“La Montaña Sagrada”. 10ª parte “Las Ruedas del Tiempo”. “Las Aseguranzas”

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Por Rafael Gómez LLinas

El Mamo Menjabin sacó de su mochila unas hojas de frailejón. El frailejón era para los Mamos una planta sagrada. Con él limpian los campos áuricos y eliminan las malas energías. Las hojas de frailejón sacudidas en el aire por Menjabin dejaron de arder en llama viva y empezaron a consumirse lentamente como pequeñas brazas. Un humo blanco con un olor inconfundible, inundo la atmósfera al interior del círculo formado por el pequeño grupo de los viajeros, y el Mamo,  empezó a hacer la limpieza energetica a cada uno de los visitantes. Las pasaba sin pausa haciendo pequeños círculos alrededor de los visitantes hasta casi tocarlos, para limpiar sus cuerpos sutiles y el campo áurico que los envolvía…

El Mamo Seukukui entre tanto, se acercó silencioso y empezó a escudriñarlos con su mirada. Parecía una serpiente deslizándose en medio del pequeño círculo de personas sentadas en el claro de la espesa floresta. Después, sacó de su mochila un amasijo de hilos anudados con unas pequeñas cuentas de color negro. Con naturalidad desplegó las tiritas de hilo de algodón sobre una enorme piedra pulida que hizo las veces de una improvisada mesa de labores. Se acercó a uno de los viajeros sentados en el suelo. Le insinuó con una seña que se levantara, lo tomó del brazo y amarró la tirita con la cuenta en su muñeca izquierda. Después, con toda calma tomó otro hilo y lo anudó en su muñeca derecha. Finalmente con sus manos empuñadas hizo pequeños movimientos en círculos encima de sus muñecas, y pronunció despacio unas inentendibles palabras. Así, empezó a hacer lo mismo con los demás visitantes. Seukukui, concentrado en su labor, parecía tejer con esos hilos y los movimientos de su mano, una membrana invisible de protección, que flotaba en ese sitio y se anudaba alrededor de los visitantes. Y ellos asombrados, ya sentían su contacto, su abrigo, su amparo y su poder. Mientras tejía con los movimientos de su mano y la fuerza de su pensamiento, el tejido de esa colcha de energía protectora, su mirada fue cambiando y con ella toda su expresión. En un momento en que levantó la vista y miró fijamente a uno de los viajeros cuando le puso la aseguranza, su expresión, como si ya hubiese logrado su propósito, se iluminó. Su mirada en ese momento era la viva manifestación de otros matices de la energía. Había pasado de los registros de la profundidad de la noche, a los torrentes mañaneros de ríos y cascadas de aguas cristalinas de la Sierra Nevada. A la energía protectora de la madre tierra… La expresión de su mirada era la  encarnación viva de ellas…

El Mamo Menjabin entre tanto rondaba y rondaba. Muy serio. Con el manojo  de hojas de frailejón encendidas hacia figuras en el aire y sin dejar de mirar todo lo que hacía, les dijo en voz alta. ¡Hermanos están recibiendo ustedes una de las protecciones más poderosas del universo!: …Así como los pensamientos armoniosos que surgen de un pequeñísimo destello y se expanden desde la conciencia en forma circular y nacen a la realidad”.. Así como el gran círculo de pensamiento y de pagamentos que nace de un punto de radio cero, sin gravedad, ¡de la nada!, y se expande desde esta nevada, la circunda y le da vida a todo lo creado al interior del  “Corazón del Mundo”… Así como la “Línea Negra”, ese gigantesco círculo de energía que encierra en ese pensamiento como en un útero materno, a todo el mundo de los hermanos mayores… Así como el círculo de la muralla de piedras que encierra toda esta tierra sagrada.. Así como la Kankurua con su arquitectura de geometría geodésica, circular, de medidas y proporciones sagradas, también estos pequeños círculos de hilo que se han anudados en sus muñecas, cumplen igual que ellos, la misma función. La misma misión. Son lo mismo. Son confinamientos holísticos de la energía… Campos cerrados de energía para concentrar todas sus posibilidades… Para recrear allí un pequeño universo…Para proteger y crear… La aseguranza de la mano izquierda protege al pensamiento, a los sueños, a la intención,…Y la de la derecha protege a la realización y concreción de esos sueños. La realizacón de esas intenciones. Cuida y protege a  la acción. ¡Cuida y proteje a la vida! Dijo enfático Menjabin…

La mañana avanzaba, y todavía los visitantes no salían de su asombro. Un poco alejado de ellos, el Mamo Serankua sereno, inmóvil, como flotando en su sillar de piedras, “manbeaba” con su poporo y observaba desde afuera el curioso ejercicio que hacían los viajeros, aquellos tripulantes de “ Ariadna” la enorme carabela, que ahora, reposaban sentados en círculo, dentro de la llamada “Tierra sagrada”. Ellos a su vez con los algodones seguían dibujando pequeños círculos en el aire, y limpiaban su propia realidad, tal como se los  había pedido el Mamo Menjabin..

