INFORMAR O MANIPULAR

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Por Karla A. Campo Acosta

La objetividad es fundamental para la veracidad de las noticias, teniendo en cuenta que la verdad deja de ser universal cuando es mirada por el ojo subjetivo de quien la enuncia. Actualmente se leen titulares que juzgan, cuando deberían informar.  Ciertos medios de comunicación exponen abiertamente su corriente política, emiten juicios y abren, de manera forzada, el debate; tienen mucho poder: son capaces de provocar movimientos o calmar los ánimos, informar, ocultar o desinformar; emplear este imperio para maniobrar en la audiencia, haciéndolos adeptos  de uno u otro bando.

A pesar de contar con una sección de “opinión” en la que se permite que los ciudadanos, a nivel profesional o personal, presenten su posición respecto de los distintos temas actuales, los periodistas han tomado partido, porque cada vez que emiten noticias de estirpe política o social, etc, imprimen su punto vista.

Los periodistas no son robots, son personas que piensan y sienten, pero al dar a conocer las noticias están obligados a la objetividad más allá de cualquier subjetividad; al final, podrán opinar, pero lo primero siempre debe ser informar, ser reporteros del caos o del paraíso, sin indicar si son ángeles, demonios o ateos. Por supuesto que la profesión que escogieron es difícil, porque no se trata de apartar el agua y el aceite en un mismo vaso; consiste en mantener inmaculada la verdad, aun cuando ésta no les complazca. Tienen la obligación de indicar en dónde termina la noticia y en dónde se abre el umbral de sus perspectivas, porque si bien no se les puede disuadir de ser humanos y tener preferencias, se les debe exigir que sean imparciales al informar.

Algunos medios de comunicación hacen control al contenido de la información, o  se mantienen al margen y otros toman partido. Esta actividad es tan delicada que, de acuerdo a cómo se proporcione, influye en la escogencia de los mandatarios, en la aprobación de las leyes, en la alimentación de los espectadores, en la crianza de nuestros hijos y en la escogencia del destino de viaje. El poder de los medios de comunicación es inmenso; todo lo que leemos o escuchamos, de algún modo interviene en nuestro consciente y e inconsciente. Los colores, el tamaño, fuente de la letra, las imágenes, las voces  y los sonidos, son captados por nuestros sentidos hasta el punto de no percatarnos de que estamos siendo influenciados. Los que consideran tener mentes fuertes y críticas, pensarán que no pueden ser objeto de este tipo de artificio, pero la mayoría de nosotros estamos propensos a ello. Mientras escuchamos, se nos crea un “origen” (Película El Origen-Leonardo DiCaprio). Desde antaño hay rumores de mensajes subliminales, por ejemplo en las canciones de Shakira, en las caricaturas como los Simpson, entre otros; subliminal o no, lo que vemos diariamente taladra nuestro cerebro con suavidad, como la gota de agua que cae constante sobre la roca o con dureza, con ráfagas imparables de anuncios que nos dirigen hacia determinada elección.

Estar atentos e indagar constantemente debería ser la tarea de todos y cada uno de los queremos estar enterados y no manipulados. Darle la oportunidad a las diferentes fuentes de información. No casarnos con un solo periódico, revista, emisora o noticiero. Tener la capacidad de distinguir corrientes, ideologías y/o movimientos, porque todos tenemos derecho a ser de izquierda, derecha, feminista, machista, ecologista, religioso o indiferente, y a escogerlo con plena consciencia, sin ser conducidos como borregos al matadero, que no tienen la oportunidad de decidir. Como espectadores, tenemos el derecho a exigir que las noticias nos sean informadas de manera veraz y objetiva y a que se nos comunique que las opiniones son opiniones, untadas de subjetividad.

La labor de los padres y de los profesores debe ser ardua y responsable: propender por el hábito de la lectura en nuestros hijos, que no crean sólo en los encabezados, que busquen significados, que comprendan la historia, porque son propensos a ser influenciados y tienen acceso a toda la información, sin que cuenten con la madurez que les permita realizar un escrutinio certero.  Que aquellos que entran en los hogares, al consciente y subconsciente de sus jóvenes mentes no perforen abruptamente sus principios, valores, creencias, conocimientos y condiciones.

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