Por Sergio Andres Torres
Hace unos días recibí una imagen vía WhatsApp, en la cual se consignada un mensaje breve, pero muy diciente: “Jóvenes sin trabajo y sin futuro”. Mientras la leía, me percaté de que el logo de la Universidad Cooperativa de Colombia aparecía en la imagen y fue cuando decidí indagar más sobre el tema; ciertamente mi atención había quedado capturada y necesitaba conocer más sobre el contexto y las razones que llevaron a que esa frase se estuviera virilizando por medio de la red social.
Con un poco de ayuda de ciertos amigos, logré contactarme con un estudiante de la Universidad Cooperativa de Colombia – Campus Santa Marta / Faculta de derecho, y procedí a consultarle sobre el génesis de la curiosa imagen que motiva esta columna de opinión.
Solo me bastaron 10 minutos de conversación con ese alumno para comprender que todo, todo este revuelvo se debía única y exclusivamente a una lucha que veo loable y merecedora de apoyo; y es que pese a la pandemia y los efectos colaterales que ha causado la misma en las finanzas de las familias samarias, la Universidad Cooperativa parece no comprender que se hace necesario el diseño de estrategias que permitan que los estudiantes que están ad portas de graduarse reciban un apoyo adicional que va más allá de unos cupos para la presentación de preparatorios o la implementación de una plataforma -Microsoft Teams- que más allá de acercar al estudiante con su facultad, lo que hace es generar barreras en una interlocución que debería ser fluida, constructiva y consensuada, esto es, permitiendo que desde la universidad y desde los estudiantes se discutan escenarios que busquen soluciones asertivas y de fondo a la problemática de la represión que se ha generado en el trámite de grado que, irónicamente, se ha convertido más en una distopía y no en hermoso logro por alcanzar.
Cuidadosamente escuchaba como me afirmaban de manera categórica que había cientos de estudiantes que ya habían completado su malla de materias, pero que seguían sin poder ejercer su carrera a causa de los preparatorios y las curiosas dinámicas de grado que ha implementado la UCC para los grados. Aquí procedo a dejar unas preguntas sueltas que espero hagan al lector reflexionar sobre este tema.
Soy respetuoso de la autonomía universitaria y de las prerrogativas que esta concede a las universidades para que, bajo su criterio, impongan los requisitos de grado que mejor les parezca; sin embargo, veo necesario que dadas las circunstancias que atraviesa el mundo y el país, la universidad evalúe que tan eficientes son esas medidas y si merece la pena replantearlas por el bien de su comunidad académica.
Creo que el fin último de toda universidad no es otro que formar a profesionales idóneos que aporten a la sociedad, pero ¿cómo los estudiantes van a aportar a la sociedad si no se les permite graduarse? ¿Cómo van a llegar a contribuir a este país que hoy más que nunca requiere de gente dispuesta a trabajar, pero que no puede por no pasar pruebas basadas en materias que fueron aprobadas previamente? ¿Cómo se surten los preparatorios de manera óptima si los cupos son insuficientes y la dinámica de calificación deja mucho que desear?
Hoy pagar el costo de un semestre, un preparatorio, un módulo o la monografía representa para muchos estudiantes un sacrificio indecible, por eso, solo por eso, la universidad debería estar abierta al diálogo y a la reestructuración de los requisitos de grado que hoy logran unir en una sola causa a decenas de estudiantes que se sienten usados como una fuente de ingreso nada más.