De repente el Mamo Serankua enfocó su vista  en  Menjabin.  Este se  hallaba  de  espaldas y se volteó, como si hubiese escuchado un llamado en su mente.   Seukukui hizo lo mismo y los tres cruzaron sus miradas. Serankua lo hizo con ojos tranquilos. Como la luz de un medio día. Seukukui, en el extremo opuesto de la manifestación de esa energía, a su vez los observaba con una mirada maliciosa, inescrutable, relampagueante. Como una noche estrellada. Como la oscuridad que se opone a la luz… Realmente ambas miradas representaban a las dos fuerzas primigenias de la creación: Luz y oscuridad..

El Mamo Menjabin severo, como esperando, los observaba a ambos alternadamente. Como si su mirada fuese la síntesis de las de los dos Mamos mayores. Eran miradas inteligentes. Dicientes. De esas con las que se leen y se entienden solo aquellos que están afinados por un mundo de cosas en común. Por cosas trascendentes. Las sostuvieron entre ellos durante un largo tiempo, como si unos a otros se leyeran el pensamiento. Inesperadamente, y simultáneamente, todos asintieron varias veces con la cabeza. Lo hicieron con lentitud. Tranquilos. Como si estuvieran aceptando que estaban todos de acuerdo y atados a un mismo hilo de pensamiento: Era la acepatación de la petición mental del Mamo Serankua. Luego Seukukui y Menjabin, siguiendo esa orden, se voltearon y pusieron nuevamente su atención en el grupo de viajeros. ¡Mucha atención!..

Menjabin, inesperadamente se separó del grupo y obediente del pedido del Mamo Serankua, concentró su mirada en un punto en el vacio del espacio para activar la región prefrontal de su cerebro y asi, vislumbrar el futuro. Apretó su semblante y comenzó el mismo con su mano derecha a hacer pequeños círculos en el aire y a pronunciar en voz baja unas ininteligibles palabras..

 

¡Cierren los ojos! Dijo luego, al tiempo que un vórtice de energía que no se veía pero que se sentía, parecía salir de sus manos creando un remolino de viento que arrastraba la hojarasca formando un formidable embudo de hojas secas que circulaba incesante al interior de Tierra Sagrada, en donde se veía claramente a su paso, el trepidar de las piedras y el estremecimiento de toda la floresta. El grupo con los ojos cerrados no pudo ver como el panorama iba cambiando. Las nubes, empezaron a pasar muy, muy rápidas. ¡Vertiginosas!. Y las noches y los días, se fueron turnando en fracciones de segundos para aparecer como señales delatoras de la aceleración creciente del tiempo. Solamente los Mamos sabían que se estaban adelantando miles, quizás millones de años en el futuro, y hacia un cuadrante dimensional y espacial  lejano…¡Muy lejano!

 

Lo único que se mantenía impertérrito en la Tierra Sagrada eran la Kankurwa de Makuoro, y la edad de los que estaban protegidos por la quietud temporal al interior de ese poderoso confinamiento de energías. Era tal la rapidez con la que el sol se ocultaba y volvía a nacer,  que solo se veían momentos continuos de luz y de sombra, como luces estroboscópicas que se alternaban en una exhalación produciendo un efecto irreal.. ¡alucinante!…

Solo cuando el Mamo Menjabin “sintió” la cercanía del cuadrante espacio temporal, o del “lugar” a donde quería llegar, fue deteniendo lentamente el  giro circular de su mano, y con el mismo compás de ese movimiento, la aceleración del tiempo en el entorno fuera de la Kankurwa y de Tierra Sagrada se fue deteniendo. Se fue aquietando lentamente, hasta reposar silencioso y sin estrépito en un tiempo muy lejano, en la atmósfera diáfana y ambarina de “ZAZUÉ”(1): Un hermoso atardecer… Un atardecer con un sol gigantesco, anaranjado, que se ocultaba en el  horizonte en el fondo del  inmenso valle que apareció de repente y que se veía desde esas alturas detrás de un Morro, una enorme formación rocosa que emergía enigmática en el centro de una bella bahía… Una bahía como sacada del paisaje de una región ignota y lejana… ¡Muy  lejana!.. Y que por supuesto, no estaba ni estuvo nunca antes, allí…

