El dilema de las redes sociales en Colombia

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Por Carlos Andrés Salas

 

Recientemente fue estrenado en Netflix el documental “The Social Dilemma”, dirigido por Jeff Orlowski y escrito por Orlowski, Davis Coombe, y Vickie Curtis. En él figuran ilustres personajes del mundo de las tecnologías, como el diseñador ético de Google y cofundador del Centro para Tecnología Humana: Tristan Harris; al igual que su compañero y cofundador de dicho Centro: Aza Raskin; el cofundador de Asana y cocreador del botón de “Me Gusta” de Facebook: Justin Rosenstein, y otros representantes reconocidos como: Shoshana Zuboff, profesor de la Universidad de Harvard; y el multimillonario presidente de Pinterest: Tim Kendall.

El documental expone el uso de las redes sociales, los algoritmos utilizados por estas plataformas, la explotación de sus usuarios para beneficios económicos, el capitalismo de vigilancia, la minería de datos, cómo el diseño de las aplicaciones está desarrollado para generar adicción y el uso inescrupuloso de todas estas herramientas para causarle daño a la sociedad. Es un punto de vista de cómo a través de la tecnología se manipula el comportamiento humano y cómo este gran poder está al alcance de cualquier persona. Colombia no es la excepción, y en el día a día vemos que este fenómeno global viene desarrollándose en el país enérgicamente.

Los dueños de estas compañías tienen toda nuestra información, gustos, hábitos, comportamientos, etc.; que es utilizada para inducirnos ideológicamente y explotarnos económicamente, vendiéndola al mejor postor con fines publicitarios. Para que la publicidad logre el objetivo, las redes sociales procuran mantenernos el mayor tiempo posible en la red, para conseguir un “rating” que permita negociar el precio de sus servicios.    Emplean diferentes estrategias para “enchufarnos”; hacen que las redes sociales sean atractivas, al punto de causar adicción; enlazan nuestros gustos y a través de algoritmos tan complejos que solo son comparables con la inteligencia artificial, relacionándonos con personas, videos, grupos, imágenes, e incluso noticias,  afines a nuestros gustos. Por ejemplo, si usted es apasionado a las motos, encontrará en sus redes sociales miles de cosas que guardan relación a ellas para que sienta empatía en la plataforma, eso garantizará que usted permanezca más tiempo en la red. ¿Cómo conocen nuestros gustos? Por el tiempo que miramos ciertos videos, por los “me gusta” clickeados, por las búsquedas, los lugares que se frecuentan, etc.

Las redes sociales son manipuladas para intervenir  nuestro comportamiento al grado de influir de manera drástica en algunas elecciones populares. El ejemplo más importante fueron las elecciones de 2016 en Estados Unidos con la victoria de Donald Trump y la supuesta injerencia de Rusia en éstas; el famoso escándalo de “Cambridge Analytica”. Los rusos crearon perfiles falsos, pagaron miles de anuncios en redes sociales, difundieron noticias falsas (fake news) y se sirvieron de las herramientas que proporcionan estas compañías para afectar las elecciones presidenciales en E.U.    El resultado, un aumento significativo en la intención de voto a favor de Donald Trump, determinante en su elección. Tal fue el escándalo que llevó a Mark Zuckerberg, creador y CEO de Facebook, a sentarse en el banquillo del Congreso y reconocer que existen organizaciones internacionales, muchas de ellas de origen ruso, que se dedican a realizar este tipo de actos en numerosos países del mundo.

En Colombia sucede igual. Diversos grupos u organizaciones políticas se preparan en ese contexto tecnológico. Lamentablemente, también los grupos extremistas y radicales logran, a través, de estos instrumentos crecer significativamente. El papel de los medios de comunicación es concluyente, juegan con todas estas herramientas, para conseguir más “likes” y visualizaciones, dejando a un lado la objetividad y rayando al punto de la desinformación. Las llamadas “bodegas” surgen de esas estrategias, que no son más que grupos organizados de usuarios reales y falsos, que promueven y distribuyen información de manera organizada en pro de una idea o un patrocinador.

En el caso de las “fake news” está comprobado que no surgen de manera espontánea ni son casos aislados, sus apariciones son sistemáticas y estratégicas. El último caso que pudimos observar en el país se dio en las manifestaciones contra la Policía, una imagen falsa de un supuesto testimonio del General de la Policía Gustavo Moreno que decía: “solo en el CAI de Villa Luz los daños ascienden a 1.600 millones”, la frase venía acompañada de una foto del General, con un fondo de la revista Semana para darle mayor credibilidad. De manera organizada la imagen fue distribuida en las diferentes redes a través de perfiles falsos y de algunos influenciadores políticos reconocidos. La intención de los creadores fue efectiva, todo el país dio por hecho que lo que allí se decía era cierto, minando aún más la imagen de la Policía Nacional. Desde el 11 de septiembre que se publicó la imagen y hasta el día de hoy vemos en las redes sociales burlas y críticas del supuesto costo del CAI; memes, y personas de diferentes niveles socioeconómicos y educativos lo compartieron, publicitando y distribuyendo gratuitamente el producto. El propósito se logró. Sin duda, mercadeo virtual, todo un despliegue promotor de ideas ajenas, asumidas como propias, incluso por profesionales en distintas áreas, con magister y doctorados, hasta periodistas reconocidos como Felix De Bedout cayeron en el engaño.

Otro de los grandes problemas, es la polarización política, un fenómeno que se agudiza globalmente, y es fomentada en las redes; que está siendo auspiciada por estas plataformas con el único fin de mantenernos “enchufados”, volviéndose un negocio más que una estrategia política.  Los algoritmos promueven la proliferación de los casos mencionados. Las personas que tienen mayor gusto e interacción por asuntos políticos divisan en sus redes estas historias, promoviendo rápidamente su divulgación sin ningún tipo de control. El riesgo que corre la democracia por este motivo es enorme, aunque muchos lo minimicen. En buenas manos estas tecnologías logran resultados positivos en el mundo, el gran problema es que estas herramientas están al alcance de cualquiera, sin importar sus intenciones. A raíz de todos estos fenómenos, los diferentes gobiernos en el mundo piden más control para estas plataformas, pero sus propuestas muchas veces van ligadas con la censura. Al final, el documental nos deja muchas incógnitas y busca que nos enfoquemos en los problemas que surgen por las redes sociales, es otra perspectiva de lo que acontece en el mundo y que no debemos pasar por alto. Los invito a verlo y contrastar lo que allí se dice, con lo que ocurre en el país.

carlos_salas_5@hotmail.com

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