haré una interpretación de este suceso, hilvanándolos con una posible, tal vez solo con otra “posible” realidad de estos hechos…

A Florence, una mujer fina, culta, de noble cuna, educada en los mejores planteles educativos de Suiza y lectora incansable de los clásicos Franceses, unas disparatadas circunstancias la hicieron recalar en estas tierras, como parte de una avanzada de puteria capitaneada por la famosa Madame Papindó. En el calor de algunas nochecitas de verano, se sentaba en un taburete recostado en el portal de la casa del primoroso y como de mentiras burdel de la Papindó, permanentemente iluminado por la luz mortecina de un incansable farolito rojo, mientras suspiraba y desfallecía como lo hizo esta vez, en el tremendal de las calenturas saciadas de sus más intimas pasiones, después de aquella y de muchas otras bellas tardes de gozos interminables y profundos. Inspirada en esos recuerdos estremecedores, y además ya sabedora de tanto oírla de la trastocada expresión idiomática con la que llamaban por esas tierras al miembro masculino, recitaba con frecuencia a voz en cuello hacia la Calle de las Piedras, improvisando en tono lírico con su  inocente vocecita dulce, un pequeño verso en prosa de su inspiración: ¡Oh Mon Dieu!…¡Oh mi Mondie!… !Oh mi Mondá! “Es como si el poderroso torrente del  rrio  de tus aguas lácteas y galácticas irrumpierra rraudo y copioso en esta calle, cada tarde, cada noche, y antes de desaparrecerr  cada madrugada, cada mañana, en el océano  purrificadorr  guiado por la estela de la luna cómplice, dejarras un rreguerro de “piedras” y sentimientos en el lubrrico recorrido por este, tu cause nocturno”… (SIC)

 

“Y también nosotrras, las Madeimoselles, cada día, cada tarrde, cada  noche, como victimas inerrmes y enamorradas, te entregárramos inscrritos en esas, nuestras “piedras”, un  fiel  tributo diarrio de vida, de pasión,…Y de amorr…. ¡De mucho amorr!  ¡Oh Mon Dieu!… ¡Oh mi “Mondie”!… ¡Oooh mi “Mondá”!… (SIC)

Se reía a carcajadas y suspiraba Florence, recordando con una sonrisita pícara, sus cabellos dorados al desgaire, las manos cruzadas en el pecho y los hombros encogidos tiernamente, las interminables y escandalosas faenas  amatorias que desde esa vez y para siempre, le hiciera el negro Acacio Miguel; un joven mestizo, espigado, de boca azucarada, al que ella enseñó a besar. Que le enseñó “en donde” y “como” besar. Dueño además, de una extraña sensualidad y de una energía en sus manos que electrocutaba a toda mujer que tocara con ellas, que empezó a visitarla los fines de semana de sábado a lunes, y que hacía ver el vigor y las proporciones físicas de Jean Pierre su novio abandonado por ella en Francia, como un suspiro de mariposa y como un amante baboso e incompleto.

Habiendo descubierto su justa medida, su sosiego y más su exacta correspondencia y equilibrio emocional, no desperdiciaba ningún día que pudiera para mandarle a Acacio Miguel, bellos recados escritos en primorosas esquelas acompañadas con pañuelitos de lino perfumados con finísimas fragancias Francesas, mensajes y piropos de viva voz con los empleados de la compañía que pasaban a visitar a las otras madeimoselles, en los que le transmitía aunque fuese de lejos, el calor de su cuerpo y de su alma, siempre dispuestos para él.

 La inusual belleza y la condición de hembra sabia de Florence, la había coronado como una de las Madeimoselles más solicitadas de la “Calle de las Piedras”. Probablemente la más apetecida. Y era tal el volumen de su demanda entre los hombres, que para acceder a un rato o una noche de placer con ella, había que rogarle y repagarle a la Papindó una cita con meses de anticipación y encima pasarle coimas y propinas por debajo de la mesa a la “florecita”, el barman de la casa, para asegurar el cupo.

Ahora ya perdidamente enamorada, empezó a rechazar hombres como si estuviera espantando moscas. Su decisión irrevocable de no acostarse con ninguno que no fuera el negro Acacio Miguel, creó un gran conflicto laboral provocado por los obreros y empleados de la United Fruit Company que se negaron a volver a trabajar, en protesta por la negativa de las complacencias de Florence, lo que obligo a las directivas de la compañía a importar de los Estados Unidos un “contingente de noventa y nueve tetonas Texanas; jóvenes, rubias, hermosas, voluptuosas, voraces y sonrientes,” según consta en el historial de los manifiestos y planillas de los empleados inmigrantes de la United, para ofrecerlas gratuitas durante tres meses y medio entre todos los obreros, operarios y empleados. Solo así se alivió un poco la tensión y la desesperación por la ausencia de Florense, y se reanudaron  las  actividades  laborales.