Los viajeros uno a uno fueron abriendo sus ojos. Se miraban desconcertados sin entender lo que pasaba. Se esforzaban cada uno por darse una explicación convincente de lo que estaban presenciando. Ahí jugo otra vez la capacidad de cada cual para registrar y crear su propia realidad. Algunos concentrados en su propio asombro pensaban en los sucesos y profecías acaecidos al interior de la Kankurwa y no se percataron de lo que pasaba. Tenían su mente en el pasado… Otros, se dieron cuenta que el ambiente había cambiado, pero acostumbrados a no prestar atención a las señales del entorno, pensaron que había oscurecido repentinamente por el paso de algún nubarrón cargado de agua… Unos cuantos, creyeron que efectivamente se habían equivocado y siempre había sido de tarde…  Los más imaginativos, por el repentino cambio del ambiente, pensaron como cosa curiosa e improbable, que tal vez pareciera, solo pareciera, como si se hubiesen adelantado en el tiempo desde el amanecer hasta el atardecer del mismo día… Uno que otro, con su mente puesta en el futuro solo pensaban en lo que podría sobrevenir si se cumpliera la profecía apocalíptica del mamo Serankua, y tampoco se advirtieron de nada. Y casi todos ellos sin excepción, con su atención puesta en explicaciones guiadas únicamente por la razón, por el hemisferio izquierdo de su cerebro, vieron lo que esa sintonía de su conciencia les permitió ver..

Solamente unos pocos de esa numerosa tripulación pudieron con su mente, traspasar sin esfuerzos los pliegues de ese fractal espacio temporal abierto por los Mamos, y fueron ellos por fortuna, quienes muchos años mas tarde habrían de descubrir con el velo ya descorrido  desde ese momento de sus miradas clarividentes, la presencia en la tierra de una raza de hombres que parecieran hacer parte de una gran conspiración con la que se pretendia destruir a la tierra. Con el recurso del poder descontrolado del dinero, la ambición desmedida, el consumismo desaforado, la depredación de Gaia, la contaminación, la hipocresía y la ausencia absoluta de la empatía y el amor, se impedia que pudieran los humanos de manera colectiva trascender su actual nivel de consciencia para ser la semilla de aquel “Árbol de la Libertad”, ese árbol de la vida que si llegase a florecer extirparía todo imperio del mal en la Tierra, tal como estaba consignado en los mandatos dictados en la “Ley de Origen” de los hermanos mayores..

 

Lo hicieron, poniendo atención en el presente. En los detalles.  Miraron,  y esta vez a su alrededor como seres despiertos que ya eran, “vieron” lo que allí sucedía, y sospecharon que algo inusual estaba pasando: La floresta que los rodeaba, se había engrosado. Se veía más tupida, agreste y enmarañada. Unas coloridas flores grandes como palmeras que no estaban antes allí, se asomaban como jugando al escondido detrás de unos colosales árboles plantados en un suelo humeante, y el ruido del ambiente era distinto. Se oían, y ellos los oyeron claramente, unos rugidos extraños en la lejanía y unos cantos de pájaros que se presagiaban antediluvianos e inmensos como del tamaño de una catedral, y sintieron sin moverse de su sitio, los olores y el peso de la vida de un planeta insipiente y virginal, la lejanía inalcanzable, el extravío, de sus propios cordones umbilicales, ese hilo primordial, y  se asustaron..

 

Se sintieron perdidos en un tiempo muy antiguo y olvidado,  pero  casi ninguno se dio cuenta, que en realidad se adelantaban al futuro. Un futuro tan lejano, pero tan lejano, que  en  verdad  parecía, ¿O lo era?,  cosa del pasado…

 

Ese, fue un momento muy especial. Y Einstein no podía tener más razón. El tiempo es algo viviente y definitivamente depende del observador. En una fracción de segundo, el silencio se apoderó de todos los sonidos apagándolos y la secuencia del tiempo se agotó. Los pedazos continuos de la realidad se desencajaron y el tiempo, que siempre gana la partida, los dispersó como  vidrios de un espejo roto que reflejaban la realidad a retazos. Y en cada uno de esos pedazos perdidos, la vida de cada uno de los visitantes siguió su curso  por su cuenta en la búsqueda de su destino, sin recordar todo esto que había pasado. Y solo porque todos esos extraños acontecimientos quedaron  esculpidos en sus consciencias para siempre, las Ruedas del Tiempo que se movieron hacia mundos distintos,  lejanos, podrían  traerlos de vuelta y unirlos después de cumplir con su cometido: La de salvar a la tierra de siglos de desamor, y a la raza humana de su probable extinción.. esa era su misión. Para eso, los Mamos de La Montaña Sagrada los desarraigaron de la secuecia lineal de sus vidas, y los dispersaron en diferentes mundos, tiempos, circunstancias..

Continuara..

Santa Marta, Corazón del Mundo, 230 dias después del confinamiento..

(1).- ZAZUÉ: Uno de los cuatro nombres del atardecer en la cosmogonía Kogui- Tayrona..

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