EL MAGDALENA QUE NO QUEREMOS

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Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza

Habitamos, y es lamentable decirlo, en un departamento del Magdalena bajo condiciones pasadas y actuales que no queremos y en el que nos despertamos diariamente con un escándalo distinto, nuevo. Un gobernador cuestionado por sus malas como peores acciones, que dice mentiras con un cinismo inenarrable apoyado por plumas falaces las cuales “mantiene”, que se apropia de los recursos nacionales como sí de su gobierno fueran, no entrega los recursos para la gratuidad de la Educación en la Universidad del Magdalena a pesar de su ofrecimiento populista al respecto, retiene ilegalmente los recursos del Hospital Central Universitario, entrega de camas UCI desconociendo las labores del Alcalde de Ciénaga al respecto, entre otros ejemplos por citar, con el agravante actual de varios periodistas amenazados, en detrimento de la libertad de prensa y así un interminable etcétera, que no sabemos hasta cuando nuestra gente esté dispuesta a aguantar en detrimento de su propio desarrollo social, humano y crecimiento económico.

Un departamento sin inversión ni justicia social. Carente de lo esencial. Con corrupción y pobreza galopantes. Donde lo fundamental, importante y urgente no cuentan y la impunidad se pasea descaradamente a sus anchas. Donde quienes administran justicia solo ajustician a los unos, no a los que son y de quienes se escucha decir preocupantes comentarios. Valga aquí la salvedad que confirma la regla por vía de excepción, del actuar honesto y honorable de algunos, hecho que lleva a preguntarse qué será de una sociedad cuando la sal se corrompe. Donde el interés político rebasa la garantía del debido proceso y la presunción de inocencia confundiendo la responsabilidad política con la legal. Donde el servidor público se siente y de hecho lo es, el dueño de la información y de los recursos públicos; y los ciudadanos, indignos parias que mendigan la atención y el servicio que están obligados a prestarles.

Un departamento rico cercado por la pobreza como consecuencia directa del despilfarro y la corrupción gubernamental. Donde parece no asoman los principios morales ni éticos para actuar con responsabilidad, decencia y grandeza. Donde la ley se hace añicos. Donde pareciera que el propósito principal de muchos es hacer dinero como sea sin que importen barreras. Donde el olvido colectivo es la principal celestina de los corruptos. Donde la política es el calco de nuestra sociedad; y la sociedad, el otro lado en el que se encuentra gran parte de ella que la cohonesta. Y en fin, mil dóndes más.

No creo que podamos salir de la penumbra si seguimos pensando que no nos cabe culpa en lo que estamos viviendo producto de nuestras equivocaciones. Somos, dicen los sociólogos que la verdad verdadera, una sociedad enferma, descompuesta, sin valores; y la política y los políticos que tenemos, resultado de lo cual, a quienes favorecemos con nuestro voto, financiamos, tranzamos con ellos, agasajamos, aplaudimos y alzamos en hombros. No nos cabe quejarnos cuando somos parte del problema, que no de la solución.

Sean estas líneas un llamado a las generaciones presentes y venideras que cada vez pesan más al momento de elegir, para que aprendan de los errores y puedan serle mayormente útil al departamento en sus escogencias futuras. Les toca hacer la diferencia, apartarse de todo cuanto entrañe populismo, despotismo, mitomanía, autoritarismo, envanecimiento y tiranía como estamos soportando, y a pensar desde ya en quienes estén demostrados en el conocimiento de la cosa pública y tengan además la capacidad, conocimiento, trayectoria, experiencia, valor civil, templanza, reciedumbre e independencia necesarias para orientar y liderar el rescate de nuestro departamento, el cual está reclamando a gritos la presencia de nuevos líderes sin compromisos con el pasado y mucho menos con el funesto presente. rubenceballos56@gmail.com *Jurista

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