“La Montaña Sagrada”. 9ª parte “Las Ruedas del Tiempo”. “La Predicción”

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Por Rafael Gómez LLinas

Ya el cortejo, ese mismo imponente cortejo de hombres y mujeres, rodeado de luz, místico y eterno y en esa otra realidad, sale del interior de la Kankurua. De la mítica y legendaria Kankurua de Makuoro. Eran los tripulantes y pasajeros de “Ariadna”, aquella enorme carabela de 18 metros de eslora que fondeó  en un recodo tranquilo de una de las muchas bahías acunadas en el regazo de la  Sierra Nevada a de Santa Marta, el Corazón del Mundo… Eran, y solo por esta vez lo fueron: el capitán aint                 ua sexflit anaint                 ua sexflit anChezcott, Radha, Andry Vane, Aty Sarabi, Wilmer Azalea, Gladizá, Américo Azalea, Yolibatta, Leónidas Cancino, Anne Lisa, Albert Cáyo,  Sol Emma  y  Ankimako..

Lo hicieron apenas unos momentos antes de la aparición del canto del pájaro de la mañana que marca el fin de la noche y da paso al comienzo del día con su corriente de energías blancas y renovadoras. En el amanecer de ese nuevo día, desfilaron lentamente, entumecidos. Lo hacían como si salieran de un ancestral túnel del tiempo en donde permanecieran por cientos, por miles, o tal vez por millones  de años… ¡Y  a lo mejor así fue!..

Como si nacieran nuevamente a la vida, caminaron torpemente por encima del enorme miembro viril de NUEVE metros de largo construido con piedras pulidas de río compactadas en una sola piel por el desgaste inmemorable de la lluvia y el viento de infinitos abriles, que reposaba en el suelo como un enorme saurio adormilado por siglos justo a las puertas de esa casa ceremonial marcando su entrada, su orientación exacta hacia el norte magnético y el recorrido solar, como un símbolo de la clara presencia de las energías masculinas y la potente manifestación de esa fuerza creadora signada por la novena esfera, en la entrada hacia esa otra realidad en ese ancestral y milenario templo de misterios..  De muchos misterios…

Estragados por los cinco días con sus noches de permanencia en la Kankurua en medio de  ese  inesperado ritual, no podían de ninguna manera salir de su asombro. Todavía con la mente perdida en el torrente luminoso de las palabras y profecías del Mamo Serankua sobre el destino final de Seinekun, la Tierra,  y  atrapados en la profundidad de la mirada maliciosa, misteriosa de Mamo Seukukui su contraparte, que como el dueño de la noche, de las aguas y de las estrellas, reflejaba en ella con una impronta exacta, los destellos de una dimensión insondable que se hunde desde siempre en las noches siderales, en las entrañas de Seinekun la gran madre y en las aguas lejanas, olvidadas del principio de la creación, no podían entender del todo por eso, de donde venían ni en que lugar o en que tiempo se encontraban. Solo escucharon y vivieron, aquellas profecías desojadas al compás del tambor y la flauta durante esos cinco días con sus noches en la profunda oscuridad de la Kankurua de Makuoro, en las que el Mamo Serankua les hizo “ver” en sus mentes el destino de la tierra: Un destino de destrucción y de muerte pero a la vez, otro de esperanza y así, de renovación.

 

Como en una película proyectada en sus mentes, vieron ciudades enteras naufragando en un colosal torrente de aguas desbordadas. Océanos enteros volcándose con violencia y destruyendo miles de años de civilización, y el hambre, la sed y la peste como aves de rapiña, terminando con sus restos… “Las guerras serán por el agua…Habrá muchísima agua que inundará, destruirá, y muy poca agua que servirá para tomar… El Sol no calentará sino que calcinará, y  el  aire no será el sustento de la respiración de la vida, sino que enfermará”. Les dijo el Mamo Menjabin, su acompañante, reafirmándoles esa visión. (1)

El Mamo Serankua impertérrito, solemne, con la mirada puesta seguramente en otro tiempo, les refirió en su dialecto durante esos cinco días, su visión del destino de la humanidad. Los viajeros, los invitados, que no sabían ni comprendían su lengua, escuchaban y entendían lo que él les iba diciendo cuando un Mamo  joven  que se hallaba a su lado, lo traducía. Así lo hicieron durante los dos primeros días. Al tercer día, asombrosamente, la traducción no era ya necesaria. Servía apenas para corroborar lo que ellos ya de antemano veían en su mentes cuando el Mamo les hablaba. Fue como si hubiesen entablado con él una fluida conexión, que les permitió navegar sin parar en  medio de la noche en las  torrentosas  aguas de las predicciones del Mamo, y que al final, muy al final, casi en el momento de la aurora del último día,  cuando los invitados se preguntaban muy preocupados si se podía hacer algo para impedir ese desastre, el Mamo, como si a su vez lo hubiese leído sus mentes, les soltara, más bien les regalara para sorpresa de ellos, una promesa: La posibilidad y la esperanza de poder cambiar ese amargo destino con una manera de hacerlo, y así les dijo:

  “Solamente aquellos que en claridad de conciencia entiendan, que en el  futuro, en el no muy lejano, la vida del planeta y la supervivencia de la raza humana dependerán de la síntesis, de la unión, del encuentro respetuoso entre los adelantos científicos, la tecnología, ese admirable refinamiento de la energía alcanzado por ustedes los “Hermanos Menores”, con el profundo conocimiento, respeto y amor que nosotros los “Hermanos Mayores” tenemos de  los ritmos  y  armonía de la vida, de la naturaleza, de nuestra percepción real y clara de las energías, del espacio, y el tiempo,… de Aluna… Y que si lo hacen además, con un buen pensamiento que cabalgue sobre un corazón armonioso, sobrevivirán con seguridad al cataclismo que ha de venir, y repoblaran nuevamente, a la  madre Seinekun.” (1’)

No podían ocultar en su mirada el asombro que les produjo ese encuentro inesperado y desconcertante, y menos esa ultima promesa. Maravillados, desorientados, al salir de la Kankurua, se sentaron en círculo por insinuación del Mamo Menjabin, cerca de la entrada del templo ceremonial en un pequeño claro del asombroso sembradío de paraíso que tupía casi toda la Tierra Sagrada. Mientras se acomodaban en el suelo, el Mamo Menjabin, como si fuera un veterano maestro de ceremonias, fue repartiendo a cada uno de ellos, una mota grande de algodón. Las tomaron con una mano y con ella en alto, parecían una cuadrilla de aprendices del fino arte de la restauración que fuesen a retocar con esos algodones el paisaje como de mentiras que se abría ante ellos iluminado progresiva y lentamente por la luz creciente de esa mañana, o como un grupo de perdidos o de ciegos viajeros del tiempo en trance de  recuperar a tientas el rumbo de su dimensión, o más bien parecían  lo que realmente eran: Un montón de desprevenidos exploradores de la conciencia, de lo desconocido, que después de un tormentoso sueño se encontraron sin buscarla, con la voz profunda de una sabiduría de milenios. Con la voz de la tierra, de las piedras y de las estrellas. Con su eterno registro.  Y que en una causalidad tal vez inmerecida, oyeron la mismísima viva voz del sonido de fondo del universo. De su primer momento, apaciguado y descifrado en la soltura de un idioma secularizado por la distancia de casi trece mil ochocientos millones de años, que hablaba ya de su posible triste final. Que hablaba con desespero, de que no obstante toda su descomunal belleza y su deslumbrante armonía, tal vez no pudiera escapar al cataclismo que desataría el desamor y la incomprensión de los seres humanos, depredadores e irrespetuosos de su propia madre: De Seinekun. La Tierra, la amada Tierra…

Oyeron y la entendieron, a una voz que anticiparía por milenios, el destino ya marcado de antemano en las barajas mal repartidas de la entropía, que desde antes del principio del tiempo signarían para ella el cumplimiento de las leyes de disolución que al final de todos los finales, descoserían de su trama los hilos de energía de este universo, tumbarían todos los castillos de arena de las ilusiones, retrocederían la flecha del tiempo y desbaratarían todos esos sueños  en un despertar que lo juntaría y depositaria todo en la proximidad de la nada y lo acomodaría todo en el vacío del olvido…Como quien dice: ¡Morir para volver a nacer!…¡Finalizar para encontrar el comienzo!…!Despertar de ese sueño conscientes, para comparar las  dos vidas!…O todas las vidas….