Algunos historiadores muy serios aseguran que esa fue la semilla de la sindicalización de los obreros de la compañía y el primer atisbo del desmorone de la United que años más tarde abandonó la explotación bananera en la región por la presión de los obreros, que descubrieron a partir de ese curioso incidente, la fuerza que genera la unión y la protesta.

Ante la negativa definitiva de Florense y la posterior partida de las tetonas  Texanas de remplazo, empezaron a reclamar constantemente el cambio de sus pésimas y mezquinas condiciones laborales, no sin antes como último recurso y para contrarrestar ese supuesto saboteo, la United Fruit Company, antes de partir derrotada tratara sin lograrlo, de acallarlos con muchos actos represivos, desaparición de líderes, intimidación de personas, amenazas de muerte, desplazamientos de familias enteras y por último, con la monstruosa masacre de más de mil ochocientos trabajadores de las plantaciones, ejecutada por un gobierno criminal y cómplice que actuó a su servicio como verdugo, en una encerrona en la plaza de la estación de Ciénaga, a la que fueron llevados con engañifas y falsas promesas, con ráfagas de metralla de veintisiete minutos de duración, cuyo aterrador tableteo fue borrado para siempre de la memoria, dicen esos mismos historiadores, desapareciendo registros históricos, quemando anotaciones notariales, censurando comentarios escritos y acallando murmuraciones de café, junto con el olvido familiar de todos los muertos y su destierro permanente del recuerdo de los pobladores para evitar posteriores reclamaciones y demandas, con los efectos amnésicos de una extraña solución traída en secreto de Wisconsin, y filtrada  lentamente en el agua.

Esos mismos historiadores sostenían, por investigaciones y registros encontrados de  algunas  empolvadas  y  refundidas  declaraciones escritas hechas por algunos ocultos actores de ese incidente, que en últimas ellos se hubieran conformado con la presencia permanente de las tetonas de Texas, que por cierto añoraban con quedarse, pagadas por cuenta de la compañía, y hasta le hubieran propuesto posteriormente a la United por lo costosa en el tiempo de esta solución, la creación de un modesto subsidio y el pago del excedente por ellos mismos como parte del adelanto fraccionado de sus cesantías a través de una caja de compensación. Y que eso les hubiera traído por lo menos algo de alegría y un poco de placer a sus sufridas vidas, y seguramente habrían retirado la totalidad de sus reclamaciones conformándose con las pobres condiciones laborales existentes, evitado así, huelgas, desmanes, represiones y masacres. Eso, aseguraban ellos en esos  registros, hubiera sido más sensato, humano y de muy fácil aceptación.

Esa temeraria decisión de no atender a ningún otro que no fuera Acacio Miguel, puso a Florence en la difícil situación de no ganar dinero para su diario vivir. Afortunadamente alguien le sugirió que fuese donde Cándido Vergara un hombre sabio y experto en las artes adivinatorias con la lectura del Tarot Egipcio, para que le enseñara y así pudiera ganarse la vida. Que intentara conseguir aunque fuese una mínima parte de lo que ya no se ganaba con el calor febril de su entrepierna cuyo apetitoso, oscuro y húmedo tesoro escondido al final de su recorrido, estaba ahora guardado con doble cerrojo y candado, provistos de unas intrincadas claves y llaves dispuestas por el arte y la magia del amor, solamente para abrírseles de inmediato al negro Acacio Miguel. Y así lo hizo. Y fue tal su interés que no tardo mucho en volverse famosa por sus dones de pitonisa y sus grandes aciertos, cuya fama terminaría regándose como verdolaga por fuera de los linderos de la Calle de las Piedras. Le leía las cartas a todo el mundo. Le leía las cartas a las Madeimoselles de  Madame Papindó y a las de las otras casas. Se las leía a muchos de los hombres que las visitaban y también a sus esposas inconformes por las ausencia y faltas de sus maridos que preferían estar con las Madeimoselles, las que a su vez le soplaban a Florence entre risas y burlas, todas las mañas, las medidas, los gustos y las infidencias de sus clientes que borrachos y sin control, hablaban más de la cuenta de sus intimidades, de sus amores, desamores y de sus buenos y malos negocios. Las esposas despechadas también eran atraídas a la lectura de su destino por la curiosidad de saber los secretos de sus maridos y hasta de sus amantes ocultos, pero más para aprender disimuladamente de las Madeimoselles las refinadas prácticas del amor y las mañas, para agarrar por dentro de la pretina y dominar a sus dislocados maridos. Todo así se volvió un rompecabezas en el que la única que conocía todas las piezas, las historias y los desenlaces era Florence, y un juego en el que solo ella decidía cuantas vueltas debía dar un chisme o una confidencia. O cuando los paraba. O los desmentía y cambiaba, o a quien decidía decirlos o agregarle u omitirle algo a conveniencia.

