Por Hernando Fernández de Castro Dangond
Llevamos ocho meses de pandemia y aún no se vislumbra la terminación de esta. Pareciera una maldición que ha caído sobre toda la humanidad, y no país que se haya escapado de sufrir este flagelo.
Los colombianos, estuvimos sometidos a un encierro por seis meses, tiempo en el cual se desarrolló la peste en casi toda la sociedad, dejando muchos contagiados y una considerable cantidad de lamentables muertes, que han enlutado muchas familias de nuestro país.
No quiero dar cifras a propósito, creo que todos estamos aburridos de ese sainete diario de números de contagiados, recuperados, decesos, de camas ocupadas en USI y de todas las estadísticas que han surgidos a raíz de este vicho que no vemos, pero nos acosa hasta dormidos.
La espera a que esto se solucione, ha sido larga y parece se extenderá en el tiempo, al menos por seis meses más para que llegue la vacuna, sin saber de que país vendrá primero, pero lo que dicen los entendidos, es que llegará, más o menos en junio de 2021, por lo tanto, seguiremos esperando con mucha esperanza, se aparición, como el enamorado al que se le fue su amor y se asoma cada día a la ventana de su casa, esperando que este regrese, sin que este se presente a satisfacer sus ansias de ser amado.
En Colombia los efectos de la pandemia, además afectar la salud de nuestros compatriotas, ha resentido nuestra economía, los ingresos de los colombianos ha descendido en forma importante y por lo tanto el consumo igualmente se ha vistos afectado, generando desempleo, lo que produce malestar social, desafección dentro de las familias que han sufrido las consecuencia de la baja de su renta mensual, causando violencia intrafamiliar, que ha degenerado en muchos casos en feminicidios y atropellos contra las mujeres de nuestros hogares.
Igualmente, la inseguridad en las ciudades ha crecido alarmantemente, el hurto de motos, carros, bicicletas y celulares, están a la orden del día, actividad delictiva que ha llevado al asesinato de personas que se han opuesto a ser despojados de sus bienes. Las autoridades no dan abasto para contener esta ola de delitos y la población inerme sufre las consecuencias de una crisis económica y social causada por el coronavirus.
La pandemia dejó de ser un problema, solo de salud o médico para volverse un episodio de impacto social, que amerita toda la atención del Estado, no solo otorgando auxilios económicos, sino que debe implementar políticas públicas que encaminen a nuestra sociedad por el sendero de la recuperación económica, lo que redundará en una mejor convivencia de toda la sociedad colombiana.
Por eso, es importante que la espera angustiosa en que estamos sea resuelta entre todos, hoy más que nunca, necesitamos estar unidos alrededor de unos propósitos nacionales, departamentales y municipales que nos lleven a encontrar las soluciones a los problemas de cada uno de los núcleos sociales en los que vivimos y convivimos diariamente.
No es hora para que afloren los egoísmos políticos y tratar de canalizar los problemas para beneficio electoral, ni tampoco es tiempo que los gobernantes se dediquen a culpar de todo, a los gobiernos anteriores para disimular su incapacidad administrativa, debemos construir entre todos y no destruir a todos y todas, no se construye sobre la destrucción.
La grandeza de una persona, sea dirigente, líder o gobernante, se mide por su entrega a lo general y no al cultivo del egoísmo, dejemos las avaricias personales y seamos más proactivos, solo así saldremos de la pandemia provocada por el virus y de la peste egocentrista que aqueja a muchos de nuestros gobernantes de hoy y que no permiten que nuestra sociedad piense en positivo, porque siempre están acusando y culpando a los demás sin afrontar sus propias obligaciones para con la sociedad que los eligió.
Si no cambiamos, seguiremos esperando que las pandemias que nos acosan se vaya por si solas.
