Salí a estudiar a la universidad fuera de mi ciudad natal a los 16 años, luego del primer año de lujo, llegaron las vacas flacas y tuve que ponerme a trabajar en cosas varias (ni prostitución ni cosas ilícitas) para poder sostenerme y no suspender mis estudios.
Terminé mi carrera trabajando y nunca he dejado de hacerlo y los momentos más críticos han sido cuando no he tenido dinero para autodeterminarme; eso me genera impotencia y una sensación de limitación a mí libertad. No romantizo la pobreza y mucho menos depender de nadie.
Por eso en mis labores de promoción y defensa de derechos de las mujeres una de las cosas que noto es la amplia cantidad de “amas de casa” sometidas a relaciones tóxicas por carecer de medios económicos para su sostenimiento y el de sus hijos. Empieza un círculo vicioso de aguantar y aguantar por no saber cómo escapar de las necesidades y en el extremo a la violencia patrimonial.
Los años pasan, los sueños se frustran, la tristeza invade y las emociones se quiebran, es toda una carga adicional que termina redundando en las pautas de crianza para los hijos o la forma de relacionarse en sociedad.
A algunas se les hace más fácil que a otras “mandar a la porra” sus relaciones indignas de soporte de infidelidades, deslealtades, vicios, golpes, o desamor y empezar de cero.
Por eso creo importantísimo que se fortalezca la capacidad emprendedora y de generación de ingresos de las mujeres, de tal manera que, al menos, la dependencia económica no sea una de las razones para atentar contra su amor propio en relaciones tormentosas.