Ya por esas épocas Florence había penetrado mucho el círculo de los directivos sindicales de la United Fruit Company, aprovechando que todos sin excepción habían sido prodigados con sus favores de verija, uno que otro era ahora su cliente en la lectura del tarot egipcio, y todos sin excepción, eran grandes admiradores de su vasta cultura y su gran inteligencia. Asistía entonces como invitada excepcional a algunas de sus tenidas para tomar tinto con ellos en el café Tulita donde se armaban largos conversatorios sobre temas laborales, filosóficos y políticos. Libertarios por talante, renegaban de la férrea hegemonía conservadora en el poder de la nación y del contubernio de miedo que tenían con la iglesia católica y sus curas inquisidores, que desde el púlpito acusaban y sentenciaban a una persecución segura cuando menos, a disidentes, liberales, sindicalistas y masones. Y recientemente, inconformes, volaban en cuadro alrededor de la United Fruir Company que abusaba a su antojo de las condiciones laborales de sus trabajadores corrompiendo autoridades para obtener utilidades a ultranza, con la complacencia mercenaria del alto gobierno. Había que hacer algo, decían algunos. Hay que sabotearlos opinaban otros. Mejor hay que sacarlos a plomo limpio pedían no pocos. Ellos conspiradores de alma, hacían elaborados modelos teóricos de sabotaje físico y político para deshacerse de la United, en reuniones discretas que hacían en el café Tulita.

Aquella mañana del 4 de diciembre de 1928,  Raúl Eduardo Mahecha, Erasmo Coronel, Pedro del Rio, Bernardino Guerrero y Nicanor Serrano, habían estado debatiendo sobre el destino de la huelga que había estallado desde el 28 de noviembre. Eran los lideres de los trabajadores de la United y habían ordenado a los huelguistas reunirse en la plaza de la estación de Ciénaga al día siguiente, para acudir a una convocatoria del gobierno godo de Miguel Abadía Méndez con la promesa además de la asistencia del Gobernador del Magdalena, para encontrarle al conflicto una solución. Esto era un alivio para los huelguistas que no habían recibido del gobierno sino desprecios y amenazas, y de la United ninguna clase de respuesta. Estaba decidido. Acudirían a la estación. Y ni las advertencias de Florence a Erasmo Coronel a quien la lectura del tarot le marcaba caída y destrucción en las cartas mayores con la aparición repetitiva de “la torre fulminada” de la carta 16 o de la “Fragilidad”,  y del aviso de peligro que le hiciera a Raúl Eduardo Mahecha a quien le salían muchos “enemigos ocultos al acecho” con  la carta 18 o del “Crepúsculo”, los pudo persuadir.

Esa noche, ya tarde, una de las Madeimoselles de la casa se le acercó y le dijo: ¡Florence escucha!. ¡Acabo de despachar liviano al señor gobernador!. ¡Está borracho y me dijo que él no iba a ir a Ciénaga mañana ni nunca!. ¡Que eso de la reunión con los huelguistas es una farsa urdida por el gobierno central para obligarlos a plomo limpio si es necesario, a disolver la protesta! ¡Me dijo además que el presidente Abadía Méndez se plegó al gobierno de los Estados Unidos porque lo amenazaron con intervenir militarmente a Colombia si no se solucionada la huelga y se aseguraban por encima de todo, los intereses Americanos!  ¡Dile a tus amigos que no vayan allá!  ¡Que eso es una encerrona!

Florence sintió un raro estremecimiento. Sin responderle se encerró en sus aposentos y rápidamente saco su Tarot. Le pidió a los maestros de la Logia Blanca que la guiaran y le preguntó a la sábana del destino de esas cartas, sobre el desenlace de la huelga de las bananeras. Sacó una sola y al voltearla, apareció ante sus ojos el fatídico numero 13: ¡La muerte!. Dijo para si. Ya no albergaba ninguna duda de lo que iba a suceder y esa noche no pudo conciliar el sueño.

