DE GENERACIÓN EN DEGENERACIÓN

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Por Karla Campo Acosta

¿Qué serán las nuevas generaciones? ¿Qué profesiones u oficio elegirán?  Las tendencias son “influencer”, “youtuber”, “blogger” o “tiktoker”. Antes los adultos se aterraban porque elegíamos ser comunicadores sociales, modelos, diseñadores de moda, diseñadores gráficos o cantantes. Si lo analizamos, son las mismas elecciones en distinto tiempo y escenario.

Mirar a los niños y darse cuenta de que ellos no son como nosotros, asusta, pero nosotros no somos como nuestros padres, ni nuestros padres son como nuestros abuelos y así sucesivamente. Hemos cambiado de generación en degeneración…

En mi generación conocimos el internet. El computador pasó a ser un aparato tan útil y necesario como la estufa.   Ahora somos adictos a las redes sociales y a los aparatos electrónicos; no solamente seguimos, sino que perseguimos personas virtualmente. Consumimos series y documentales en la misma magnitud en que las generaciones precedentes devoraban libros y realizaban investigaciones, pero las habilidades y conocimientos que se adquieren en una y otra cosa son distintas, el vocabulario y la ortografía han cambiado, las costumbres del país, de las regiones y de las familias, se han extraviado; hasta el acento de los niños es extranjero, debido a la influencia de las caricaturas dobladas con entonación forastera.

La letra de las canciones no deja nada a la imaginación. Mi papá decía “el baile es un abrazo disimulado”, pero ahora no disimulan nada… los abrazos son inofensivos. ¡Uno en realidad se asusta! Da miedo que esas peladas, que mañana pueden ser nuestras hijas, queden embarazadas en una pista de baile, luego de verlas hacer twerking, por ejemplo. Los artistas de antaño han simplificado su trabajo e incluido reggaetón, champeta, rap y trap, a sus canciones, para no perder vigencia. La música clásica y los boleros están en el baúl de la abuela.

No tengo duda de que hemos logrado evolucionar, porque nuestros hijos son capaces de hacer mejor y más rápido todo aquello que se proponen, gracias a los avances científicos que encuentran al llegar al mundo y a la carga genética que ha recopilado información de años de estudios de las distintas generaciones. Antes los niños nacían con los ojos cerrados y los abrían después de 4 días aproximadamente, ahora no sólo vienen al mundo con los ojos, sino con la mente extremadamente abierta. Son capaces de realizar análisis profundos de una manera tan sencilla y superficial, que hacen parecer la teoría de la relatividad demasiado básica para ser considerada ciencia.  Me pregunto por qué una generación con evidentes capacidades superiores me asusta tanto…

Evolucionar no debería ser contraproducente. Tendría que significar que encontraremos una manera de vivir y no que, conscientes de que acabaremos con los recursos naturales del planeta tierra, buscaremos uno nuevo.    No sé qué te preocupa a ti. A mí me preocupa que estén trascendiendo temas absurdos como el racismo y la discriminación por género y que estemos perdiendo la buena usanza del idioma y el altruismo; que la guerra sea constante en nuestra historia y que la pobreza sea multidimensional por donde la mires; que la politiquería siga ganando curules; que no comprendamos que discutir la legalidad del aborto en cualquier circunstancia, la unión legal entre personas del mismo género, etc. no zanja diferencias, sino que las acentúa. Me preocupa que las nuevas generaciones  centren la discusión entre seguir la dieta keto, ser vegetarianos, veganos, carnívoros etc., cuando deberíamos estarnos ocupando de cómo erradicar el hambre de los seres vivientes, cultivar sin destruir y encontrar una forma pacífica de convivir. … A mí no sólo me preocupa que se esté perdiendo la necesidad de escribir a puño y letra, sino que, en el afán de tener contactos, se nos esté olvidando la manera de comunicarnos, de acercarnos, de comprendernos, de tolerarnos.

Mi vieja concepción (1986) me lleva, inexcusablemente a concluir que los principios y los valores determinan nuestras conductas. Ninguna generación debería crecer sola, guiada por aparatos con sistemas operativos magníficos, pero sin sentimientos, consciencia y humanidad.  Sustituir la imagen de los papás por una pantalla de tv cada día más grande y reemplazar un cálido abrazo por el frío metal de los celulares y/o computadores, jamás podrá dar un mejor resultado.

La nueva generación no es responsable de la superficialidad y sencillez de sus geniales respuestas, cuando estamos permitiendo que Google conteste ilimitadamente sus preguntas. Estas criaturas son realmente sorprendentes, admirables, atesorables, pero qué podemos exigirles, si no les hemos enseñado que el valor de las cosas va más allá del signo peso; que el olor de un libro es capaz de alimentar nuestros sentidos tan profundamente, que las palabras abren  resquicios desconocidos, hasta encontrar el significado mismo del ser, la sensibilidad necesaria para comprender que nacimos para estar acompañados, para ser solidarios, para ayudar, para construir, para estar en contacto directo y no lejos, con un celular y redes sociales llenos de contactos que no conocemos. Ese es el contexto.

Este mundo aparentemente dirigido por adultos no debe dejar a un lado las ideas actuales, sino, por el contrario, buscar y encontrar la manera de regular la convivencia a tal punto que el bulliying, la intolerancia y el materialismo no sean causa de suicidio, homicidio, resentimientos y represalias; estamos obligados a acompañar a nuestros niños y jóvenes mientras crecen, a darles amor y enseñarles principios y valores, a creer. Esa es la realidad: le hemos negado tiempo a los niños, queriendo recuperarlo cuando ya son jóvenes, con gustos arraigados, con costumbres propias, adquiridas de las culturas ajenas que conocen a distancia, hemos olvidado ser humanos, trasmitirle a las nuevas generaciones el valor de la historia, de las tradiciones, de las costumbres, de la familia. Este no es un pensamiento nuevo, es algo que ya dijeron nuestros viejos refiriéndose a nosotros, que antes éramos esa “nueva generación” y siguen teniendo razón, nos hemos desnaturalizado e insensibilizado, de generación en degeneración.

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