La gran pandemia de Colombia

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Por Hernando Fernández de Castro Dangond

La pandemia que nos aqueja a los colombianos no es el coronavirus, a pesar de los grandes problemas que este nos ha causado, nuestra gran pandemia, es la inconsecuencia con que actuamos como sociedad frente a los distintos retos que esta nos presenta.

La inconsecuencia, definida como “Cosa hecha sin reflexión”, parece ser la guía del proceder de nosotros los colombianos, por eso elegimos personas no idóneas, por falta de conocimiento y experiencia para ejercer funciones públicas desde las gobernaciones y alcaldías e incluso algunas veces hemos elegido presidentes sin la preparación necesaria.

Ni que decir cuando se trata de escoger miembros al Congreso de la República, aquí impera la voluntad del dinero, pues normalmente es este el que mueve las masas a las urnas, que se dejan deslumbrar por una paga, antes que ejercer el voto libremente y en forma responsable.

La inconsecuencia de nuestra sociedad es la responsable de que vivamos en un enfrentamiento armado o dialectico permanente, porque no somos capaces de ponernos de acuerdo, ni en lo fundamental, como diría Álvaro Gómez Hurtado. Los movimientos guerrilleros fueron producto de las inconsecuencias de los gobiernos de turno y de los miembros de estos grupos, que procedían en contra de la sociedad civil indiscriminadamente, secuestrando, asaltando, asesinando, volando torres de interconexión eléctrica y muchas atrocidades que atormentaron a nuestra sociedad por mas de 50 años, lo que trajo como producto otra inconsecuencia que fueron los grupos paramilitares, que no se les quedaron atrás en atrocidades a las guerrillas en actos contra nuestra sociedad civil.

Las inconsecuencias de nuestros políticos y sus respectivos partidos políticos, nos llevaron a una Asamblea Nacional que adoptó una Constitución Política, que trajo cosas buenas como la figura de la tutela, hoy prostituida jurídicamente, porque es utilizada para bien y para mal, e incluso, como arma política para atacar gobiernos y contendores políticos desde las distintas orillas partidistas, con la anuencia y acción de algunos jueces.

La inconsecuencia de un gobierno, nos llevó por encima de todo, a  firmar un proceso de paz, que si bien era necesario, rebasó en mucho las garantías y prebendas a unas personas culpables de violar artículos de nuestro código penal, lo que mantiene al país sumido en una polarización, que está haciendo más daño a la sociedad que la misma guerrilla.

Somos tan inconsecuentes, que se programan en plena pandemia por el coronavirus, protestas pública que degeneran en vandalismo, y movimientos indígenas que denominan Mingas, con el pretexto de reclamar derechos que ya se los ha otorgado nuestra Constitución a tal punto, que ya se habla de que existe una discriminación constitucional en favor de los indígena desde el punto de vista  judicial, presupuestal, y de propiedad de la tierra, además no pagan impuestos, pero exigen recursos del Estado que son públicos, o sea aportados por todos los colombianos, sin recato en manifestar que la minga es de carácter político, son colombianos para unas cosas  y para otras no.

Nuestra inconsecuencia nos ha llevado a una guerra verbal entre los distintos bandos políticos, de derecha, ultraderecha, izquierda, ultraizquierda o los del centro, donde no faltan los avivatos que se aprovechan de todo y de todos, incluso los medios están penetrados por esta guerra sin armas de fuego, con lenguas y plumas que disparan hiriendo más profundamente el alma colombiana que cualquier bala.

Si no dejamos las inconsecuencias y nos volvemos una sociedad pensante, donde los agravios e improperios dejen de ser el pan de cada día y las ideas sean el centro de las discusiones, no seremos nunca un País viable.

Por eso digo, la inconsecuencia es nuestra peor epidemia.

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