Desde el aire también hay una ruta para enfrentar el covid-19

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Tienen alas, no salen de sus cuerpos, pero saben dominar las de acero. Surcan los cielos colombianos llevando más que la pasión por la que empezaron este trabajo. Durante la emergencia sanitaria por covid-19  su misión ha sido diferente, una lucha contra un virus desde el aire y llevando a los rincones del país elementos necesarios para salvar vidas en tierra.

Las historias del mayor Otálora, de la capitán Cortés y del intendente Cárdenas confluyen en el legendario DC3-TP del Área de Aviación Policial de la Policía Nacional. Una aeronave con 80 años de historia y unas particularidades técnicas que la convierten en ícono de la aviación nacional.

Wilson Orlando Otálora Cetina tiene 34 años de edad, de los cuales lleva nueve como piloto de la institución. Casado con una odontóloga, con quien tiene una hija de tres años, es actualmente piloto instructor del DC3.

Con once años en la Policía, Paula Cortés Torres es una ibaguereña de 34 años, nacida en una familia con vocación de servicio. Su mamá es enfermera retirada y su papá es médico veterinario. En sus planes estaba el Derecho, carrera que estudió siete semestres. Sin embargo, su corazón condujo sus pies a la Escuela General Santander y hoy se desempeña como copiloto del ‘abuelo de los aires’.

Mientras que el técnico de línea e instructor Freddy Andrés Cárdenas Rodríguez, padre de una pequeña de 2 años, perteneció a la Policía Cívica Juvenil en la estación de Fontibón. Sus metas eran claras: ser parte de la Policía y volar. Cada vez que escuchaba un avión cerca de donde él se encontraba salía corriendo, lo miraba y pedía un deseo. Ya tiene siete años volando, de los catorce que lleva en la Policía.

Para ellos la pandemia del covid-19 los ha llevado a extremar medidas de prevención ante el riesgo de contagio al que se exponen para ser parte de la cadena de personas que salvan las vidas de miles en diferentes lugares de Colombia. Esto sin importar lo apartado o de difícil acceso que sea el lugar, como Taraira, un municipio al sur del departamento del Vaupés.

“Es una labor que se hace anónima. Nosotros hacemos las cosas por vocación. Saber que íbamos a llevar ventiladores a varias regiones del país, que iban a ser para una persona que lo necesitara, se sentía muy gratificante”, afirmó el intendente Cárdenas.

Para ellos todas las misiones son distintas, sin embargo, las circunstancias actuales los conmueven aún más y motivan a trabajar incansablemente para servir a sus conciudadanos y preservar la vida.

El mayor Otálora un día que debía llevar 30 ventiladores a Barranquilla cuando esta ciudad atravesaba su momento más crítico. “Hubo que organizarlos de manera milimétrica, no es una carga cualquiera. Son  elementos delicados que debían ir de la manera más segura. Afortunadamente alcanzó el espacio para las personas que iban a instalar y las máquinas”, dijo.

Agregó que lo tiene como anécdota “porque el servicio era muy urgente y nos tocó operar de manera nocturna. De hecho, se hicieron varios viajes para transportar suficientes ventiladores”.

Mientras que la capitán Cortés atesora en su corazón una misión a Quibdó, capital del Chocó. “Llegar allá ese día fue un poco duro para mí. Se me aguó el ojo porque cuando llegaron los enfermeros a recoger los ventiladores, dijeron: ‘por fin llegó una luz de esperanza, se nos está muriendo la gente’. Escucharlos decir eso, viniendo de una mamá enfermera, sé que fue una esperanza de vida”, recordó con nostalgia.

“Veía a las enfermeras y se me reflejaba mi mamá. Yo decía: bueno, gracias a Dios ella ya pudo tener su asignación de retiro, pero estas señoras todavía están en esa lucha y en esa búsqueda constante de mejorarle la salud a los colombianos. Ellas entregan, literalmente, su vida por salvar a los demás”, añadió.