¡Dividan en dos la mota de algodón, y tomen una en cada mano! Les ordenó el Mamo Menjabin. Ya un momento antes les había dicho en un tono solemne que imaginaran que esa mota de algodón era la unidad. Que era su representación. Y que esa unidad también estaba como la mota de algodón, compuesta de un amasijo de hilos, y en escalas más pequeñas de partículas de energía, y estas, de otras mucho más pequeñas y así sucesivamente. Que por mucho que escudriñaran buscando en la división la unidad ultima, jamás podrían  encontrarla porque ella no existía. Siempre habría una partícula o una onda más y más pequeña, y que  realmente no había un fondo o un final.  Que había un momento en que las partículas mas ínfimas perdían su manifestación y pasaban por el tamiz de Tikun hacia la nada, hacia el campo de Aluna, para aparecer otra vez con toda su información y destino, en otro momento de creación. Que el principio de todo se encontraba contenido  en esa “nada” y  todo salía de esa nada. O como la “Tutu”, la mochila, que comienza en la “nada” de un pequeño hueco que se encuentra en su fondo. Que meditasen en ese estado de gran unidad en la nada en donde se juntan todas las leyes del universo: “En el principio todo es la nada, y en ella se concentra el infinito campo de posibilidades de todo el universo conocido. Ustedes mismos, son manifestaciones en el espacio-tiempo de ese infinito campo trascendente” les dijo, mientras los rondaba sin perder de vista los algodones. Los viajeros obedecieron con prontitud. Ansiosos por saber cuál iba a ser el desenlace de este extraño ejercicio. Y el Mamo Menjabin sin inmutarse, impertérrito, continuó dando vueltas y asintiendo con su cabeza, como aprobando lo que hacia el grupo de viajeros y visitantes..

 

“Ahora, de la mota de la mano izquierda traten de sacar cinco hilos, y de la mota de la mano derecha saquen siete hilos. Les ordenó Menjabin. Esos cinco hilos representan a maya, la ilusión. A la vibración de esta realidad. La que se percibe con los cinco sentidos y con la conexión táctil de los cinco dedos de cada mano y pies. Y los siete hilos, son la representación de otra realidad más sutil, más elevada y armoniosa que se ve reflejada en los siete fluidos corporales… En los siete cuerpos sutiles que componen el campo energético de cada ser… En los siete chacras o vórtices de energías que le dan el tono vibratorio al ser humano y que mantienen unido su rastro genético… En las setenta pulsaciones de un corazón sano, amoroso, armonioso, necesarias para que un pensamiento puro, sin lastres, cabalgue sobre él y se vaya  lejos en el universo… O más allá, en las siete pulsaciones a las que se bajan los latidos de ese corazón, con la anulación del pensamiento, para rozar los linderos de otras dimensiones del espacio tiempo. Para rozar ese campo de la nada o en la nada, que ustedes llaman Dios….y nosotros, Aluna”… 

 

“Ahora con los cinco hilos de la mano izquierda hagan unos pequeños círculos en el aire e imagínense que limpian a sus seres queridos, a su sitio de trabajo, su vivienda, sus animales, todo lo que poseen. Imagínense que todas esas energías negativas que los rodean a ellos, ustedes con la mente la transportan a un sitio lejano en la galaxia…¡a los ámbitos de Tikun!(2)… Tikun es un gran basurero cósmico. Hacia allá se envía siempre todo lo negativo, porque su misión en el cosmos es reciclar esas energías con su infinita gravedad, convirtiéndolas otra vez en materia prima para la creación de nuevos mundos, de nuevos seres, de nuevos universos, de nuevas posibilidades. La dimensión de Tikun es la energía contraria de los Mamos. Nosotros somos puentes entre Aluna y la realidad. Aluna es un paso posterior y contrario a Tikun: Es ese espacio trascendente en la nada de donde surge otra vez la creación. La realidad material. Por lo tanto nosotros los Mamos, nos encontramos en su polaridad opuesta. Tikun es la muerte y los Mamos como ese puente entre Aluna y la realidad que somos, al contrario, propiciamos y cuidamos  la vida..

 

“Luego con los siete hilos en la mano derecha, hagan los mismos círculos en el aire, pero esta vez piensen en lo bueno que quieran para ustedes. Atraigan con ellos las buenas y armoniosas energías del universo. ¡Conéctense con ellas!.. Con su infinito poder”. Remató en tono ceremonioso el Mamo Menjabin.. 

 

Después de un momento de silencio, en voz baja, sin que casi nadie le escuchara y como si fuera una súplica, les dijo: “Hagan círculos en el aire y ayuden… ¡Ayuden a la madre Seinekun!… ¡Ayúdenla y ayúdense con sus buenas  intenciones  y sus acciones!”…

Continuará…

Santa Marta, Corazón del Mundo, 224 días después del confinamiento..

(1) y (1’).- Para hacer una afirmación actual de estas predicciones formuladas por los Mamos de la Sierra Nevada hace 43 años en Makuoro, se recomienda ver el documental: “UN MUNDO AZUL”: Una producción documental de Netflix  realizada  en este año  del 2020…

(2).- Tikun: Símil en la tradición indígena IKA, de  los “Agujeros Negros”: Colosales fenómenos cósmicos descritos en astrofísica, en donde al interior de su horizonte de sucesos, la gravedad es tan intensa que colapsan el tiempo, el espacio y todas las leyes de la física. Ni siquiera la luz se escapa de ese poderoso campo gravitatorio..

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