¿Cómo adaptarnos a una nueva disciplina social?

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Con la llegada de la pandemia de covid-19 muchas costumbres quedaron alejadas, tales como el saludo de mano o beso; además debemos mantener distancia física con otras personas y  acostumbrarnos a utilizar tapabocas al salir de casa. Ahora, con lo que se ha denominado “la nueva normalidad” nuestros hábitos deberán cambiar lo que pone a prueba nuestras capacidades para adaptarnos.
“El estudio de la psicología humana ha demostrado que los seres humanos están dotados de cualidades, tanto cognitivas como del comportamiento, que les permiten afrontar con eficacia los eventos estresantes, es decir aquellas situaciones percibidas como excesivas para los recursos psicológicos que se poseen”, explicó Nubia Bautista, subdirectora (e) de Enfermedades No Transmisibles del Ministerio de Salud y Protección Social.
Para Rodrigo Córdoba, psiquiatra y jefe del Departamento de Psiquiatría de la Universidad del Rosario, el gran reto de la Salud Pública está en la generación de cambios de conducta, es decir, “se ha visto que muchos de los hábitos que generan los seres humanos en ocasiones se convierten de alto riesgo. En esta ocasión los procesos de reducación son fundamentales, adaptarnos a una nueva disciplina social”. En este sentido, quien conoce las razones y entiende porqué se debe vivir de esta manera comprende una repetición de conducta.
Es importante además conocer que no hay estilos de afrontamiento adaptivo o desadaptativo per sé, si no, estrategias que pueden resultar eficaces ante cierta situación e ineficaces ante otra. “El factor clave para una adecuada adaptación ante un evento estresor pasa la flexibilidad de las distintas estrategias de afrontamiento y por la capacidad de modificarlas cuando no están siendo eficaces y adaptativas”, indicó Bautista.
Resiliencia
El análisis del trauma en los seres humanos como consecuencia de afrontar experiencias adversas señala que la respuesta no siempre es desestructurante o adversa a nivel emocional, sino que puede traer consigo la capacidad de transformar un evento negativo en una oportunidad de fortalecimiento emocional. A esta capacidad se le ha denominado resiliencia.
“La resiliencia como proceso se desarrolla en la interacción de la persona con el entorno lo que permite entender que no es absoluta ni estable. Así las cosas, resulta conveniente el desarrollo de una estrategia dirigida a la promoción de la resiliencia que concentre la atención en el fortalecimiento de factores protectores de la salud en general, el fortalecimiento de las redes de apoyo y la generación de entornos que favorezcan el bienestar emocional de las personas, familias y comunidades”, manifestó Bautista.
Promocionar la resiliencia ayuda a ver con claridad que existe esa dimensión en las personas y aporta una nueva mirada esperanzadora y optimista, tan conveniente en los tiempos por venir. “Promoverla significa el reconocimiento de la vulnerabilidad humana y, desde allí, mejorar la calidad de vida de las personas a partir de sus propios recursos”, añadió.
Para muchos investigadores, el aprendizaje y desarrollo de la resiliencia, implica favorecer la comprensión de las situaciones adversas y la forma como éstas pueden ser superadas.
Córdoba indicó que “en la medida que entendamos que estas nuevas costumbres son para el beneficio propio y de nuestros familiares y que sea un proceso educativo que haga parte de nuestras cotidianidades, no tendrá un impacto negativo sino de autocuidado”. Sin embargo, agregó, el miedo y la ansiedad hacen parte de nuestro diario vivir y de romperse el equilibrio emocional se hace necesario buscar ayuda en un profesional de la salud.
Autocuidado
Los avances alcanzados en el estudio de la conducta humana han evidenciado que las creencias saludables en interacción con los factores psicológicos como el autocontrol, la autonomía, la capacidad para solucionar problemas, las habilidades sociales, etc., tienen la capacidad de predecir una adecuada salud mental y el desarrollo de conductas de autocuidado.
“Las personas que desarrollan estrategias que les permiten enfrentar las situaciones estresantes con eficiencia, suelen tener mejores niveles de salud mental, lo que a su vez repercute de manera positiva en el estado de salud general y en la adopción y práctica de estilos de vida saludables”, señaló la doctora Bautista.
Por ende, agregó, resulta altamente pertinente reforzar el desarrollo de estrategias de afrontamiento centradas en la regulación de los impulsos, el desarrollo de la autoconfianza, el automonitoreo de la salud, la autoestima y la asertividad, lo que permitirá a las personas evitar situaciones riesgosas; en contraste, las personas que no afrontan adecuadamente las situaciones estresantes, por ejemplo quienes apelan a la negación, quedan mayormente expuestas a somatizar y a evitar el autocuidado.
Niños
Promover el desarrollo psicosocial en los niños, niñas y adolescentes es una manera de promover la resiliencia. Los siguientes factores son altamente predictivos para el desarrollo de resiliencia en esta población:
Competencia social. Se refiere a cualidades como la de estar listo para responder a cualquier estímulo, comunicarse con facilidad, demostrar empatía y afecto, y tener comportamientos prosociales, sentido del humor.
Resolución de problemas. Incluye la habilidad para pensar en abstracto reflexiva y flexiblemente, y la posibilidad de intentar soluciones nuevas para distintos problemas. Ya en la adolescencia, los jóvenes son capaces de jugar con ideas y sistemas filosóficos.
Autonomía. Se refiere a la habilidad para poder actuar independientemente y poder controlar algunos factores del entorno.
Sentido de propósito y de futuro. Se incluye en esta categoría las expectativas saludables, dirección hacia objetivos, orientación hacia la consecución de los mismos (éxito en lo que emprenda), motivación para los logros, fe en un futuro mejor, y sentido de la anticipación y de la coherencia.
“Todas las personas pueden desarrollar la capacidad de superar los eventos adversos y continuar con una vida con sentido, sin embargo, los niños, las niñas y los adolescentes por su condición de desarrollo y su capacidad de aprendizaje, son más sensibles a desarrollar resiliencia”, concluyó Bautista.

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