La mañana del 5 de diciembre, Florence trató de enviarle una  advertencia con un mensajero a Raúl Eduardo Mahecha, pero habían cancelado la salida del tren hacia la zona bananera. Fue a la plaza a contratar un carro para ir ella misma y nadie quiso llevarla. Buscó un transporte publico e igual estaban suspendidos los viajes. Hasta la oficina del telégrafo estaba cerrada. Todos tenían la sensación de que algo malo iba a pasar en Ciénaga ese día y nadie quería ir. Florence se dio cuenta de inmediato que las cartas no se equivocaban y que la suerte estaba echada. Y el destino ya marcado por la fatalidad, seguía inexorable su curso.

Triste, impotente, asustada, se encerró en sus aposentos y no salió ni siquiera a la hora del almuerzo. Así, en esa zozobra, muy preocupada pasó la tarde y ya en la noche no podía conciliar el sueño.  A la una y treinta de la madrugada de ese 6 de diciembre de 1928, sintió que algo le apretaba el corazón, en el lugar más recóndito de sus sentimientos y comprendió que ya todo había sucedido. Rápidamente extendió el Tarot, y sobre la carta de “la Muerte” que no dejaba de estar siempre presente, logro ver la mano del verdugo, el infame general conservador Carlos Cortes Vargas, cuando de repente daba la orden de disparar. Sintió sobre su corazón el pulso del tableteo aterrador de la metralla, al tiempo que se remontaba doscientas generaciones en el pasado, hasta ver aparecer como flotando sobre las figuritas de colores de las cartas del Tarot, otra vez el galope pavoroso, destructor, de aquellos hombres desconocidos, metálicos, montados sobre bestias nunca vistas, con varas que retumbaban más alto que el trueno, y hojas brillantes como el sol que cegaban de un tajo, en nombre de la corona y de la cruz, la vida, el pensamiento y las ideas en aquel “primer encuentro”, y luego vería como esa caravana de la muerte se iría transformando como un camaleón infernal, en la interminable hilera de un “tren con cientos de vagones que partió ese día amparado por la complicidad de la noche de la estación de Ciénaga, con miles de cadáveres de los trabajadores de las bananeras para arrojarlos al mar”…

 

Después, vería en esas cartas como desfilaban ante sus ojos, cientos de masacres y asesinatos selectivos y una guerra que duró mas de mil días, el bombardeo estúpido sobre setenta y dos familias insurgentes que lo único que pedían era tener una vida digna y una oportunidad sobre la tierra, cuya consecuencia fue una guerra cruel de lado y lado que duraría sesenta años, el despojo de tierras y el desplazamiento a sangre y fuego de seis millones de campesinos indefensos, perpetrado por ejércitos mercenarios con la complicidad y beneplácito del alto gobierno, al servicio de terratenientes y empresarios ambiciosos y corruptos, la desaparición de todo un partido político porque los asesinaron en un numero de cinco mil, la ejecución de lideres progresistas y los crímenes casi seguidos de varios candidatos presidenciales de una misma estirpe política, la ignominia del fusilamiento para justificar resultados en una guerra que nunca irían a ganar, de mas de cuatro mil quinientos jóvenes inocentes que lo único que querían era trabajar, el domino de una elite reaccionaria, excluyente, egoísta, voraz, con una concepción feudal y patrimonial de la patria y a toda una clase política corrupta hasta la medula que solo pensaban en su propio beneficio.

 Vería  incrédula a un país, único en el mundo, en el que una mayoría por ignorancia supina o carencia absoluta de compromiso y empatía social, y algunos otros por perversa conveniencia, votarían y ganarían, en contra de lograr una paz que tanto necesitaban solo para perpetuar una guerra inútil, y por primera vez en su vida sintió mucho miedo y la triste sensación de estar en un lugar que no le correspondía. Quiso salir corriendo para tomar el primer barco de ocasión que la llevara de vuelta a Marsella, e irse luego por esa vía hasta Saint Remy D’Provence su pueblo natal en Francia, para acunarse en el regazo de su madre, pedir perdón y llorar durante varios días…

De pronto lo hizo…

Santa Marta, 264 días, después del confinamiento…

Adenda: Les deseo a todos una feliz navidad y un prospero año nuevo, si es posible, en medio de la calamidad de esta pandemia.  Me voy de vacaciones  al patio de mi casa.. Nos veremos.

 

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