Ventiladores, camillas, tapabocas, alcohol, guantes, medicamentos, insumos médicos, elementos de protección, personal médico y alimentos se convirtieron en las cargas constantes que estos tres valientes transportaban con sumo cuidado y entrega en un “pájaro de hierro” de 17.727 libras de peso, con capacidad para cuatro tripulantes y 35 pasajeros.

Entrenamientos

El miedo es una constante para todo el que sube a pilotear un avión, pero el entrenamiento recibido los ayuda a manejarlo y tomar buenas decisiones. En su caso, aumentaba un poco más por temor a contagiarse y convertirse en foco de contagio para sus compañeros y familiares, por lo que los protocolos de bioseguridad se intensificaron.

Como es de esperarse, sus familias son lo más importante en sus vidas. Paula, después de hacer la verificación externa del avión, antes de despegar, acostumbra a llamarlos.

“Siempre salimos estando bien con nuestras familias. Despedirse uno de la persona con la que está viviendo: ‘adiós’, ‘hasta luego, ‘bendición’, porque uno sabe que sale, pero no sabe si va a volver; estar bien con ellos para que no haya ningún remordimiento si llega a suceder algo. Le pido a Dios que me proteja y que proteja a las personas que van conmigo en el vuelo”, aseguró Freddy, para quien su hija, su mamá y su hermano de 20 años con discapacidad por una hipoxia fetal, dice, “lo son todo”.

Wilson, cuando estaba frente a los controles pensaba que al transportar estos equipos, esto le iba a ayudar a salvar la vida a personas. “Y uno dice: si yo lo llegase a necesitar, porque no sabemos cómo va a reaccionar nuestro cuerpo frente a este virus, voy a contar con estos equipos, o algunos de mis familiares, voy a querer que ellos también cuenten con ellos para salvar su vida”.

Coinciden en que toda esta temporada atípica por el coronavirus ha permitido el fortalecimiento de los vínculos familiares a través de la tecnología. Además de mover hacia la solidaridad a las personas aunque no se conozcan.

También concuerdan en que no hay que bajar la guardia, que los cuidados deben extremarse, sobre todo en esta época para evitar rebrotes y volver a disfrutar de las cosas simples de la vida a las que estábamos acostumbrados antes de marzo, cuando el virus llegó a nuestro país.

Misiones covid-19

Después de alrededor de 30 misiones médicas en temporada covid-19, que suman unas 150 horas de vuelo, se sienten felices de aportar su granito de arena para disminuir los casos fatales y multiplicar los millones de luces de esperanza.

“Sigo llevando esperanza de vida para muchas personas que la tienen restringida por muchas cosas, por cuestiones económicas, porque están aislados o viven en lugares muy apartados del país, para que puedan llegar a un centro hospitalario en una ciudad capital y allí encontrar todo el servicio de salud que está dispuesto porque el Gobierno ha hecho ese esfuerzo tan grande para que todos lo tengamos”, señaló la capitán Paula Cortés Torres, la cuarta mujer en 50 años de la Policía Nacional que pilotea un DC3.

El intendente Freddy Cárdenas Rodríguez afirmó que poder servir con lo que hace para salvar vidas, llevar respiradores donde los necesitaban, con el “poderoso DC3”, como lo llama, ha sido muy gratificante. “Poder ayudar, eso es genial”, afirmó.

“Debemos aprovechar, vivir el día a día, disfrutar a nuestros seres queridos con el poco tiempo que los tenemos. Uno viene a este mundo a apoyar, a servir y por eso ingresé a la Policía Nacional, porque siento que soy una persona de servicio, de ayudar. Con el conocimiento que tenemos de operar una aeronave podemos llegar a prestar una ayuda a una persona, esto además nos deja una enseñanza muy grande para nuestra vida tanto personal como profesional”, entregó como reflexión final el mayor Wilson Otálora.

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