Tecnología para la inclusión financiera

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Es momento de alejarnos de propuestas populistas y estimular el aumento en la disrupción tecnológica del sector financiero.

 

Por Sergio Diazgranados Guida

 

En junio de 2017 tuve la oportunidad de conversar con ejecutivos de Andreessen Horowitz, una de las empresas más sobresalientes en venture capital, sobre las perspectivas de la disrupción tecnológica. La respuesta sin rodeos era que no tenían duda que todos los sectores de la economía, bienes o servicios serían profundamente transformados por el software. Lo decían justamente cuando se celebraba, en esa misma semana, los 10 años del lanzamiento del iPhone.

Varios autores han señalado que la crisis financiera de 2008 impidió ver el buen momento que estaba tomando la disrupción tecnológica, especialmente después de 2007, al haberse lanzado un verdadero computador de bolsillo como el iPhone. El software debe buscar su hardware dijo Steve Jobs. Y en esa búsqueda el software va transformando todo. Cuando se despejó la crisis de 2008 ya estaban ahí los emprendimientos de base tecnológica que estuvieron incubándose todo ese tiempo.

Desde entonces hemos visto nuevas aplicaciones aparecer y desarrollarse en casi todos los sectores de servicios como transporte urbano, mensajería, educación, salud, turismo y por supuesto el sector financiero no podía ser la excepción. Por eso, cuando se habla de fintech, para simbolizar la indisoluble unión de tecnología y finanzas, la noticia no puede ser que el sector financiero compra tecnología sino cómo la tecnología crea un mejor sector financiero.

Cuando se inventó en 1967 el cajero automático, ATM por sus siglas en inglés, se predijo por algunos que con el paso del tiempo estos reemplazarían a personas en sus tareas de atención. Eso sencillamente no pasó. Se instalaron más ATMs y también abrieron sucursales con personas. Si miramos las estadísticas americanas hoy hay casi el mismo número de personas trabajando como cajeros en los bancos que ATMs en los Estados Unidos. Hasta ahora.

Lo cierto es que en esta oportunidad si puede ser muy distinto.

Según un estudio de S&P, para el mercado americano, en 2019 se cerraron más de 2.800 sucursales y se abrieron alrededor de 1.200.

Es decir, se cierran más sucursales bancarias que las que se abren. De hecho, la misma Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos –US Bureau of Labor Statistics– prevé una caída del 12% en la década 2018-2028 en el oficio que hacen las personas como cajeros de bancos.

Y esto no es porque se vayan a instalar más cajeros electrónicos. Es que la combinación de ciudadanos con acceso a tecnología, con posibilidades de dinero digital, sumado a la generación de datos y procesamiento acelerado de los mismos, está creando las condiciones necesarias para una profunda disrupción en el sector financiero ya sea en el sistema de pagos, préstamos, seguros o inversiones para mencionar los más relevantes.

De regreso a nuestra realidad de 2020, con distancia social, la necesidad de vivir y trabajar remotamente, y con unas cifras aterradoras de desempleo e informalidad, y por difícil que suene, este es el momento en que debemos alejarnos de propuestas populistas y estimular en cambio el incremento en la disrupción tecnológica del sector financiero para lograr soluciones centradas en el consumidor y una mayor inclusión para la población no atendida. No podemos darle más espera.

sergiodg@iadb.org

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