La cátedra Pablo Vera

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Por: Elkin Leandro Carbonó López
Como si se tratara de la tradicional y siempre generosa clase magistral: así apareció en la borrascosa escena mediática el actual rector de la Universidad del Magdalena, Pablo Vera Salazar.

Dictó para todos la cátedra de la verdad que tanta falta le hace a esta sociedad extasiada en la doble moral y en un popurrí de antivalores que la tienen sometida a la apariencia legal que emana nuestra particular democracia y que exige, de rodillas, el mandato popular así se haya logrado con discursos, prácticas y estéticas extraídas de los manuales modernos del populismo banal y del clientelismo chambón.

Y aunque aún no extirpa del todo el mal que ha enfermado a la política de nuestra parroquia, por lo menos, Pablo, nos mostró que es posible vivir el sendero triunfal de la luz sobre la tiniebla; esta última, sistémica y subvencionada.

Pablo neutralizó, por el momento, ese apetito bulímico que traga poder y descontaminó además el lado emocional de la palabra.

El salvamento de esta patria, tuvo que desprenderse de las entrañas tiernas, valientes y curiosas consignadas en la pedagogía. Y fue entonces la pedagogía del discurso, y no la retórica política, la que fundió Pablo Vera en su atinada comparecencia mediática. Pablo encarna otro mensaje y otra narrativa.

En esa misma ronda de audiencias logró descifrar el juego de las redes digitales, como ese gran espectáculo de medios en donde algunos comunican más de lo que gobiernan, al tiempo que se mediatiza más de lo que se politiza.

Necesitaba demostrar que la absoluta gratuidad de las matrículas, pregonada especialmente en tiempos de pandemia, era otro de los artilugios construidos con el idiolecto cínico del culebrero para diseñar un plan malvado que escalara las emociones de los incautos y cruzara en silencio el umbral de la esperanza. El batazo incluye candidato a Rector para las próximas elecciones del ramo en esta Alma Mater.

Pablo neutralizó, por el momento, ese apetito bulímico que traga poder y descontaminó además el lado emocional de la palabra.

Magistralmente explicó la posibilidad real y genuina de atender la crisis sin hacerla vinculante con las trilladas y dañinas agendas políticas. Pablo, se fue hacia el núcleo del problema y con tiza y sinergia, contó que con recursos propios y de forma responsable, la Institución aliviará la carga económica de alumnos y padres de familia para avanzar gradualmente hacia un modelo de matrícula más incluyente y equitativo. La Universidad dio el primer paso y destinó 6 mil 803 millones 172 mil 263 pesos, para beneficio de su estudiantado y reiteró la solicitud de nuevos y mayores aportes permanentes del Gobierno Nacional, Departamental y Distrital.

La actuación de Pablo, removió los recuerdos de un día cualquiera y de una esquina cualquiera donde encontré a mi buen amigo Wilson Pacheco, el gigante racionalista que guía el mapa de las comunicaciones de la Universidad del Magdalena, a quien le pedí que detuviera su rítmico andar currambero para que me escuchara un poco. Necesitaba decirle a manera de recado:

Cuéntele por favor a Pablo Vera que en la NASA está exhibido un póster en el que se lee lo siguiente:

“Aerodinámicamente, el cuerpo de una abeja no está hecho para volar; lo bueno es que la abeja no lo sabe”.

Aún no sé si Pacheco hizo de heraldo de mi propósito; pero lo que sí puedo asegurar, es que Pablo nos sacó de las profundidades del invierno y nos enseñó que es posible el reinado de la verdad como el verano invencible del que habló siempre Albert Camus.

Un amigo que lleva años ganándose la vida como filósofo diletante, experto en lenguaje callejero y en historias de esquinas, me dijo que a Pablo Vera no le entran esas balas de la postverdad que separan en cementerios distintos a los de antes con los de ahora, ni lo pueden engañar con carantoñas barriales: es que él saltó de las fatigantes ventas ambulantes cumplidas con honor en las playas de Santa Marta a Madrid, donde se hizo Doctor.

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